Trump sigue a dos puntos porcuentuales de Hillary.
“Donald Trump ladra como un perro Pitbull en Estados Unidos y como un amoroso Chihuahua en México”, así describió el ex alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa la insólita visita de ayer (miércoles 31 de agosto). La invitación de último momento del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto a Trump fue vista casi por unanimidad en México como un error garrafal. En cambio aquí, Trump salió ganando y en tan sólo 5 horas se las ingenió para quedar bien “con Dios y con el diablo” (Por cierto que el ex presidente Vicente Fox anda prodigando su opinión en contra de lo ocurrido —en deficiente inglés—a cuanto noticiario le abra los micrófonos).
El asunto es que a pesar del lenguaje conciliatorio que usó en la conferencia conjunta con Peña Nieto, en cuanto regresó, Trump volvió al discurso antiinmigrante que tantos adeptos le ha ganado en Estados Unidos. En una conferencia de prensa en Phoenix, Arizona, aseguró que de llegar a la presidencia crearía un aparato exclusivo para deportaciones que incluiría a 5 mil nuevos agentes migratorios; confirmó que levantaría un muro en la frontera que “aunque no lo sepan todavía”, el mismo gobierno de México pagaría y, por último, que deportaría a millones de inmigrantes indocumentados en “mi primera hora” como presidente. Eso sí, matizó diciendo que empezaría con aquellos que hubiesen cometido alguna falta legal por pequeña que sea. Trump fue vitoreado en Phoenix y las encuestas demuestran que el magnate de los bienes raíces sigue ganando terreno. En sondeo nacional (según la cadena MSNBC), Hilary sigue a la cabeza con el 41% de las intenciones de voto, pero Trump le sigue de cerca con el 39%.
Así que a menos de 10 semanas de las elecciones en Estados Unidos, Trump sigue beneficiándose del apoyo indirecto de los actores políticos más insospechados. Y no me refiero únicamente al mandatario mexicano, un contrincante natural dado el historial de insultos que le ha prodigado a sus connacionales, sino en Estados Unidos, de su rival demócrata. El nuevo escándalo en la saga de los Clinton es la publicación en Politico.com de un artículo en el que se establece que dinero de los contribuyentes estadounidenses fue usado por el presidente Bill Clinton para su Fundación. Gracias a una ley aprobada en 1958 por el departamento de servicios administrativos (GSA, por sus siglas en inglés), todos los ex presidentes tienen derecho a recibir fondos no sólo para su pensión, sino para correspondencia, sueldos de personal de apoyo y gastos de viaje. La idea con esto es que ningún expresidente necesite vender sus contactos adquiridos durante su mandato, para sobrevivir y que conserven un holgado nivel de vida.
La investigación de Politico.com establece que Bill Clinton usó parte de esos fondos para pagar el sueldo de varios empleados actualmente vinculados al escándalo de los emails de Hilary Clinton en la Secretaría de Estado. Lo peor es que parte de esos fondos se utilizaron para comprar equipo computacional (como servidores) que podrían probar que el uso que dio Hilary del email personal para asuntos oficiales no fue sólo un error, sino una maniobra perfectamente calculada para dar acceso a los que contribuyeran con más dinero a la Fundación, a cambio de acceso privilegiado.
Hasta donde sabemos, la Fundación Clinton (sin fines de lucro) jamás se ha utilizado para otra cosa que apoyar políticas de salud, medio ambiente y equidad de género. Debido a eso y a otras cosas, lo hecho por los Clinton no sería ilegal, pero sí colindaría con lo poco ético. En fin… los que paradójicamente son sus adversarios, son quienes le están haciendo el caldo gordo a Trump. Ahora sí que para Trump aplicaría al revés el muy mexicano dicho de “sígueme ayudando, compadre”.
