lunes 30 septiembre, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

¡Paren el mundo, que Mafalda cumple 60 años!

Por. Boris Berenzon Gorn

 

El 29 de septiembre de 1964, Mafalda hizo su aparición en la revista Primera Plana de Buenos Aires y, ayer, celebró sus 60 años sin perder su frescura ni su relevancia. Su humor incisivo y mordaz ha convertido a esta célebre creación de Quino en un poderoso símbolo de crítica social, política, histórica, antropológica e incluso filosófica. Desde su primera aparición, Mafalda ha ofrecido una mirada profunda sobre la realidad, desafiando normas establecidas y explorando el sentido del mundo adulto.

A lo largo de estas seis décadas, este personaje ha logrado captar la esencia de las preocupaciones de su tiempo, adaptándose a las inquietudes contemporáneas. Su curiosidad insaciable y actitud crítica la convierten en la voz que se atreve a plantear preguntas incómodas. Umberto Eco, el semiólogo mayor de nuestra época, la denominó ‘’la heroína de nuestro tiempo” y la presentó al público europeo, reconociendo su relevancia en un contexto global.

Mafalda no es solo un personaje de tiras cómicas; es un espejo de la sociedad que refleja las contradicciones e interpretación del mundo en el que nace, así como de la historia de su propia leyenda como una lectura de la cultura. En cada viñeta, su mirada crítica nos invita a reflexionar sobre temas como la paz, la justicia y la igualdad, convirtiéndose en un faro de resistencia y pensamiento crítico. A medida que las dinámicas sociales y políticas se modifican, Mafalda se mantiene como un símbolo atemporal, instándonos a pensar sobre nuestras realidades y a comprometernos con un futuro más justo y humano.

Su forma de abordar temáticas históricas, como las tensiones de la Guerra Fría y los efectos de la dictadura en Argentina, le confiere una relevancia que perdura y se adapta a nuevas realidades. Desde una perspectiva antropológica, Mafalda invita a reflexionar sobre las dinámicas familiares y sociales que moldean nuestra identidad. Sus diálogos fecundos con Susanita, Felipe y Manolito enriquecen el debate sobre la formación de valores y creencias en la ingenuidad, crucial no solo para entender las relaciones interpersonales, sino también para examinar las estructuras culturales que influyen en la condición humana.

Filosóficamente, plantea interrogantes fundamentales sobre la existencia, la ética y el propósito de la vida. Frases icónicas como “¿Por qué será que a los que nos gusta pensar nos resulta tan difícil encontrar trabajo?” nos invitan a reflexionar sobre el valor del pensamiento crítico en una sociedad que, a menudo, premia la conformidad. Esta búsqueda de sentido y verdad es un tema central en la filosofía, y Mafalda lo aborda con una frescura que resuena en diversas generaciones. En cada tira, se manifiesta la incomprensión de una niña que, a pesar de su corta edad, reconoce que la vida está llena de contradicciones que merecen ser analizadas.

La genialidad de Quino radica no solo en la creación de un personaje entrañable, sino en su capacidad para abordar temas profundos y a menudo incómodos con humor mordaz. Los diálogos de Mafalda con otros personajes reflejan una amplia gama de perspectivas sobre la vida, contrastando su visión crítica con la conformidad y el pesimismo que a menudo caracteriza a los adultos. Esta dinámica enriquece el contenido y lo hace más accesible y relevante para el público.

En el contexto actual, Mafalda sigue siendo un referente poderoso, especialmente en la era digital. Las redes sociales han proporcionado un nuevo espacio donde su mensaje puede resonar con nuevas generaciones. Jóvenes que, aunque no vivieron los tiempos de Mafalda, encuentran en sus viñetas una resonancia de sus propias inquietudes. Frases memorables como “¡Paren el mundo, que me quiero bajar!” se convierten en lemas que expresan la necesidad de escapar de las complicaciones de la vida moderna, un grito amplificado en un mundo lleno de incertidumbres.

El fenómeno de la viralidad en las redes sociales ha permitido que las ideas de Mafalda se compartan y reinterpreten de manera creativa. Esta reinterpretación no solo mantiene viva su voz, sino que también invita a nuevas reflexiones. Los memes y publicaciones que hacen referencia a sus frases emblemáticas evidencian la universalidad de su mensaje, permitiendo que las nuevas generaciones se identifiquen con sus preocupaciones.

Una de las preguntas más incisivas que plantea Mafalda es: “¿Por qué será que a los que nos gusta pensar nos resulta tan difícil encontrar trabajo?”. Esta reflexión aborda el valor del pensamiento crítico en una sociedad que, a menudo, premia la conformidad. En un mundo laboral competitivo y deshumanizado, esta pregunta cobra relevancia, ya que muchos jóvenes enfrentan un sistema que parece desincentivar la creatividad.

Mafalda también incluye una crítica a la deshumanización que puede surgir en la era digital. Aunque las redes sociales pueden fomentar el diálogo, también propician la polarización y simplifican debates complejos. La ironía de Mafalda nos invita a preguntarnos por  la cultura digital contemporánea, donde la rapidez y la viralidad a menudo sacrifican la profundidad. Este fenómeno plantea un desafío crucial: ¿cómo podemos preservar el pensamiento crítico en un mundo que parece más interesado en la inmediatez?

Desde una perspectiva psicoanalítica, Mafalda representa una figura de la infancia que desafía las normas impuestas por el mundo adulto. Su insaciable curiosidad y preguntas incisivas crean un espacio para explorar la tensión entre el deseo de entender y la confusión que la realidad provoca. Este conflicto interno puede relacionarse con conceptos psicoanalíticos como la lucha entre el ello y el superyó, donde Mafalda encarna el ello en su búsqueda de respuestas y autenticidad, mientras que el superyó simboliza las expectativas sociales y culturales que la restringen. Este diálogo interno es crucial para comprender cómo los individuos navegan sus propias identidades en una cultura que a menudo favorece la conformidad.

Mafalda con otros personajes, como Susanita y Felipe, ofrecen un rico campo de estudio sobre la dinámica de las relaciones humanas y la construcción de la identidad. A través de estas relaciones, Quino aborda temas como la amistad, la competencia y el deseo de pertenencia, permitiendo un análisis más profundo de las motivaciones y miedos que guían el comportamiento humano. La constante búsqueda de Mafalda por entender el mundo que la rodea refleja el desarrollo psicológico de los individuos, quienes también luchan por encontrar su lugar en una sociedad confusa.

La creación de Quino también plantea sátiras sobre la deshumanización en la era digital y los efectos de la modernidad en la psique colectiva. A medida que la tecnología avanza, la capacidad de conexión humana se ve amenazada por la superficialidad de las interacciones virtuales. Este fenómeno se relaciona con el concepto de alienación, ampliamente discutido en la teoría psicoanalítica, donde la desconexión entre el individuo y su entorno genera sentimientos de aislamiento y confusión. Los recuadros de Mafalda nos incitan a reflexionar sobre cómo la cultura digital puede desdibujar la autenticidad de las relaciones, impactando nuestra salud mental y emocional.

Nuestra sexagenaria compañera, para quienes nacimos después de su creación, trasciende la superficialidad de ser simplemente un símbolo de la cultura popular. En contextos donde se ha convertido en objeto de veneración por parte de grupos elitistas que a menudo carecen de una crítica profunda, esta tendencia a utilizar a Mafalda como un accesorio intelectual no solo reduce su singularidad, sino que ignora su capacidad de conectar con las realidades más complejas y marginadas de la sociedad.

Su ironía mordaz permite que su mensaje resuene en un amplio espectro de la población, incluyendo a aquellos que a menudo son silenciados o ignorados. A través de sus reflexiones sobre la paz, la justicia y la igualdad, Mafalda invita a todos, independientemente de su contexto social, a cuestionar el mundo que los rodea. Esto es particularmente relevante en un entorno donde las poblaciones más necesitadas y marginadas ni siquiera tienen acceso a las tiras cómicas, pero aún pueden identificarse con los sentimientos de frustración e inconformidad que ella expresa.

Mafalda, a diferencia de nosotros, no envejece; su figura permanece latente, siempre vigente. Esta existencia latente le otorga un carácter atemporal que le permite adaptarse a los cambios sociales y culturales sin perder su esencia. En este sentido, su mensaje y su crítica permanecen frescos, resonando con nuevas generaciones y desafiando a cada época.

La latencia de Mafalda no solo se refiere a su capacidad de mantenerse relevante; también implica que su crítica social y su mirada inquisitiva están siempre listas para emerger y confrontar las injusticias del mundo. Así, se convierte en un símbolo poderoso de resistencia y reflexión, instando a todos a cuestionar las normas establecidas y a comprometerse con un futuro más justo y equitativo.

El poder de Mafalda radica en su capacidad para romper con la hegemonía cultural que a menudo perpetúa las desigualdades sociales. Mientras que los grupos elitistas pueden emplear su figura para adornar debates intelectuales, Mafalda desafía esa narrativa, llevando la crítica social a un nivel más accesible. Su mirada crítica hacia las instituciones y las normas sociales resuena en las luchas cotidianas de aquellos que enfrentan injusticias. Esta inclusión se manifiesta en sus dudas ante las convenciones del mundo adulto, convirtiéndola en la portavoz de la curiosidad y la inquietud.

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