Por. María del Socorro Pensado Casanova
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La autonomía es la capacidad para decidir por uno mismo, mientras que la independencia es aquella para realizar lo que deseas sin depender de nadie. En un mundo donde la libertad de las personas está sujeta a garantizar su autonomía e independencia, nos enfrentamos a ciertos obstáculos que impiden su plena realización, en especial para las mujeres.
En el presente que habla de igualdad, pero no la práctica, y en el que hemos logrado identificar y tipificar distintos tipos y modalidades de violencia por razón de género, es fundamental hablar sobre la violencia económica y la manera en la que la autonomía y la independencia de muchas mujeres, se impide y pone en pausa cuando se ejerce.
De acuerdo con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), la violencia económica es toda acción u omisión de un agresor que afecta la supervivencia económica de las víctimas. Algunas de las acciones en las que es posible reconocer el ejercicio de la violencia económica son: controlar el dinero, limitar acceso a servicios o recursos, motivar y provocar una dependencia de carácter forzado, privar de bienes y hacer un uso del dinero para dominar, manipular y castigar, entre otros actos que son realizados sin el consentimiento de las víctimas y que afectan sus proyectos de vida.
Si bien la violencia de tipo económica es otra de las violencias que no deja marcas visibles en el físico, sí lo hace en la salud mental, así como en llevar a cabo la privación de las mujeres para tomar decisiones por sí mismas, desarrollar y disfrutar de sus planes. El matiz de buscar vivir en una sana convivencia y querer cumplir los estándares impuestos de una familia unida y feliz, por ejemplo, son motivos suficientes para soportar y callar la violencia económica que se ejerce en contra de las víctimas.
Para una mujer, la falta de generar recursos económicos propios es la principal causa por la que no tiene otra opción más que aguantar permanecer en el hogar o espacio donde es violentada, pudiendo sufrir además de la violencia económica otros tipos como física, psicológica y sexual. Esto podría parecer imposible luego de conocer que existen centros de justicia, unidades de atención y refugios en los que las víctimas pueden acudir a solicitar apoyo, sin embargo, no lo es, y ocurre con más frecuencia de lo que imaginamos en cualquier entorno sea familiar o laboral.
Refiriéndonos a la violencia económica en el ámbito familiar, encontramos los acuerdos de parejas en los que únicamente trabaja y recibe ingresos el hombre mientras que la mujer permanece en casa, que siguen existiendo y su normalización va más allá de lo esperado. Frente a estos casos existen otros factores que inciden en un aumento de las agresiones, como lo son la condición de migrante, racial, y de clase social.
Una mujer migrante que no encuentra trabajo fácilmente lejos de su tierra natal, pero que habita con su pareja originaria del país en el que residen, puede sufrir una mayor vulneración del dinero disponible, recibir críticas y limitaciones a la comida que consume y a recursos básicos, como medicinas.
Por otro lado, haciendo a un lado la condición migratoria, cuando una mujer vive con su pareja, pero no trabaja y tampoco recibe una remuneración económica propia, puede ser violentada y condicionada para recibir dinero siempre y cuando cuide, cocine, limpie y realice otras “tareas domésticas”. Además, están los supuestos en los que, si ambos trabajan, el hombre se dirige a controlar sus ingresos y gastos a través de la revisión constante de cuentas bancarias y administración de los recursos de la víctima, incluso haciéndolo en el espacio digital, lo cual también constituye ciberviolencia de género.
De igual manera, se presentan los impedimentos al uso de bienes en común con el argumento de que la víctima no los adquirió, que resultan en una manipulación del patrimonio, aprovechándose de una “sociedad conyugal”, o de negarse a pagar los gastos de las hijas e hijos de ambos.
¿Cómo puede el Estado combatir la violencia económica? ¿Son suficientes los apoyos económicos que se brindan a las mujeres víctimas de violencia? ¿Es otra de las consecuencias frente a la falta de formación en materia de igualdad? ¿Seguimos siendo testigos de modelos patriarcales que someten a las mujeres a soportar abusos? De independencias y autonomías la vida diaria se trata.
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