Por. Marissa Rivera
–“Nadie nos avisó, nos abandonaron, nos dejaron solos. Jamás plantearon la posibilidad de un refugio, mucho menos de informar de la magnitud del huracán. No les importó o no supieron ir hacer. Y aquí en 60 años nunca he vivido nada como lo de ese terrible miércoles. Los vientos se llevaron todo, nadie imaginó una destrucción como la que hemos visto. En la Marina, todos los días vemos cuerpos flotando. Es mentira lo que dice el presidente. Que venga un día entero a estar con nosotros viviendo esta pesadilla. Pero, no. Nos dejaron solos y seguimos solos, no hay ayuda. En las noches vivimos con terror. Los vecinos nos apoyamos, porque no hay autoridad. No hay gasolina, ni luz ni comida. Las tiendas fueron saqueadas. Nos quedamos sin casa y todavía hay gente que viene a robar, no tienen madre. En las noches nos turnamos para vigilar y vecinos con machete para cuidarnos entre nosotros. La otra noche agarraron a unos rateros y cuando llegaron los de la Guardia, se los entregamos y que cree que nos dijeron, Marissa, que hiciéramos con ellos lo que quisiéramos. ¿Qué? Entre el miedo, la ira y la impotencia qué querían, ¿que los matáramos? Eso nos dijo la policía. Nos habremos quedado sin nada, pero no somos asesinos”.–
Esta es una de miles de anécdotas que los acapulqueños pueden contar.
Una de miles de voces que llorando narran el infierno que están viviendo.
Una de las víctimas que saben que aún confían en la sociedad, no en las autoridades.
Porque la mayoría de los mexicanos tenemos una cualidad que nos distingue en la desgracia, somos solidarios.
Los menos, son unos miserables que se aprovechan para delinquir.
Y hay otros, algunos políticos, que medran con el dolor.
El presidente podrá doblegar a la mala, con venganzas o con amenazas a las instituciones, pero a la sociedad no.
Podrá monopolizar el poder, pero no la voluntad de los mexicanos jamás.
La sociedad siempre actúa primero que las autoridades y sobran ejemplos. Ahí donde se necesita ayuda, ahí aparecen cientos de manos.
Y es por eso que muchos acapulqueños recurren a sus familiares, amigos y conocidos, más que a unas ausentes autoridades.
Desde hace mucho, distraído en buscar el poder y el control absoluto este gobierno abandonó a sus ciudadanos.
Con mentiras, con engaños y con corrupción. Dejándolos a su suerte en temas como la inseguridad, la pandemia de Covid, las medicinas, las sequías y ahora con el devastador huracán Otis.
Descontrolado y furioso porque la sociedad se organizó para apoyar a los acapulqueños, el presidente anunció que las Fuerzas Armadas controlarían todos los apoyos.
Cuanta irresponsabilidad, no actuaron antes del huracán y ahora quieren controlar todo. Y ya sabemos para qué, porque ya sabemos cómo son.
Quieren el control para jactarse diciendo que el apoyo es del gobierno federal, tal y como han mentido con la pensión para los adultos mayores, entre otros engaños y máxime en época electoral.
Por encima de la vulgar ambición de unos, ahí están los mexicanos que nada los detiene. Y ahí estarán siempre a pesar de sus gobernantes.
Casi todos tenemos una historia en Acapulco, no nos hagamos a un lado. Apoyemos a los nuestros, aunque tengamos que ignorar a esos gobernantes que por lo menos hace cinco años nos abandonaron.