¿Cuántos funcionarios y políticos han sufrido nuestro escarnio por dejar al descubierto su prepotencia?
No voy a meterme con el tema del alcohol. Porque al respecto sostengo desde siempre que somos una sociedad de doble moral. Pretendemos descalificar de facto a quienes consumen bebidas espirituosas, mientras éstas amenizan la vida de millones. Sin embargo, considero que las conductas desplegadas bajo los efectos del alcohol no pueden ser disculpadas por definición.
Cuántos funcionarios y políticos han sufrido nuestro escarnio por dejar al descubierto su prepotencia y hemos exigido castigo. Desde el despido de sus cargos públicos hasta el torito para el emblemático caso del Niño Verde.
Admito que, como escribió Patricia Betaza, es nefasto difundir el video de una persona en estado etílico y más si se trata de una mujer víctima de violación. El problema es que las imágenes ya se dieron a conocer y están ahí: terribles, descarnadas, evidenciando la prepotencia de Yndira Sandoval.
El problema es que al margen del asunto controvertido de si deben o no darse a conocer los videos que se toman en situaciones sujetas al litigio de la justicia, cuando ésta se encuentra en curso, la activista social no tuvo reparo en maltratar a los elementos de seguridad.
Siento mucho tener que desandar mis palabras de este domingo 22 de octubre, cuando nos solidarizamos con la defensora de los derechos de la mujer que declaraba haber sido víctima de violación por parte de una policía.
Lo siento mucho porque es posible que incurra en una revictimización que, en abstracto, en teoría, en el papel, rechazo por principio. Pero la altanería, la sorna, el desprecio mostrados por Yndira Sandoval en el video hacia los uniformados, me generan una decepción inconsolable.
Porque además ese tono de superioridad que ella transmite es muy común en quienes desde el discurso de los derechos humanos son incapaces de construir con sus acciones una pedagogía a favor de su causa. Yndira representa en ese video el insoportable sentimiento de superioridad que los habitantes de lo políticamente correcto ejercen en nombre de sus banderas.
Asumo que la justicia debería hacer su trabajo y deslindar responsabilidades y si hubo violación, castigar a la acusada. Pero desde ya pienso que Yndira ha recibido la sanción social negativa que merece cualquier acto de prepotencia.