Corren los últimos días de enero y los políticos mexicanos han mostrado que son fieles seguidores de una corriente filosófica que muchos no alcanzan a comprender pero que para ellos es la única forma que encuentran para responder a sus actos: el pragmatismo.
El pragmatismo nació en los Estados Unidos a finales del siglo XIX. Los pragmáticos creen que el único medio para juzgar algo como verdadero en una doctrina social, religiosa o científica, consiste en considerar sus efectos prácticos. Lo verdadero es lo que funciona, sentencian.
Y todos los políticos que quieren la presidencia han demostrado ser pragmáticos.
Margarita Zavala supo que sólo podría contender por la presidencia si dejaba su militancia en el PAN. Si lo que funciona es tirar una militancia de más de 30 años con el propósito de alcanzar una candidatura, pues fuera el estorbo de ser militante y venga la candidatura, aún si es de “independiente”.
Un camino similar tomó otro presunto independiente como Armando Ríos Piter. El político guerrerense decidió que no ser candidato del PRD a gobernador de Guerrero, aun cuando punteaba en las preferencias. Mejor se quedó como senador y, cuando el tiempo propicio llegó, renunció a su partido y hoy quiere ser presidente.
Jaime Rodríguez, el gobernador de Nuevo León con licencia, también actuó como la señora Zavala y el senador Ríos; primero renunció al PRI, se transmutó en “independiente”, ganó la gubernatura, la que aseguró no dejaría hasta terminar el mandato porque era “inmoral andar de chapulín”. Pero como la moral es un árbol que da moras, Rodríguez no tuvo empacho en dejar el cargo. Lo que sirve es ser candidato, lo demás no importa.
Ricardo Anaya también es pragmático.
Si como presidente de un partido tienes que hacer a un lado a todos quienes te apoyaron para que hicieras política y crecieras, pues no hay de otra, hay que hacerlo. Más aún, si tienes que pelear con un expresidente y su esposa, esta última que aspira al mismo cargo que tú, pues que se vayan ellos. Anaya desbancó a Gustavo Madero, corrió a Margarita Zavala, negoció con Moreno Valle la candidatura de la conyugue de éste a la gubernatura de Puebla y todo por la candidatura presidencial del PAN.
Andrés Manuel López Obrador se convirtió en pragmático. En 2006 no aceptó la ayuda de la maestra Elba. Hoy, los cercanos a la ex lideresa magisterial están cerquísima de AMLO. También están detractores de otros tiempos de López Obrador como Sergio Mayer, Lilly Téllez y ¡Gabriela Cuevas!
No basta tener en las filas a Barttlet, a Romo, a Korrodi. Hay que sumar a más y más personas que, a pesar de haber sido los más crueles y crudo críticos del Proyecto Alternativo de Nación, tienen espacio en el movimiento de 2018. Pueden llevar votos y eso es suficiente.
Del PRD no podemos decir que son pragmáticos. No en estos momentos. Lo que ellos hacen es un acto de supervivencia.
El PRI también es pragmático. Quizá el más pragmático de todos.
Eligió entre los millones de mexicanos que no son militantes de ese partido a un “ciudadano” para postularlo. José Antonio Meade es un político de la alta burocracia mexicana que quiere ser presidente. Colaboró con el sistema desde su salida de la universidad y desde el gobierno priísta de Zedillo, y luego con los panistas de Fox y Calderón, hasta el priísta de Peña Nieto. Meade mostró que la verdad es estar en los cargos de la administración pública sin importar de qué partido o ideología sean.
Un acto más de pragmatismo: recibir a uno de sus más feroces detractores y hacerlo vocero de la campaña presidencial.
Charles Sanders, John Dewey y William James se sentirían muy orgullosos de los políticos mexicanos, nadie como ellos (los políticos) para confirmar que las ideas son provisionales y están sujetas al cambio. Y el cambio del 2018 en México, bien vale dejar las ideas, las ideologías, para mejor ocasión.