Por. Adriana Luna
En la historia política de México, cual novela televisiva, está abarrotada de traiciones, victimarios, víctimas, el amor al dinero, escasa vergüenza, y los trepadores, entre otras especies. Y por si fuera poco, un pueblo que ya no se sabe si es bueno o se pasa de malvado o de estúpido, porque ha permitido que la impunidad reine sin importar colores partidistas.
Dicen que quien gana las elecciones en Jalisco, triunfa también en el país. En tierra tequilera han desfilado por el gobierno todos los colores partidistas, pero no se ha permitido la llegada de Morena; mucho tiene que ver el desorden y desunión que reina en su interior.
Todos los partidos políticos que han alcanzado la gubernatura, han caído por la mismas dos causas: la soberbia y la corrupción. La alternancia partidista en el gobierno se conoció tras las explosiones del 22 de abril en Guadalajara, se dio el voto de castigo al PRI y arribó el PAN.
Los panistas se volvieron tan soberbios, que el entonces mandatario estatal, Emilio González, pensó que el respaldo del cardenal Juan Sandoval le alcanzaría para protegerlo de la derrota tras mentarle la madre al pueblo.
Entonces se le dio la confianza de nuevo al tricolor con Aristóteles Sandoval. Sin embargo, la corrupción que permitió el crecimiento del crimen organizado en la región, motivó a los electores a confiar en Enrique Alfaro. Un político polémico y aguerrido, antes surgido de la izquierda, pero que con una nueva bandera naranja y la pegajosa canción del Nanananá, interpretada por un niño wixárika fortaleció a Movimiento Ciudadano en toda la entidad.
En el poder jalisciense no tuvo empacho en protagonizar batallas políticas con polémicos personajes como Raúl Padilla (líder moral de la UdeG, que terminó quitándose la vida) o el mismísimo presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
En el país, el partido naranja no era concebido sin Alfaro. De pronto, esa imagen de liderazgo se desvaneció ante la sorpresa de todos. Hoy se ha vuelto el más férreo crítico del partido naranja. Especialmente ahora, que en medio de una francachela, el ‘Fosfo’ Samuel García, destapó al aspirante naranja a la Presidencia de la República, Jorge Álvarez.
Enrique Alfaro reconoció que le daba pena ajena el manejo de la política que se está haciendo en Movimiento Ciudadano a nivel nacional, porque ‘destruye’ los cimientos que costaron años en construir.
“¡No lo podía creer! En una mesa con botana y cerveza, el gobernador se asumía como líder de nuestro movimiento y nos dictaba instrucciones sobre el camino a seguir. Quienes usan la idea de lo nuevo para disfrazar lo absurdo, los que nos metieron en el callejón de la banalidad, el callejón de la no política”, aseveró al tiempo de desconocer ese liderazgo naranja.
Hasta el primer gobernador panista de Jalisco, Alberto Cárdenas, reaccionó con asombro por la ‘pésima forma y fondo del destape de su candidatito presidencial’ y subrayó que algunos precandidatos jaliscienses le dieran una ‘puñalada por la espalda al gobernador’. ¿Qué les pasa?, preguntó el otrora Caballo Negro presidenciable.
El mismo Enrique Alfaro ha pecado muchas veces de autoritario y soberbio. Sin embargo, también ha demostrado conocer el arte de la política. Hoy advierte que las decisiones ‘absurdas’ -más allá de los friega pupilas tenis naranjas- ponen en riesgo el futuro político-partidista. Otra ‘amenaza’ sentenciada fue cuando dijo que seguirá criticando por dignidad y congruencia, que no se alejará de la política, aunque se retire del reflector gubernamental.
Sabe Alfaro, tal como pintan las diversas encuestas actuales que no le alcanzaría a Morena la simpatía de Andrés Manuel López Obrador para conquistar Jalisco en las próximas elecciones.
“Aquí las mujeres y hombres que forman parte de nuestro movimiento están unidos y concentrados en cuidar nuestra casa. Estoy seguro de que lo harán muy bien poniendo por delante los principios y valores que nos permitieron ganarnos la confianza de nuestra gente”, pronosticó.
Si los políticos se asombran y apenan del manejo hasta monstruoso que se hace de la política, ¡imagínense lo que pasa en la mente de los electores que ya no sabe cuál es el menos peorcito!
