Lo controversial es preguntarle a Miguel Ángel Mancera: ¿Cuáles mejoras públicas en la Ciudad de México?
Los habitantes del otrora llamado Distrito Federal, hoy Ciudad de México, nos preguntamos si en verdad era imprescindible el cambio de nombre porque antes éramos defeños o chilangos, aunque a muchos ese nombre nos suena un poco cargado de un tono peyorativo, pero defeños sí, orgullosamente. ¿Ahora cómo nos llamaremos? ¿Habitantes de la Ciudad de México?
Aunado al cambio de nombre, vino la reforma política de la Ciudad de México. El 29 de enero de 2016 se promulgó y publicó el decreto de reforma constitucional por la que el Distrito Federal dejaba de existir para convertirse, a partir del día siguiente, en una entidad con plena autonomía dentro de la federación, bajo el nombre de Ciudad de México; continuará siendo la capital de la República y también seguirá siendo sede de los poderes de la Unión.
De la mano y como colofón, también llegó la conformación de una Asamblea Constituyente que fue votada el primer domingo de junio de 2016 y se instaló el 15 de septiembre, hecho que propició de nueva cuenta una rebatinga entre los partidos políticos por obtener más asientos y colocar sus piezas, lograr que sus simpatizantes o hasta a sus incondicionales fueran constituyentes; es decir, buscar quedarse con el mayor número de rebanadas del pastel sabor Constituyente Ciudad de México ¿Para qué?
Para reproducir el mismo esquema de los otros cuerpos legislativos en México, diputados, senadores y asambleístas del DF: ganancias y trofeos políticos de los partidos. Y como constituyentes, en algún momento pueden ser inducidos, a través de diversos mecanismos, para moldear su voto legislativo, llegaron gracias a… y han de pagar la factura política con el sentido del voto a conveniencia del impulsor, el padrino o el patrocinador político como sucede hoy en la ALDF, en la Cámara de Diputados y en el Senado mismo.
Y todo esto, para tratar de entender la iniciativa del cobro del impuesto llamado #Plusvalía en la #CDMX (presuntamente por mejoras públicas), presentada por Miguel Ángel Mancera, Jefe de gobierno de la Ciudad de México, quien luego ante la desaprobación social y el rechazo mediático, para el cobro de un impuesto más y/o la retención de éste por el gobierno de la Ciudad de México, fue retirado.
Pero eso no es el eje del asunto. El tema controversial es preguntarle a Miguel Ángel Mancera: ¿Cuáles mejoras públicas en la Ciudad de México? Si esta ciudad es un monstruo con muchas deformidades y fealdades que a las autoridades poco les interesa componer.
Van varios ejemplos, sólo Reforma y el Zócalo están disfrazados de ciudad de primer mundo. Basta con caminar una calle paralela a Reforma o en cualquier delegación para comprobar que las banquetas son incaminables, las coladeras son trampas mortales, las calles están llenas de baches que tienen años, los parques están sin podar, no hay seguridad pública y muchas zonas de la ciudad son pestilentes.
Otro ejemplo es Coyoacán. Una delegación turística como ésta, funciona a la perfección en el centro histórico, pero en el resto de las colonias pueden pasar ocho meses o más sin luminarias, sin poda de árboles, sin arreglo de banquetas, con baches cada 10 metros, con basura por todos lados y con una delincuencia totalmente descontrolada, de noche y de día. Entonces por qué habríamos de creer que ahora tan sólo por el interés que tenían de apropiarse del monto de la llamada plusvalía, el gobierno capitalino y los funcionarios sí destinarían y aplicarían de manera adecuada y transparente los recursos a las necesidades de los habitantes defeños, chilangos o como ahora se llamen y no a causas que desconocemos.
¿Por qué habría que creerle a este gobierno local y a los delegados sobre mejoras, si ni siquiera hoy brindan los servicios esenciales: alumbrado, asfalto, limpieza, poda y seguridad? ¿Para qué o para quiénes era conveniente la apropiación de ese presunto impuesto? En el entendido de que esto es como un mercado político de las subastas, ofertas y cuotas partidistas, en la Asamblea Constituyente hay riesgo de que la prioridad sean los intereses principalmente económicos y políticos de los partidos y no el interés de los habitantes de la hoy Ciudad de México. ¡Qué triste!, ver que una vez más nuestros presuntos representantes no nos representan, sólo representan intereses partidistas.
Pero no sólo tenemos hoy un cuerpo más legislativo. La Ciudad de México, a más tardar el 31 de enero de 2017, tendrá su propia Constitución, y por eso las delegaciones políticas desparecerán y se crearán las demarcaciones territoriales, mismas que tendrán un alcalde y un cabildo integrado por 10 concejales, “elegidos democráticamente”. Serán cuotas y trofeos partidistas, ajenos al interés del ciudadano.
También “la Asamblea Legislativa dejará de existir para convertirse en un Congreso local, mismo que podrá aprobar o rechazar reformas constitucionales. Anteriormente, la Asamblea Legislativa estaba excluida de votar los cambios a la Constitución Federal”.
Si los Constituyentes estuvieron a punto de aprobar un impuesto como el de Plusvalía, ¿Qué más estarán dispuestos a aprobar? en razón y dentro de la lógica de que parecen creer que se deben a sus partidos y no a los ciudadanos. Como dice el dicho: “Que Dios nos agarre confesados”.
Cartelera Semanal:
Un día sin… militares
Pantatrump y las visitadoras
Ellos saben qué pasó el verano pasado: Los perredistas –¡ah no!– los Constituyentes
Paloma Ruiz. Comunicóloga por la UNAM, con especialidad en Marketing por la Universidad de Berkeley. Ha combinado a lo largo de su vida profesional el análisis político en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales, con el diseño de estrategias de comunicación y las relaciones públicas. Amante del mar y el buceo.