El asesinato de dos menores es parte de ls cifras negras de violencia en el Estado de México.
4 de agosto de 2016
Viveros Tulpetlac, Ecatepec.
Aún no había luz, cuando Sacrisanta abrió los ojos. El reloj marcó las 6:00 de la mañana pero se levantó hora y media después cuando el sol ya ardía. Confiada y tranquila, comenzó a arreglarse y se fue al trabajo.
“Mis hijos seguían dormidos, no los desperté y me fui a trabajar sin ningún pendiente”, narra la madre de Karen de 17, estudiante de quinto semestre en el CCH Vallejo y Erik de 12 años, que soñaba con algún día ser ingeniero en robótica.
El día transcurrió y durante el desayuno Sacrisanta tuvo un pensamiento: “Ojalá mis hijos, ya hayan desayunado”.
“Ellos se iban a ir a las 18:00 a la feria de San Cristobal, Municipio de Ecatepec. Les di permiso hasta las 21:30 ,máximo 22:00, mi hija vería a un amigo y se irían los tres” recuerda.
“Vi a mi pareja a las 18:00. Fuimos a comprar unos tenis y me preguntó por los niños”. Se fueron a la feria, le dije, después de eso, nos despedimos. Cuando llegué faltaba poco para las nueve de la noche y me senté afuera. Había olvidado las llaves. Saqué el celular y le marqué a mi hija pero la llamada entraba al buzón. Eran 21:30 cuando chateaba con una amiga. A esa hora, volví a marcar y nada. Luego, a las 22:30 y el celular de Karen seguía apagado. Las horas de los permisos siempre las respetan, todo era muy raro, pero traté de tranquilizarme. A las 23:00 decidí ir a casa del amigo de mi hija. “¿Y Karen?”, le pregunté. Pues no sé, –me dijo–, quedé de estar a las seis con ella y llegué pero nadie me abrió, incluso vi el candado puesto y me fui a la feria”.
Al llegar a casa de otra amiga lo mismo pasó. Nadie sabía nada ni de Karen ni de Erik.
“Pensaba en el camino de regreso a casa: Diosito, si vienen solitos, cuidámelos”. Casi eran 12 de la noche.
“Al regresar a casa, me acordé que mi hija, un día entró por una puerta clausurada. Me trepé en la ventana y como pude me metí; al bajarme tropecé con el garrafón…”.
Sacrisanta no puede más, su voz se entrecorta y se suelta a llorar, luego de varios minutos toma aire y continúa: Caminé al pasillo, miré que las puertas estaban todas cerradas, hasta la del baño que nunca la cerrábamos salvo cuando lo ocupábamos. Me acerqué al baño y al abrir la puerta, vi algo que jamás, jamás, jamás se me borrará de mi mente y corazón: mi hija estaba tirada en el piso, tapada con una tina que le quité de encima“.
“¡Karen, levantate! ¿Qué haces ahí? ¡Hija, Hijaaaaa, hijaaaa, hijitaaaa, por favor. No, no, háblame hija, Karen, por favor responde!”.
“Mi hija tenía la sudadera de su hermano enredada en la cara, estaba húmeda, como si la hubiesen metido en alguna cubeta con agua, tenía una especie de cinturón en el cuello, estaba morada de sus pies, de sus manitas, sentí miedo y coraje, pero no podía llorar”.
“¿Quien te hizo esto hija? ¿Quién entró, mamita? ¿Y tu hermano, dónde está Karen? ¡Ojalá se haya ido y no haya visto esto que te pasó!”.
“Salí del baño y al llegar a la otro cuarto, dije: Dios mío, que mi hijo no esté ahí… pero la puerta estaba cerrada y yo no traía llaves. Así que pegué la cara a la puerta y dije: ¡Hijo, soy yo, abre por favor, no tengas miedo, ábremeeeee! Nadie me contestó”.
Sacrisanta gritó y gritó sin que nadie acudiera a ella. Recordó que traía su celular y le llamó a sus dos primos pero ninguno contestó. El candado estaba puesto por fuera y no encontraba las llaves. A los pocos minutos, su primo Fernando le llamó: ¿Qué pasó Sacrisanta? ¡Por favor, ven a la casa, por favor!
Sacrisanta había encontrado la llave del candado pero no tenía las otras. Cuando su primo llegó, ella le dió la llave por una rendija y él abrió. “¡Mi hija está en el baño!” ¿Qué tiene?, dijo Fernando. Al verla otra vez, hubo gritos, ¡Karen, levántate! ¡Dime que no es cierto, Fernando, dime que es una pesadilla!
–¿Erik, dónde está?, preguntó Fernando.
–No sé. No sé donde está, respondió una Sacrisanta dura y al mismo tiempo miedosa.
–¿Sabes qué?, tengo que salir para ver quién nos ayuda, dijo Fernando a su prima.
–A Karen la maltrataron mucho. ¡Karen, párate hija! ¿Quiénes fueron? ¡Karen, habla!. Decía Sacrisanta a un cuerpo que abrazaba ya sin vida.
“Mi primo llamó a la patrulla y a la ambulancia. Seguí buscando la llave y cuando la encontré, me dirijí al cuarto. Mi primo ya había regresado y estaba conmigo. Entonces abrí la puerta. Había sangre en el piso”.
–¡Fernando, dime que no es cierto! Dime que no es Erik, dime que ese no es su piecito! ¡Hijooooo, Levántate, por favor!”.
Fernando tomó a Sacrisanta y la sacó a la fuerza.
–“¡Noooooo, no es justo, mis hijos, miiiiiiiis hijoooos no merecían tanta crueldad!”.
La patrulla llegó hora y media después del llamado y a partir de entonces no les permitieron la entrada a la casa. Llegó la Cruz Roja. Los paramédicos se acercaron a Sacrisanta y uno de ellos dijo: “Llegamos muy tarde, no pudimos hacer nada”.
–“Levánten, por favor a mis hijos, seguro tienen frío. ¡Ayúden a mi hijo!
Sacrisanta vio el cuerpo de su pequeño amarrado con un cable de luz, envuelto en una sabana llena de sangre y una almohada en su cara, al pie de su cama.
De nuevo contuvieron a Sacrisanta y la sacaron de la dolorosa escena.
“¡Ayúdenlos! supliqué, pero nada podían hacer”.
“Los torturaron, señorita Yohali, pero, ¿Por qué? ¿Quienes?”.
Además de ser asesinada, Karen fue violada. Sólo esa semana otras 10 mujeres fueron asesinadas. Ecatepec es el municipio que ostenta el primer lugar de 2011 a 2014 con 60 muertes de mujeres que han insistido en etiquetar como “presunción de homicidio” u “homicidios dolosos” a pesar de que la Ley General de las mujeres para una vida libre de violencia establece la definición del delito, el cual se tipificó en el Código Penal Nacional el 14 de junio de 2012.
Según la Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM), de 2012 al primer semestre de 2016, sólo Ecatepec sumó 31 feminicidios y 181 homicidios dolosos contra mujeres.
Sin olvidar que a pesar de las cifras aterradoras de feminicidios, el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, siempre pareció resistirse a establecer la Alerta de Violencia de Género, la cual entró en vigor el 28 julio del año pasado.
¿Nadie escuchó quién o quienes violaron a Karen? ¿Nadie escuchó nada? ¿Nadie vio personas extrañas cerca o entrar al domicilio? Hasta el momento que usted me lee, las autoridades desconocen quién o quiénes cometieron estos crímenes.
Yohali Reséndiz, periodista: “Amo el periodismo de investigación y denuncia, todos los días lo ejerzo. Soy intolerante a los estúpidos, abusivos del poder, corruptos, ladrones, machistas, violentos. No soporto la mentira ni tampoco a quienes discriminan”.