jueves 21 noviembre, 2024
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BÁRBARA LEJTIK COLUMNAS

CEREBRO 40: La casa de los rabiosos

Por. Bárbara Lejtik

 

Todo iba bien hasta el “Haiga sido como haiga sido”. El resultado que ya era el esperado se vio ensuciado por las formas, que no por el fondo, rebajándonos de cierta manera y volviéndonos como lo que tanto daño hizo y tanto criticamos en sexenios pasados.

Aún así analizando el fondo y no las formas, el tema de la reforma judicial nos ha vuelto esta semana a todos en dueños de la verdad, la comentocracia hizo de las suyas otorgándonos maestrías y doctorados en la materia. Un tema no solo complejo y delicado por donde se le vea, digno de estudio, análisis y respeto, pero no, a nosotros como si se tratara de un partido de futbol, nos resume a un tema más de controversia, nos divide en hinchas acérrimos de un equipo y otro, y con la información que tenemos o creemos tener nos lanzamos al campo de batalla que son la redes sociales a opinar, denostar y, lo más triste, augurar desgracias para nuestro país y su gente, porque las cosas no se hicieron como queríamos.

Se nos olvida o no nos damos cuenta que esta batalla no se perdió esta semana, ni el 2 de junio, esta batalla se perdió cuando hicimos caso omiso de la enorme diferencia social que había en México y seguimos viendo solo para nuestros propios y egoístas intereses, todas las veces que no atendimos lo que era evidente un pueblo cansado de vivir olvidado, oprimido, como base y fuente eterna de recursos para la oligarquía.

“Los verdaderos analfabetos son los que habiendo aprendido a leer no leen”.

-Mario Quintana-

Y ahora el sector ofendido reclama justicia, democracia, habla de traición, castiga al senador Yunes, el traidor, Judas, que hasta hace una semana le parecía un gran ciudadano siempre y cuando votara a su favor. Augura catástrofes, asegura que México se caerá a pedazos, dejará de existir, ya no es libre ni independiente, estará peor que Venezuela, país del que sabemos poco y nada pero repetimos la consigna como un mantra, con la convicción de que «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad».

Resulta ahora que todos estábamos felices con la forma de impartir justicia, defendemos al Poder Judicial como si fuera nuestro Dios, yo de verdad no recuerdo que fuera ni cercanamente eficaz, pero resulta que si, que los sueldos estratosféricos, los privilegios y abusos del poder de jueces y magistrados a nadie afectaban, que quien se acercaba a denunciar o a pedir apoyo por parte de las autoridades obtenía resultados inmediatos y justos, que el sistema penitenciario en México era eficiente, que la justicia llegaba a todos de forma pronta y expedita, que los abusos, el favoritismo y nepostismo, tráfico de influencias,. no existían en la Suprema Corte de Justicia. Nadie sabía o no pasaba que jueces y magistrados tuvieran hasta 60 familiares entre cónyuges, hijos, hermanos y hasta padres involucrados en el sistema judicial recibiendo sueldos sin carrera judicial y, para ser más duros, ni horarios ni lugares de trabajo. Que los sobornos no fueran el pan nuestro de cada día, que no había irregularidades en juicios y sentencias ni miles de personas privadas de su libertad sin pruebas ni sentencias por negligencia de las autoridades.

La reforma es como todo, algo que se debe tocar para progresar, para eso son las leyes y los institutos que las imparten, no sabemos si será mejor o peor, como en todo son ajustes que se van haciendo en pro de un mejor funcionamiento. Nos aferramos defendiendo lo indefendible ¿para qué? Es lo que no entiendo, si el tema es llevar la contra a como dé lugar porque honestamente, salvo muy pocas opiniones informadas lo único que leo y escucho es un descontento de un sector de la sociedad que no se resigna a no seguir disfrutando de privilegios y también a personas que nunca los tuvieron, pero que imitan a sus líderes de opinión o a quienes por propia convicción y está bien, apoyan y se identifican con su ideología política, lo que no nos exhibe a un bando ni al otro de cegarnos a la hora de apoyar o empatizar con las propuestas de nuestro partido o gobernante.

Tengo la duda de que si nos pararan frente a una mesa con las dos versiones a favor y en contra de la reforma y toda su explicación, sin que pudiésemos saber qué partido la propone, habríamos opinado de forma muy distinta. Reclamamos estar en una dictadura en donde la mayoría aprueba lo que se le da la gana como si fuese algo nuevo, no nos acordamos ya del Fobaproa y del “Pacto por México”, solo por mencionar dos ejemplos que vienen a mi mente, iniciativas aprobadas en la cámara por mayoría que no hicieron más que empobrecer y afectar a las clases más vulnerables en pro el bienestar y del sueño tranquilo de banqueros, empresarios y políticos.

Confieso que después de ver la intromisión pública en la Cámara de Senadores por medio de la violencia y en total desobediencia de la ley, modo que ni cerca se parece a situaciones anteriores en donde los manifestantes fueron acusados de poner en riesgo la paz y la estabilidad del país, supongo que ahora esta causa si ameritaba violencia porque se trataba de pasar por encima de la voluntad de las clases altas poco acostumbradas a no ser obedecidas. Creí que saldría a la calle y entre escombros recordaría un país igualitario y progresista y me arrepentiría de haber votado por este sistema tirano y maldito que nos quiere ver destruidos a todos, pero no, me encontré para mi sorpresa con una moneda que ganó valor y que por el contrario subió dos puntos en el mercado bursátil,. El apocalípsis no llegó, no para quienes el domingo darán el Grito de Independencia tal vez en el extranjero, disfrutando del puente pero con lágrimas en los ojos se lamentarán y sufrirán por un país que este septiembre, como ellos dicen, perdió su independencia, porque fuimos engañados y burlados pues todo el mundo, su mundo votó por la inexistente oposición.

Fácil señalar, fácil quejarse, pero no fácil tomar cartas en el asunto, pelear no es la solución, no es ir a una marcha o dos, es preparar una oposición seria con sustento, congruente que haga el trabajo de equilibrar las fuerzas.

No en las redes, no en las reuniones sociales, es en las aulas, en los lugares de trabajo, con preparación y compromiso o es en serio que de verdad no hemos entendido nada.

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