miércoles 08 octubre, 2025
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COLUMNA INVITADA Neurociencias y ciencias políticas: un diálogo necesario

Por. Andrea Ramírez Valdés

IG: @masha_y_sus_libros

 

El sábado pasado tuve la oportunidad de participar en un curso de neuroanatomía, con el atractivo de diseccionar un cerebro real. ¿Qué mejor oportunidad para conocer la compleja masa que dicta nuestras vidas? El propio curso me regaló más de lo esperado, reafirmando mi compromiso por abogar a favor de la importancia de abrir el diálogo interdisciplinario entre las ciencias sociales y las neurociencias.

Antes de abordar lo anterior, cabría aclarar por qué la fascinación por estudiar el órgano que reside entre nuestras orejas. Dentro de su complejidad se tejen varios misterios, entre neuronas y glías, que no es sencillo desenredar. Uno se vuelve consciente de su complejidad cuando se pregunta por dónde transitan nuestras ideas, pensamientos, emociones.

Su estudio ha sido precursor de diversos debates históricos, desde la localización de las funciones cerebrales, hasta la cuestión de la consciencia. Todas estas inquietudes son el motor que propició el avance en el estudio del cerebro. Y son esos avances los que nos permiten comprender diversos aspectos sobre el comportamiento, la conformación biológica-cultura y el constructo de la realidad.

En años recientes, los aportes de las neurociencias han permitido una comprensión más profunda en otras áreas del conocimiento, tales como la sociología, la antropología y la política. Por ejemplo, las neurociencias han permitido entender el surgimiento del conflicto a partir de sus componentes biológicos.

Sin embargo, no siempre se abre el diálogo entre las ciencias políticas y las neurociencias. Algunas disciplinas se muestran recelosas de lo que tienen que decir los neurocientíficos. Por ello, el tomar este curso fue revelador en diversos sentidos.

En primer lugar, me impresionó ser la única persona proveniente de las ciencias sociales y humanidades. Al tratarse de un curso abierto para todo tipo de perfiles, habría imaginado que encontraría carreras como antropólogos, sociólogos o filósofos, incluso los mismos participantes se mostraron decepcionados de no contar con uno entre nosotros. La mayoría de ellos provenían de los campos de la medicina, la psicología y la odontología.

Sin embargo, me sorprendió escuchar a los participantes citar autores de las ciencias políticas: Aristóteles, Foucault, Chomsky, por mencionar algunos. Ello reflejaba tanto su pasión por las neurociencias como por el conocimiento. Y, consiguientemente, su interés por profundizar sus inquietudes desde otras perspectivas teóricas.

Además, que se compartiera la preocupación sobre la falta de la complejización de los problemas fue muy gratificante. A raíz de una serie de preguntas que surgían en torno al origen anatómico de ciertas patologías, se discutía como el origen no siempre residía en el cerebro, sino en otros órganos del cuerpo. “Se nos olvida que estamos conformados por sistemas” comentó una de las participantes.

Me fue grato ver como varios de los asistentes comenzaron a dar ejemplos de cómo la raíz de un mal diagnóstico surgía cuando se ignoraba la interconexión de varios sistemas. No basta con abordar un problema desde un solo ángulo, sino de entenderlo en su totalidad a través del conocimiento que aportan otros campos de estudio.

Es necesario entender los múltiples sistemas y factores, tanto endógenos como exógenos, que interactúan con el cerebro. Los factores sociales también juegan un papel importante dentro de estos. Entender cómo afectan y son afectados por el cerebro resulta revelador para comprender los fenómenos sociales que nos acontecen.

Siendo el humano el zoon politikon de Aristóteles, es impensable separar la biología de la cultura en su estudio. Sin caer en el dilema del huevo y la gallina, ambos aportan puntos claves en la comprensión del humano y su mundo. Integrarlos en el estudio de la realidad social implica una comprensión completa de sí mismo.

Su interacción puede promover la generación de nuevos métodos y teorías tan necesarios en las ciencias políticas. Para poder llevar a cabo lo anterior se requiere de la disposición de escuchar lo que tiene que decir cada parte, así como colaborar en la investigación de los problemas. Comprender el quehacer de cada disciplina conlleva a lo anterior.

La reflexión con la que me quedo del curso es la siguiente: dialogar entre disciplinas es necesario para ir construyendo el rompecabezas que llamamos realidad. De manera indirecta, fue una invitación para cruzar las fronteras que encasillan las áreas de conocimiento y aperturan nuestra manera de aproximarnos a la realidad.

 

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