lunes 10 noviembre, 2025
Mujer es Más –

 

El amor nos salva, hay que perderle el miedo a la vida.
Rosa Montero

 

Por. María del Socorro Pensado Casanova

X: @mariaaspc / IG: @pcasanovams

 

 ¿Qué sucede cuando escuchamos que alguien es incapaz de lavar la ropa de la persona a la que ama y con la que vive? 

Muchos hombres descalifican a las feministas asegurando que son los enemigos más viles y crueles de la existencia. A su vez, muchas mujeres utilizan el slogan del feminismo como la llave secreta para despreciar a los hombres. Ambas versiones olvidan que la igualdad de género, esa misma que persigue el feminismo, incluye a todas las personas. Ni una ni otra postura se acerca a la realidad. Sí, quizá todos tenemos ilusiones ópticas y criterios distintos, pero no hay banderas culturales, políticas o sociales que sean válidas para romper la cordialidad que debemos vivir en la vida diaria.

Hoy ya debería ser evidente que las tareas del hogar se toman en común acuerdo en la vida de las parejas, pero en muchas no lo es. Históricamente las mujeres hemos luchado años para eliminar el rol femenino que obliga a realizar todos los deberes domésticos, y lo hemos conseguido. Sin embargo, esto no se trata de una competencia, ni de la búsqueda por ocupar un lugar que ya nos pertenece al ser personas, sencillamente es llevar a cabo responsabilidades de la misma manera sin distinción del género.

Entonces, ¿por qué las tareas del hogar permanecen enfrentando una batalla? El dilema va más allá de alcanzar la igualdad, ya que se ha iniciado una continua defensa de libertades personales a capa y espada, antes de aceptar la realización de cualquier cuestión doméstica. Ser feminista no equivale a no querer realizar ninguna labor en el hogar, a dejar de llevar un vaso de agua, o a dejar de querer a tu pareja por serlo e intentar humillarla.

Las tareas domésticas no tienen por qué verse como una problemática para saber quién las realiza, ni tampoco hay razón para que generen un tipo de manipulación dentro del hogar que resulte en el ejercicio de violencia emocional o psicológica. Pero está sucediendo, disfrazar el ejercicio de la violencia emocional con actos de “amor propio” que en realidad menosprecian al otro, ahora es una de las tareas más habituales. La violencia emocional no se ve, pero se ejerce.

Es difícil identificar, reconocer y saber parar el daño que recibimos o aquél que provocamos con simples actos como no ser empáticos o compartidos en las tareas de un hogar ideal. Esto no significa que tengamos que eliminar nuestros límites, responde a la necesidad de comunicarnos y hablar todo lo que sea necesario para una sana convivencia. Nadie tiene la obligación de recibir humillaciones o de eliminar sus límites, pero es insostenible una relación en la que todo se divide sin llegar a un acuerdo, que impone la práctica de ideologías separatistas que defienden que las mujeres o que los hombres no pueden o no deben realizar tal o cual cosa. 

Lavar la ropa, los trastes, barrer, fregar el suelo son tareas compartidas, sencillamente no estamos abriendo camino a la igualdad si nos negamos a realizar actividades en casa, a ceder y a comprender. Un hogar se forma con amor, y el amor también es querer servir, procurar y tener detalles. Un hogar no tiene por qué convertirse en un espacio de guerra interminable de egos traducidos en “tú haces lo tuyo y yo hago lo mío”. El amor es compartir y hacer lo que nazca del corazón, es salir adelante en un proyecto de vida en común.

El maltrato psicológico no conoce de géneros y puede presentarse a través de la dependencia afectiva y la manipulación. Procura evitar la invasión del espacio íntimo, tranquilidad y tiempo de tu pareja. Genera ambientes sin hostilidad y desconfianza, en los que el miedo, la vergüenza y la culpa tomen el control para apoderarse de la seguridad. ¿Acaso estamos creando nuevos roles de poder? ¿Buscamos controlar todo y olvidar que una vida en común es compartir responsabilidades?

Normalizar las actitudes de control y la manipulación para que una sola persona realice todos los deberes del hogar es permitir el ejercicio de la violencia. Jamás se podrá reemplazar la importancia de hablar y de compartir la realización conjunta de todas las tareas en un hogar ideal.

 


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