jueves 21 noviembre, 2024
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«TENGO ALGO QUE DECIRTE» Angelito de la guarda

Por. Citlalli Berruecos

@CitBerruecos

En una de las idas y salidas del hospital, tomé los cachetes de mi padre como lo hacen las tías y tíos a las que no queríamos cuando niños, y apachurrándoselos cariñosamente le pregunté, “¿quién te quiere? ¿quién te cuida?”. Respondió: “mi angelito de la guarda.” “Papá, noooo, ¿quién te quiere? ¿quién te cuida?”. De nuevo, con sus ojos encerrando una lágrima, me dijo: “mi angelito de la guarda… ¡tú!” Aguanté el llanto. Ese momento cambió mi vida al confirmar el privilegio que se me ha otorgado.

Gracias al encerrón de la pandemia, la responsabilidad de cuidar a la familia me vino como por osmosis, sin hablarse. Era un hecho. Tomé las riendas de ello con todas sus complicaciones atendiendo trabajo, casas y familia para prevenir no caer en las redes del Covid-19.  Hoy me llena ser cuidadora y por ello, reflexiono sobre el tema.

Recuerdo que, cuando era niña, llegaron a casa de mi tío dos viejitas muy parecidas tomadas de la mano al caminar. Hoy no sé cuánto años tenían y si en verdad eran “viejitas”. Lo que se me quedó clavado en la memoria era saber que una de ellas era la abuela y la otra su hermana, la tía abuela que no se había casado y que cuidaba de su hermana. La describían como la solterona obligada a tener esas responsabilidades. Pero, ¿y qué si era un entendimiento amoroso entre ambas el acompañarse en los últimos años de sus vidas? También me viene a la mente Tita, la hija pequeña y protagonista de Como agua para chocolate (1989) de Laura Esquivel, quien no podía casarse pues era quien debía cuidar a su madre cuando vieja.  Y así, me parece que la imagen que se le da al cuidador es de quien asume las responsabilidades por obligación o porque “les toca” hacerlo sin considerarlo un trabajo de casi 24 horas.

De acuerdo con información de la página del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores, “en la actualidad existe una tendencia acelerada de envejecimiento de la población en casi todo el mundo, sobre todo en países en vías de desarrollo y México no es la excepción. Se menciona que hay dos tipos de cuidadores: los formales, quienes cuentan con una formación profesional para hacerlo y que ofrecen sus servicios contratados con límites de horarios; y los informales, “quienes no disponen de capacitación alguna en cuidados; no son remunerados por su tarea; tienen un elevado grado de compromiso caracterizado por el afecto; y una atención sin límites de horarios, principalmente familiares, amigos y vecinos.”

En Mexicanas en pie de lucha (2022), Daniela Rea menciona que la pandemia trajo una sobrecarga de trabajo para las mujeres que aumentó en un 32% y que actualmente, las mujeres tenemos tres jornadas laborales: el trabajo profesional, el trabajo del hogar y el trabajo de los cuidados. Yo me pregunto, con la suma de estas tres jornadas laborales, ¿dónde queda el tiempo para cuidarse a una misma?

Para mí, cuidar a mis adultos mayores no es una obligación, sino un privilegio. Se requiere entender que no ha de ser fácil que después de tantos años productivos, la vida empiece a quitarles opciones y ponerles limitaciones, lo que conlleva a que se vean en la necesidad de pedir ayuda cuando durante toda una vida no necesitaban hacerlo. Cada persona vive su proceso de manera diferente con la carga positiva y negativa de su historia y su presente. Para muchos, el futuro, lo ven más corto, pero para quienes cuidamos, aun ofrece esperanza, amor, tiempo y disfrute.

Quien cuida a un adulto mayor debe ponerse en sus zapatos. Se tiene que ser empático. Hay momentos en los que puedes sentir que hablas con un niño necio que no entiende razones para lo que debes buscar mecanismos de comunicación diferentes. Es como si se le diera la vuelta al rol de padres/hijos con la gran diferencia de que a los niños se les educa de cero, y los adultos mayores han pasado por una vida llena de experiencias, conocimientos y aventuras.  De ellos, aprendemos todos los días.

El trabajo del cuidador informal no sólo tiene que ver con la atención a la salud del adulto mayor, es un todo complejo en el que se incluye el tener un sexto sentido para darse cuenta si hay algo diferente o mal, es hablar con la verdad y en tono positivo, es atender de manera cariñosa y generosa sin esperar nada a cambio. 

Los cuidadores somos sujetos a muchas expectativas de quienes no asumen la responsabilidad del cuidado. De quienes no lo hacen o no están cerca se recibirán exigencias, quejas y cuestionamientos continuos a la toma de decisiones de los adultos mayores y a sus cuidados. Bien dicen que es más fácil opinar desde fuera cuando no están dentro del ruedo. Al mismo tiempo, los cuidadores esperamos hacerlo todo perfecto, estar en control, trabajar horas extras, mantenernos positivos, saber qué hacer en cualquier momento, poner nuestras necesidades a un lado cuando alguien más necesita nuestra ayuda y más. Aun cuando queremos que todo salga bien, las cosas cambian y las responsabilidades crecen. 

Pero, ¿nos ocupamos de nosotros como cuidadores? ¿Nos damos tiempo para reflexionar sobre nosotros? ¿Podemos pensar en cómo es que el ser cuidador nos afecta? Después de todo, somos responsables de cuidarnos a nosotros mismos. Si decides cuidarte o darte tiempo para hacerlo, es probable que serás cuestionado y juzgado por quienes ven de lejos el trabajo del cuidador; lo más probable es que recibirás críticas y chantaje emocional tratando de hacerte sentir culpale al “abandonar” a quienes cuidas. Como bien dicen en los aviones, hay que ponerse la mascarilla primero antes que cuidar a otros.  

Mis palabras no tienen la intención de criticar y juzgar a quienes no tienen la oportunidad de cuidar a sus seres queridos; hay muchas razones por las que a veces no se puede. Cada cabeza es un mundo y las familias son universos complejos que a veces son difíciles de comprender. Cada quien tiene su forma de definir el verbo “cuidar”; hay quienes aun cuando están lejos, están en contacto continuo y están presentes cuando es necesario; hay quienes deciden sólo mantenerse en contacto con llamadas por teléfono; hay quienes pueden pagar estancias especiales para sus adultos mayores o personal que se dedique a su cuidado; hay quienes se ven obligados o deciden vivir con ellos. Son muchas fórmulas que definen el cuidado a los adultos mayores, cada una de ellas tiene su propio valor y se enmarca dentro de la vida de cada familia. 

Para quienes la vida les ha regalado la posibilidad de cuidar a otros, en especial a sus adultos mayores, aprendan de ellos y disfruten cada día. Cuidar es amar, es el acto más generoso que existe. Repito: es un privilegio y no una obligación. Es entregarse dejando atrás el egoismo y sin esperar nada a cambio. No hay más alegría que un agradecimiento, beso o abrazo de quien se cuida y el que te piensen y sientan como su ángelito de la guarda.


Referencias
1.  Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores. Cuidadores y cuidadoras de personas adultas mayores.
https://www.gob.mx/inapam/es/articulos/cuidadores-y-cuidadoras-de-personas-mayores
2. Samples, Pat; Diane Larsen and Marvin Larsen. Self Care for Caregivers. A Twelve Step Approach.  Minnesota: Hazelden Publishing, 2011
3. Rea, Daniela. “Sostener la vida: el retroceso que trajo la pandemia.” En Mexicanas en Pie de Lucha. Reportajes sobre el Estado Machista y las violencias, México: Grijalbo, 2022.

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