González notó que el dirigente de su partido y él no eran los únicos en esa oficina…
—Señor, llegó el senador González… ¿lo paso?
—Sí, hágalo pasar, por favor. Le dijo el presidente del partido a su asistente.
El senador Jaime González era un político joven con una carrera brillante que comenzó con la dirigencia municipal del sector juvenil del partido. Fue regidor, presidente municipal, diputado local, presidente de su partido en su estado natal y había obtenido un espacio en el senado. Era también un dolor de muelas para su dirigente nacional desde que se sumó a promover la iniciativa ciudadana 3de3, que obligaría a los políticos con cargos públicos a presentar sus declaraciones fiscal, patrimonial y de conflicto de interés. Era de los que abanderaba que los documentos fueran totalmente públicos, aún en contra de lo que su partido promovía.
—Presidente, ¿cómo estás?
—Muy bien, senador. Gracias por aceptar la invitación.
González notó que el dirigente de su partido y él no eran los únicos en esa oficina. En una sala, al fondo de ese recinto en el que se sentía el poder, estaba Severiano Robles, un viejo líder sindical reconocido en su partido por ser el vocero eterno de las postulaciones importantes del partido del gobierno. Pero también era conocido que era portador de malas noticias para quien aspiraba a un nuevo cargo. Era un excelente operador que hacía desistir al más convencido aspirante a cualquier puesto de elección popular. Supo que su futuro cercano se estaba decidiendo.
—¿A qué debo el llamado, mi líder? Le dijo el legislador a Ramiro Sánchez, el presidente de su partido y aspirante a la candidatura presidencial que se decidiría en meses.
—Senador, sé que tienes muchos compromisos por cumplir esta tarde. Estoy enterado de que te vas a reunir con los miembros de las organizaciones civiles que promueven la iniciativa 3de3. Y como eres el presidente de la comisión anticorrupción en el Senado, de parte del señor presidente, del partido y sus sectores, te queremos hacer una muy respetuosa petición.
—Escucho, líder. Si está en mis manos, cuenta con que lo haremos. El legislador no se creyó sus palabras. Sabía que el presidente del Comité Nacional de su partido y el presidente de la República, se oponían a que las leyes anticorrupción desnudaran a los políticos en todo lo que poseían; el cómo lo habían obtenido y cuándo lo habían adquirido.
—Iré al grano, senador González; dijo el presidente Sánchez, en un tono grave. El presidente, el primer militante de nuestro partido, como te decía, nuestros dirigentes en cada uno de los pilares del partido y yo, personalmente, estamos en contra de que las organizaciones civiles se salgan con la suya. No podemos exponer a muchos de nuestros compañeros de sector y de partido, a exhibir sus posesiones y las de sus familiares. Primero, porque la situación de inseguridad que vive el país nos haría a todos, a ti incluido, mi querido senador; vulnerables ante el crimen organizado.
Ese argumento ya lo había escuchado González de varios de sus compañeros legisladores, y de uno que otro gobernador de su partido que se presentaban como voceros del resto de los mandatarios estatales.
El presidente de su partido seguía con sus argumentos:
—Mira, senador: en las condiciones actuales, ir con una legislación tan abierta, tan transparente, nos hace débiles ante quienes siempre nos han acusado de los males del país. Ni los azules ni los seguidores del Mesías, como le dicen a ese personaje algunos intelectuales, van a dejar pasar la oportunidad de acusarnos de ser corruptos. No cuando todavía están en la mente de la gente los escándalos, artificiales, por cierto, de las casas y departamentos del ciudadano presidente y de algunos miembros del gabinete.
Incómodo, el senador González miró fijamente a Sánchez. La petición que le hacía el presidente de su partido, lo ponía en las cuerdas. Su campaña para llegar al Senado se había sustentado, precisamente, en la lucha contra la corrupción en su estado, gobernado por un político opositor a su partido y conocido por sus graves actos de corrupción.
—Presidente, me comprometí a trabajar por una legislación que combatiera la corrupción. Estamos en condiciones de subirnos a la iniciativa ciudadana, que por cierto, sumó a más de 600 mil ciudadanos que la apoyan. Si logramos sacar esa ley, es seguro que recuperamos mi estado. Y eso no es poca cosa, recuerde, mi líder, que es el estado con el mayor padrón electoral del país.
—Lo sé, senador. Pero debemos tomar en cuenta que tenemos una oportunidad de sacar esas leyes sin tener que “balconear” a muchos de nuestros compañeros de partido. Incluso a muchos militantes de los partidos que se nos oponen.
—En la gira del presidente por mi estado –comenzó González a argumentar– me felicitó por estar trabajando hombro a hombro con las organizaciones civiles. Me dijo que me apoyaba incondicionalmente para sacar el 3de3 y que, en caso de que algo se trabara, le buscara para que él se pronunciara en favor del combate a la corrupción.
—También lo sé, senador. Hoy por la mañana desayuné con nuestro primer militante y me lo contó. Es más, yo como él, apoyo tu labor con los académicos e intelectuales. Además de algunos activistas que quieren que los que velamos por el desarrollo y la paz de la República, hagamos públicas todas y cada una de nuestras propiedades.
—Eso es algo por lo que ellos han peleado desde hace dos décadas, cuando menos; mencionó González.
—En efecto, y ahora están cerca de lograrlo, senador. Sin embargo, yo, el presidente, tu amigo, y el partido, te proponemos lo siguiente: estamos de acuerdo en que todos los miembros del servicio público, desde el presidente, hasta el jefe del Departamento más modesto de la administración, presiente las tres declaraciones, pero hay una salvedad; que las direcciones, los montos y las fechas en que cada uno de estos servidores de la Patria obtuvieron sus bienes, queden en secrecía si así lo decide cada servidor público. Si, por el contrario, quiere que se sepa el cómo y cuándo obtuvo sus propiedades, que quede bajo su potestad hacerlo público o no. ¿Qué te parece?
—No pasará con los miembros de la sociedad organizada, aseveró el senador González. Para ellos sería una derrota. Hemos trabajado con ellos esta ley y no hacer públicos esos datos sería causa de malestar, si no es que del rompimiento con ellos.
—Sabemos que tienes no sólo buena relación con ellos, sino que te escuchan. Te hacen caso. Confían en ti, senador.
Mañana, la siguiente entrega de “Una historia de 3de3”
(Los personajes, nombres y situaciones de este escrito son ficticios. Cualquier parecido con la realidad, es mera especulación de quien lo lee).
Fernando Coca: reportero por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Sus fuentes son la política, legislativa y electoral. Creyente de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en todos los ámbitos de la vida. Aprendiz de músico, lector insaciable y apasionado del cine. Trabaja en Televisa. Es jefe de Información de El Mañanero con Brozo y colaboró en Tercer Grado. Lo que aquí escribe es su personalísima opinión.