miércoles 13 noviembre, 2024
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BÁRBARA LEJTIK COLUMNAS

CEREBRO 50: Muñecas rotas

Por. Bárbara Lejtik

@barlejtik

 

Esta semana tuve un montón de no sé cómo decirlo, advertencias, estímulos, recordatorios sobre lo grave que es en esta sociedad envejecer. Vi la película Sustancia, que por cierto me pareció buenísima, no de los niveles de Cronenberg como algunos especularon, pero sin duda es una increíble parodia a la sociedad y la forma tan cruel como trata la vejez, especialmente la de las mujeres, con quienes somos todos y todas implacables. En esta película llevan al extremo lo que una mujer es capaz de hacer y los riesgos que toma por recuperar la apariencia juvenil orillada por sus propios traumas, pero sobre todo por los señalamientos y las exigencias de los medios que no perdonan que una mujer deje de ser joven por muy bella, talentosa y exitosa que sea.

Puede parecer exageración pero todas en algún momento nos hemos por lo menos visto tentadas a tomar algún medicamento que nos ofrezca bajar de peso sin conocer sus ingredientes ni sus repercusiones. O hemos coqueteado o sucumbido con la idea de inyectar sustancias en nuestro cuerpo para paralizar los músculos o rellenar espacios con tal de ocultar los signos de la edad, nos hemos añadido implantes. Ha habido casos gravísimos y mortales en los que mujeres y hombres han quedado completamente deformados, mucho peor de lo que tanto tenían que era verse de su edad o más grave aun, perdido algún miembro del cuerpo, la salud o la vida.

Escuché por ahí una crítica que hacían -por cierto mujeres- a las hijas de Sylvia Pinal por mostrarla “En este estado” o sea que después de haber sido tan bella nos la permitan ver como está ahora quitándole dignidad y humillándola. ¿Y cuál es el estado? Pues que a la pobre mujer le pasó lo mejor que le puede pasar a cualquier persona, envejeció y rebasó los 90 años, sana y rodeada de su familia, lo que debería ser el sueño de cualquiera. Pero no, a la gente le parece que no tenemos porqué verla así y que mejor sería reconocerla como fue en su juventud ¿Qué culpa tiene ella de no morirse? ¿Ya no tiene derecho entonces a salir a la calle?

La gerascofobia hace referencia al miedo irracional o aversión a envejecer y como si no fuera suficiente con todo lo que cargamos las mujeres, no podemos resignarnos a dejar de ser jóvenes, como si esto fuese una opción, como si al sumar años -a diferencia de los hombres- nuestro valor se depreciará y ofendiéramos con nuestra presencia. Como si el perder la juventud y la belleza de los estándares sociales debiéramos ser prudentes y discretas para dejar de existir y no molestar los ojos de los que nos ven.

Cual muñecas rotas, tarde o temprano acabamos catalogadas, ya sea porque perdemos con la maternidad la figura esbelta, con los años la juventud y con los divorcios el derecho a ser.

Nos ven y nos vemos a nosotras mismas como muñecas rotas después de una ruptura, de perder un empleo, cuando llegamos a cierta edad y dejamos de ser fértiles, incluso aunque no nos hubiese interesado la maternidad, al final dejamos de servir, somos objetivadas una y otra vez y, peor aún, siendo víctimas de la sociedad nos victimízanos a nosotras mismas cayendo en el siniestro juego en el que sólo las farmacéuticas y las clínicas de rejuvenecimiento y cirugías estéticas ganan.

Al final nos lo dijo siempre Disney, las brujas son las señoras viejas y feas que odian a las princesas por su belleza y juventud que las hace merecedoras del príncipe, pero lo que no saben es que mañana serán madrastras también.

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