Igualdad para la mujer ha sido la revolución que aún no terminamos de ganar.
En su proceso transformador, las revoluciones renuevan también los escenarios sociales y los prototipos morales y educativos. El surgimiento del Estado mexicano tras la Revolución hace relevante voltear al feminismo mexicano.
En una sociedad al día de hoy machista, donde el concepto de feminismo a veces parece moda “millenial” para algunos, mientras para otros existe incomprensión entre feminismo y estudios de género, pensar que la ola feminista tiene antecedentes revolucionarios se escucha extravagante.
Vale la pena hurgar en la historia. Desde 1887, las mujeres mexicanas se introdujeron a la arena política. Prueba de ello es Laureana Wright de Kleinhans, escritora y precursora mexicana del feminismo mexicano, nacida en Taxco, Guerrero, e hija de padres estadunidenses.
La desigualdad social que prevalecía en el México porfirista la llevó a evidenciar su protesta, a través de editoriales referentes a la demanda del sufragio para la mujer y de equidad de género. Los escritos donde presentaba sus demandas fueron publicados en Violetas de Anáhuac, fundada y dirigida por ella hacia 1884 (cabe destacar que esa revista es considerada la primera de su tipo en México).
También está Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, quien fue editorialista y dio la batalla al lado de los icónicos hermanos Flores Magón, y se lanzó a la defensa del movimiento minero en el semanio Vésper. En esa misma vertiente editorial, Guadalupe Rojo Muda de Alvarado asumió la dirección de Juan Panadero, un periódico originario de Guadalajara y con posterior distribución en la Ciudad de México.
Desde otras trincheras, las obreras se organizaron para la defensa de sus condiciones de trabajo. Un ejemplo de ello se tiene con el colectivo de mujeres que participaron en la huelga de Río Blanco. En el intento por mantener la huelga, una de ellas, Lucrecia Toriz, perdió la vida.
En plena Revolución se fracturaron estereotipos de la mujer convencional y, posterior al movimiento armado, algunas feministas como Hermila Galindo se potencializaron al grado de contribuir a la celebración del primer Congreso feminista en Mérida, en el año de 1916.
En ese encuentro, Hermila promovió la educación sexual en las secundarias públicas para liberar a las mujeres de los embarazos no deseados, fue promotora tenaz de la educación laica y habló a favor de una sexualidad libre para las mujeres, con acceso a atención médica y servicios de prevención.
El siglo XX fue decisivo en la transición de la mujer mexicana: pasó de ser ayuda en labores domésticas y agrícolas para empezar a escalar posiciones en nuevos rubros, tanto industriales y sociales como políticos. Es precisamente la Revolución Mexicana ese parteaguas.
No obstante, en las últimas décadas la percepción sobre la mujer ha cambiado. La presencia femenina en la vida social no ha tenido el mismo reconocimiento. En el plano de sus derechos sexuales y reproductores, no ha habido un avance que sea acorde a lo esperado.
Mientras, el tabú y la moral cobran vidas y truncan sueños: México ocupa el primer lugar de embarazos adolescentes y más de 20 estados protegen ”el derecho a la vida desde la concepción”, lo cual es el eufemismo de penalizar a la mujer que quiere ejercer su derecho a decidir sobre la maternidad.
No cabe duda: igualdad para la mujer ha sido la revolución que aún no terminamos de ganar.