jueves 09 mayo, 2024
Mujer es Más –
MARISSA RIVERA

Las batallas perdidas de las indígenas chiapanecas

Renuncia la alcaldesa de Chenalhó por salvar a dos legisladores.

Conocí a Domitila cuando llegó de Chiapas a la Ciudad de México, para trabajar en los quehaceres domésticos. Huyó de su padre, quien ya había intercambiado a una de sus hermanas, la primogénita, por dos vacas. Domi escapó para no ser la mercancía de un trato inhumano que provocan los “usos y costumbres”. No quiso ser canjeada por un animal, ni por 10 mil pesos ni por lo que le ofrecieran a su padre, a cambio de ser esposa de quien ella no quería. Como una  esclavitud disfrazada de “usos y costumbres”.  Y que, casi siempre los hombres utilizan a su antojo, dentro de la familia, la comunidad y por supuesto en la política.

Rosa Pérez Pérez (PVEM) es una de las mujeres del municipio indígena chiapaneco, Chenalhó; quien enfrentó una peligrosa batalla para el reconocimiento de sus derechos políticos, la llamada y poco practicada “igualdad de oportunidades políticas”.

La Constitución permite a los pueblos indígenas aplicar sus propios sistemas de solución de conflictos, y entre otras facultades, elegir de acuerdo a sus normas, a sus autoridades, “garantizando que las mujeres y los hombres indígenas disfrutarán y ejercerán su derecho a votar y ser votados en condiciones de igualdad”. “En ningún caso las prácticas comunitarias podrán limitar los derechos político-electorales de los y las ciudadanas en la elección de sus autoridades municipales”.

Ah, pues todo ello fue letra muerta en el caso de Rosa Pérez Pérez, alcaldesa de Chenalhó.

El pasado 26 de mayo, la primera mujer que gobernó ese municipio de los altos de Chiapas, después de 85 años de gobernanza masculina, tuvo que solicitar licencia y “renunciar” en medio de presiones, humillaciones y amenazas.

Desde un mes antes, varios inconformes, sobre todo, hombres, por no cumplir, supuestamente, con sus promesas de campaña, cuando apenas llevaba cinco meses en la alcaldía.

Sencilla, clara y contundente, Rosa lo narró así: “Hay una presión muy de los hombres. El fondo del conflicto es el machismo en el Municipio, porque están encabronados, no aceptan que esté gobernado por una mujer”.

La presión y el “encabronamiento” creció el 25 de mayo cuando un grupo de pobladores (puros hombres ninguna mujer) de Chenalhó, opositores a la alcaldesa, secuestró durante 24 horas al presidente del congreso estatal, Eduardo Ramírez Aguilar y al coordinador del PVEM, Carlos Penagos. A Ramírez Aguilar lo vistieron de mujer y lo exhibieron, porque entres sus usos y costumbres, que un varón porte el atuendo de una indígena tzotzil, es sinónimo de vergüenza.

Para liberarlos, obligaron a Rosa Pérez a renunciar a la alcaldía, quién había ganado en julio de 2015, con una diferencia de 2 mil 600 votos a su principal adversario.

La primera batalla electoral la había ganado a través de un plebiscito de “usos y costumbres” para poder ser candidata, pero nada sirvió. Rosa fue candidata, ganó la elección y cinco meses después tuvo que “pedir licencia” paran salvar a los dos legisladores.

Y así, sin ningún empacho y por encima de la Constitución, el Congreso Estatal nombró al síndico municipal, Miguel Santíz Álvarez, alcalde de Chenalhó.

¿Y que hizo el gobierno de Chiapas? Nada. Quitar a una mujer de un puesto público, que ganó con votos, no significó nada. Juan Carlos Gómez, secretario de gobierno estatal,  minimizó la obligada renuncia, al decir que “Chenalhó había regresado a la normalidad”

La defenestrada Rosa Pérez es la cuarta mujer en Chiapas que, aunque haya ganado en las urnas, fue obligada a pedir licencia para ser relevada por un hombre.

En febrero de 2015, indígenas tzeltales de Oxchuc, otro de los municipios de los altos de Chiapas, exigieron la destitución de María Gloria Gómez Sánchez (PVEM). En marzo, en Tila, los pobladores obligaron a la alcaldesa Fabiola Vázquez Ortiz (PVEM) renunciar, para que su esposo asumiera le presidencia de ese municipio. En el mismo mes, en Chanal; Olga Gómez (PRI), renunció bajo presiones y la presidencia municipal también quedó en manos de su marido.

¿Usos y costumbres o machismo político? En cualquier circunstanciase, violó la Constitución.

Hoy, ¿quién se acuerda de las alcaldesas chiapanecas?

 

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