lunes 03 noviembre, 2025
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COLUMNA INVITADA: Cargas de vida

Por. María del Socorro Pensado Casanova

X: @mariaaspc / IG: @pcasanovams

 

Crecí en un hogar donde mi abuela dedicó toda su vida a los cuidados de un hijo con atrofia cerebral y autismo, y en el que a todas las mujeres que formaron parte de su historia nos enseñó a cubrir las necesidades de la familia como una obligación y no como una alternativa. Una obligación que ella la hacía parecer muy bonita, porque mi abuela era feliz, de eso no tengo duda, sin embargo, sacrificó todas las libertades y las oportunidades posibles que podría haber tenido después de casarse y al haber tenido un hijo con una discapacidad.

Para mí, así como para muchas otras familias que conviven y tienen el privilegio de tener bajo su techo a personas con discapacidad, el derecho a los cuidados no solamente representa uno de los derechos humanos emergentes para su protección en este Siglo XXI, es un derecho aprendido, y también una obligación familiar cuando no existe otra opción más que seguir el ejemplo de cuidar.

Los cuidados en la familia son hereditarios, y la costumbre de menoscabar a la persona que cuida por argumentar que no tiene nada más que hacer que cuidar a la persona con discapacidad resulta en una de las mayores vulneraciones a los derechos de integridad y libertad personales de las cuidadoras. La falta de una remuneración económica por cumplir con las mal llamadas obligaciones familiares, y no tener un trabajo estable, permite el ejercicio de la violencia y la discriminación entre los propios integrantes de una familia.

Si bien, existen familias cuyos medios económicos les permiten contratar a personas ajenas de su entorno para atender a sus familiares con discapacidad o internarlos en instituciones de servicios de cuidados, no todas corren con la misma suerte, y muchas de ellas son las que cuidan a sus propios familiares. Es así, como los roles de género permanecen históricamente para influir en la toma de decisión de quién cuida a los familiares, la mujer como señora de la casa y el hombre encargado de la economía que sustenta. En primer lugar, la madre, la abuela, la tía, la hermana, la sobrina, la nieta, pero siempre la mujer.

Los cuidados no son cargas de vida, pero así lo han hecho sentir el camino patriarcal que recorren día a día las mujeres cuidadoras. ¿Por qué las mujeres van en primer orden para cuidar? Porque de manera errónea ellas son las responsables de que algo no vaya bien con la familia, porque ellas son las que nos dieron la vida, porque están obligadas a ser cariñosas, sumisas y silenciadas a través de una falsa imagen de amor, y porque en una familia es más sencillo copiar modelos de machismo que asumir responsabilidades conjuntas.

Las políticas públicas actuales de la Secretaría de Mujeres promueven la igualdad para cuidar y hoy nuestro gobierno federal defiende el derecho al cuidado, sin embargo, la corresponsabilidad del Estado con las familias es un trabajo bastante complejo, acercarse y brindar ayuda a todas las familias es un reto que persiste.

La realidad que enfrentan las familias de 8.8 millones de personas con discapacidad en México (INEGI, 2023) es dura y fría, repleta de barreras para lograr el acceso a la atención integral destinada a este grupo vulnerable. Muchas veces las dificultades se deben al desconocimiento de que existen apoyos, otras más por las limitantes de traslado, y no se quedan atrás, los estigmas y la discriminación que aún se ejercen y presentan contra las personas que tienen una discapacidad y sus familiares.

No se puede culpar a quienes en el pasado llamaron cargas de vida a los cuidados porque no tuvieron herramientas para reconocer y defender los derechos de las personas con discapacidad y de sus familiares cuidadoras. No obstante, hoy constituye un delito ejercer violencia de género en el ámbito familiar, considerar a las mujeres como únicas cuidadoras y obligarlas a limitar su vida por estar a cargo de un cuidado ha dejado de ser una opción.

Seamos más comprensivos y empáticos cada vez que veamos una historia de cuidadoras y de personas con discapacidad. No siempre es posible la opción de realizarse un examen para conocer cómo viene el producto y elegir el aborto antes que dar a luz a una persona con discapacidad.

 


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