Por. Marissa Rivera
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Traje oscuro, corbata guinda, cabello blanco desaliñado, pero feliz, radiante.
Era el uno de diciembre de 2018 , tomaba posesión Andrés Manuel López Obrador como presidente de México.
A su izquierda un político inolvidable que se distanció de él, por diferencias irreconciliables (Porfirio Muñoz Ledo). Enseguida el presidente que con su “Casa Blanca” fue un símbolo de corrupción (Enrique Peña Nieto) y al final el diputado que promovió un litro de leche “Betty”, por 2 pesos con 50 centavos, pero, contaminado con materia fecal (Martí Batres Guadarrama).
A su derecha el entonces ministro de la hoy desvencijada Suprema Corte de Justicia de la Nación (Luis María Aguilar).
Las loas, las porras, las consignas positivas y el “si se pudo”, no lo dejaban hablar. Hasta que la parranda morenista dio paso al acto solemne. Y se soltó.
En casi dos horas mencionó 24 veces la palabra que lo llevó a la Presidencia.
Como candidato, su narrativa contra la corrupción provocó un cambio en México y fue el presidente más votado de la historia, hasta que lo superó la actual presidenta.
La antepenúltima vez que estuvo en el recinto de la Cámara de Diputados fue en el 2005 cuando lo desaforaron y dijo algo que hoy es un anillo al dedo: “Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia”.
Y así fue, hoy la historia lo está juzgando por lo que dijo la siguiente vez que se paró ante el Congreso: “si me piden que exprese en una frase el plan del nuevo gobierno, respondo: acabar con la corrupción y con la impunidad”.
En ese momento, embriagado de poder, dijo: “un buen juez por la casa empieza. Pondremos orden en la cúpula del poder, porque la corrupción se promueve y se practica fundamentalmente desde lo alto hacia los niveles inferiores. Es decir, vamos a limpiar al gobierno de corrupción de arriba para abajo, como se limpian las escaleras”.
Pero ni combatió la corrupción, menos la impunidad del crimen organizado, ni liberó fondos para impulsar el desarrollo de México.
Dirían los que saben, “salió peor que los anteriores”.
Hoy, somos un país más corrupto que hace 13 años. Gracias a su combate a la corrupción obtuvimos el peor resultado en más de una década en el Índice de Percepción de la Corrupción.
Ocupamos el horroroso 140 de 180 países evaluados.
Y de los 38 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) somos el último lugar y del G20 el penúltimo, solo somos menos corruptos que Rusia. Nada que aplaudir.
No combatió el influyentismo, a su hermano lo evidenciaron recibiendo dinero, su exjefe Ignacio Ovalle ocupó una oficina que desvió 12 mil millones de pesos (más que la estafa maestra de Peña Nieto), no castigó a ningún pez gordo señalado de corrupción, no acabó con la impunidad, se alió de gente que detestó como Manuel Bartlett.
El Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado es un órgano fraudulento que desvió recursos; hubo corrupción en adquisiciones durante la pandemia, en el IMSS, también en el Ejército y la Guardia Nacional.
Hay denuncias que involucran a amigos de sus hijos en contratos millonarios que les dio el gobierno federal.
Nos engañó a todos. A los que le aplaudieron y a los que no.
Con Peña Nieto 12 gobernadores fueron sometidos a procesos judiciales por delitos como corrupción, desvío de recursos públicos, abuso de funciones, nepotismo, lavado de dinero y narcotráfico, por ejemplo.
Con él, por lo menos 13 gobernadores fueron señalados por los mismos delitos, pero ninguno tiene una investigación abierta ni muchos menos ha sido procesado.
Pero hay un tema de mayor preocupación durante los seis años de la anterior administración se abrieron 125 mil 543 carpetas de investigación contra servidores públicos, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Ayer, la presidenta tuvo que aguantar los datos y aceptó que contra la corrupción hay que “seguir apretando las tuercas”.
Las promesas de hace seis años están en el suelo.
No se quiso o no se pudo.
Lo único cierto es que fue un engaño. La corrupción sigue y demostraron que son peores.