lunes 27 octubre, 2025
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COLUMNA INVITADA: Entre el deseo y los derechos sexuales

Por. María del Socorro Pensado Casanova

X: @mariaaspc / IG: @pcasanovams

El deseo de poseer el cuerpo de una persona se ha convertido en una experiencia aclamada por la sociedad, olvidando que no somos propiedad de nadie, y dejando atrás la importancia de ejercer nuestras libertades para elegir y consentir lo que hacemos y con quién decidimos estar.

La pornografía ha distorsionado el ejercicio y goce de los derechos sexuales extralimitando las prácticas de violencia. Principios como la libertad y la autonomía, en los que el consentimiento es la base para tomar la decisión de la persona con la que nos relacionamos de manera afectiva se desvanecen entre la vida virtual y presencial. Ahora se siguen los modelos que el contenido pornográfico muestra, en los que el poder y sometimiento lo son todo. La “ideal” vida sexual se disfraza de personajes en los que una sola persona es quien manda y la otra debe mostrar obediencia, ya que de no cumplirlo recibe un correctivo.

La búsqueda por satisfacer el deseo erótico, no debe vulnerar los derechos sexuales de otras personas incluyendo los propios. Más allá de las prácticas sexuales que han sido expuestas y seguidas desde hace cientos de años, así como de la evolución que ha experimentado el mundo pornográfico gracias a medios digitales, hoy, la distorsión de la sexualidad busca la aceptación de agresiones constitutivas de violaciones a derechos humanos. Graves faltas como el abuso, el acoso, las violaciones sexuales, la mutilación genital, el exhibicionismo, la provocación y la explotación son algunas conductas ilícitas de naturaleza sexual.

Aquí se pone en evidencia la satisfacción del deseo personal por encima del respeto a los derechos sexuales de otra persona. La erradicación y prevención de la violencia sexual resultan imprescindibles para asegurar la integridad y el bienestar de cualquiera. Sin embargo, no es tan sencillo adentrarse en la mente de las personas agresoras que cometen estos delitos para conocer sus razones íntimas, y así prevenir y evitar su repetición. Tampoco es fácil evidenciar todos los actos que promueven el modelo de violencia pornográfico, como lo son la música que incita y reivindica la posesión y el sometimiento, los bailes sexuales, entre otros.

Con el ejercicio de la violencia sexual también se manifiesta una tolerancia social y moral, donde el género de una persona es tomado para causarle un mayor daño y perjuicio. Las construcciones culturales que aprendemos con el paso del tiempo, también conocidas como roles de género, denotan poder, y así, justifican y respaldan la violencia de género de tipo sexual.

De esta manera, las raíces culturales de agresividad son utilizadas para fundamentar todo tipo de argumentos como “Eres de mi propiedad”, “Contigo puedo hacer todo lo que yo deseo”, “Tu única función es servirme”, entre otras frases cuyo significado va más allá de la posesión y el sometimiento. La realidad es que la violencia sexual se ha disfrazado también de romanticismos para ocultar agresiones, o bien, enmascarar los daños y continuar su reproducción.

Es difícil reconocer la agresión e identificar la violencia sexual cuando existe una latente búsqueda por cumplir y satisfacer nuestros deseos sexuales o los de nuestra pareja. No obstante, hay que ser firmes con nuestras convicciones, informarnos, solicitar apoyo, y no dejarnos llevar por la influencia de otras personas, o de la pornografía misma para agredir o permitir que nos hagan daño.

De igual manera hay que tener presente que la salud mental siempre se verá perjudicada cuando lesionan nuestros derechos de integridad y seguridad personales. Por esto, las violaciones a los derechos de intimidad con la difusión de videos de contenido sexual íntimo, así como el recibir un trato que denigra y humilla a nuestra persona debe ser denunciado y sin sentir vergüenza alguna.

Se habla mucho sobre la protección a los derechos sexuales y reproductivos, la libertad de la pornografía, la diversidad y la igualdad, pero poco se habla de cómo promovemos la violencia sexual sin absoluto remordimiento. Sí, lo hacemos manteniendo un humor negro sobre temas sexuales, repitiendo modelos machistas, y compartiendo material audiovisual violento y denigrante.

Debemos ejercer nuestra libertad y autonomía sexual al tiempo de respetar las de todas las personas. Reconocer que los mensajes de erotización de la violencia sexual pueden estar en cualquier realidad virtual o física, y no por eso deben normalizarse. La decisión está en nosotros, el cambio depende de las acciones que llevamos a cabo para prevenir que ejerzamos violencia sexual sobre una persona, o que seamos una víctima más de ella.


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