La Fórmula Uno se aproxima a la CDMX.
Falta muy poco para el Gran Premio de México de la Formula 1 y nuestro país tiene el gran reto de superar lo hecho en el 2015, cuando regresó la máxima categoría del automovilismo a suelo mexicano tras 23 años de ausencia.
El año pasado, la gente abarrotó el Autódromo Hermanos Rodríguez; hizo vibrar a cada uno de los pilotos que tras 71 vueltas buscaron la victoria, la cual consiguió el piloto alemán Nico Rosberg, quien actualmente se ubica como primer lugar de la temporada, sólo 33 puntos por encima de su compañero de la escudería Mercedes, Lewis Hamilton.
La pista ya está al 100% y la Ciudad de México ya se frota las manos por la gran cantidad de turistas que visitarán la capital mexicana.
Para que se den una idea del impacto del deporte motor, el año pasado tan sólo 336 mil 174 espectadores acudieron al Autódromo, nada más la segunda sede con mayor asistencia por debajo de Silverstone.
8 mil 649 millones de pesos de derrama económica; 13 mil 550 empleos…
Estas cifras se las recuerdo sólo porque antes de la carrera, cuando se dieron a conocer los costos de los boletos, más de uno pegó el grito en el cielo: “Están carísimos”, “¿Qué no saben que es México?”
Si bien la Formula 1 no tiene la misma cantidad de aficionados que el futbol, la MLB, NBA o NFL, la emoción de ver a más de 300 km/H uno de los bólidos y escuchar el rugir de los motores, es suficiente para que más de uno se convierta en fanático del automovilismo aunque sea por un fin de semana.
El Gran Premio de México es una gran vitrina para nuestro país; la pobreza, inseguridad y narcotráfico pasarán a segundo término. Estoy seguro de que el próximo 30 de Octubre una buena noticia llegará a todo el mundo y por lo menos, por algunos días, se verá la verdadera cara de nuestro país en todo el orbe, ese México de gente triunfadora, de una riqueza que pocos pueden presumir: el calor de su pueblo.