Existe disparidad en el área de ciencia entre mujeres y hombres.
Existe un viejo dicho popular que dice: “Mujer que sabe latín, no tiene marido ni buen fin”. Hace poco alguien me lo recordó, mitad en broma, mitad en serio. Aunque estaba abrumada por el desarrollo de mi tesis doctoral, me hizo soltar una carcajada. Siempre me han dado risa esa clase de comentarios en una época en la que el matrimonio no figura como meta única o principal de vida para mujeres que luchan por desarrollarse en los ámbitos profesional y académico.
Lo que no me causó tanta gracia fue leer una nota que se perdió en medio de las polémicas desatadas por la entrega de los Nobel de Literatura y de la Paz. La biotecnóloga y redactora de Ciencia del sitio Hipertextual, Ángela Bernardo, destacó en su cuenta de Twitter un hecho que, pienso, ameritaba desatar una controversia similar: “Los Premios Nobel de este año han reconocido a siete científicos, dos economistas, un político y un músico. Once galardones = cero mujeres”.
Este tuit se podía constatar con tan sólo verificar la lista de los premiados: el biólogo japonés Yoshinori Ohsumi, en Medicina; los científicos británicos David Thouless, Duncan Haldane y Michael Kosterlitz, en Física; Jean Pierre Sauvage, Bernard Feringa y J. Fraser Stoddart, en Química; Oliver Hart y Bengt Holmström, en Economía; el presidente colombiano Juan Manuel Santos como Nobel de la Paz, y Bob Dylan, en Literatura.
Pero esta disparidad va más allá. Las mujeres premiadas con un Nobel desde 1901, cuando se entregó la primera condecoración a la fecha, han sido 49, frente a 832 hombres. De acuerdo con Ángela Bernardo, esto equivale al 5.56% del total de laureados (haciendo a un lado a las 26 organizaciones premiadas). Pero, de acuerdo con una publicación de la revista Materica, en las categorías de ciencia el porcentaje se reduce al 3%.
Es grave que esta observación no tuviera una resonancia mediática similar a la que logró la denuncia de que ningún actor afroamericano fue incluido en alguna quinteta del Oscar. Pero en el caso de Ángela hay un agravante: tras haber publicado su observación le llovieron agresiones, insultos e incluso amenazas a su integridad personal. Hubo tuiteros que la acusaron de mostrar paranoia y le alegaron que la carencia de trabajos de valor científico por parte de mujeres era la causa de que se galardonara exclusivamente a hombres. Un tuit decía: “(a los premiados) los estudié en la carrera hace 16 años (como Higgs). Esas que dices, ni me suenan”.
Esta tendencia a subestimar las investigaciones realizadas o dirigidas por mujeres se produce a escala global, tanto en los países científicamente avanzados como en los menos desarrollados. Así lo demuestra una investigación que ha analizado más de cinco millones de artículos científicos publicados entre 2008 y 2012, y que presentó un grupo de científicos de la Universidad de Indiana en la revista Nature, a finales de 2013. “Sea consciente o inconsciente, hay un sesgo sistemático contra las mujeres“, dijo en una entrevista Cassidy Sugimoto, coautor de dicha investigación.
Es importante destacar que no todas las desigualdades son injustas y que no se puede esperar que se apliquen cuotas de género como solución simple o más bien simplona. Desde luego, existe la línea delgada entre diferencia numérica y desigualdad por género. La marginación se da si existe lo que otros han llamado asimetrías de poder y relaciones de dominación. Y es aquí, en la ciencia, donde se da una de estas estructuras sociales de carácter asimétrico.
Desde nuestra formación, el discurso de género en las escuelas privilegia a los hombres en las clases de ciencias. Las mujeres, se piensa, somos de letra linda pero malas para matemáticas. El promedio de mujeres inscritas en carreras de ingeniería, aunque se ha incrementado, sigue siendo dispar en comparación con el de los hombres. ¿Acaso será posible que llegue el día en que podamos ser mujeres, sepamos latín y tengamos buen fin?
Saraí Aguilar | @saraiarriozola
Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y candidata a doctora en Educación.