Por Fernando Coca
Fue en 2016 cuando el Partido Revolucionario Institucional firmó su acta de defunción.
Presidía el Comité Ejecutivo Nacional Manlio Fabio Beltrones, pero, desde el gobierno, Enrique Peña Nieto presidente de México, le puso el pie al dirigente del tricolor con la operación política de Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong.
El 5 de junio de ese año se realizaron elección para gobernador en 12 estados, el PRI perdió en siete.
La elección de Aguascalientes fue ganada por Martín Orozco del PAN, sobre Lorena Martínez que dejaba la PROFECO para su aventura electoral.
En Durango, el presidente Peña hizo perder a su partido con un expriista, José Rosas Aispuro que compitió por la alianza PAN-PRD. La entidad la gobernaba Jorge Herrera Caldera.
En Tamaulipas, el candidato de Videgaray (Baltazar Hinojosa) fue derrotado por Francisco Javier García Cabeza de Vaca del PAN. Gobernaba Egidio Torre Cantú, un priista gris.
Puebla fue para el PAN con Antonio Galy.
Carlos Joaquín González ganó para el PAN-PRD en Quintana Roo. El gobierno del priista Roberto Borge había sido un desastre.
En Veracruz el triunfo fue para Miguel Ángel Yunes, un expriista que abanderó al PAN y que fue quien denunció penalmente a Javier Duarte de Ochoa, uno de los peores gobernadores de esa entidad.
El entonces panista Javier Corral amarró Chihuahua que gobernaba César Duarte Jáquez.
Los Duarte eran parte de eso que Peña Nieto llamó El Nuevo PRI. Hoy, ambos están en la cárcel acusados de corrupción. Borge, el de Quintana Roo, corrió con la misma suerte.
Con los candidatos impuestos por la triada Peña-Videgaray-Osorio, el PRI de Beltrones no tenía mucho que hacer. Eran malos candidatos, con poca presencia en los estados y nula capacidad de convocatoria.
Además, los recursos del CEN del PRI se manejaban a control remoto desde las oficinas de Videgaray y Los Pinos, dejando sin margen de maniobra a Beltrones a quien hasta los viáticos le negaban. Las nueve gubernaturas que había pronosticado que el PRI ganaría se habían a la oposición.
Manlio Fabio aceptó que la mexiquense Carolina Monroy fuera la secretaria General del CEN. El exgobernador de Quintana Roo, Joaquín Hendricks se encargó del Consejo Político; Manuel Añorve, hoy senador muy cercano a Alito, estaba en Operación Política mientras que Willy Ochoa era el secretario de Organización.
El jalisciense Arturo Zamora fue el encargado de la Acción Electoral pero el secretario de Finanzas y Administración Luis Vega Aguilar, un itamita cercanísimo a Peña Nieto fue quien ahogó a Beltrones y compañía al no “soltar” los recursos para la operación del CEN en las campañas de 2016.
Este personaje es clave en la Operación Safiro, la estrategia financiera que el secretario de Finanzas del PRI operó con el visto bueno Peña y Videgaray, saltándose a Beltrones para usar 650 millones de pesos de los gobiernos de Chihuahua -eso tiene en la cárcel a César Duarte- Durango, Sonora, Morelos, Colima y del Estado de México para financiar campañas políticas.
Vega Aguilar también estuvo involucrado en la compraventa de Fertinal.
Eliminar a Beltrones para la elección de 2018 era vital para Peña y sus colaboradores. No les importó perder gubernaturas para sacarlos de la jugada.
2016 fue el inició de la crisis político electoral que tiene al PRI en la ruina. Ni la derrota de 1997 ni haber perdido la presidencia de la República en el 2000 fueron tan determinantes como las derrotas en la segunda mitad del sexenio peñista.
La renuncia de Beltrones provocó la llegada a la presidencia del CEN, en julio de 2016, de Enrique Ochoa, que nunca fue priista. Este personaje tuvo que falsificar su credencial de afiliación al PRI.
De esa fecha a agosto de 2018, ocuparon la presidencia del PRI René Juárez, exgobernador de Guerrero Claudia Ruiz Massieu y Alejandro Moreno.
El priismo mexiquense, orgullo del tricolor por su forma de hacer política, fue el que llevó al despeñadero al otrora partidazo.