El chiste en Washington es que si Donald Trump se las ingenió para restar todo vestigio de honorabilidad a la figura presidencial mientras estaba de vacaciones, ¿qué se puede esperar ahora que regresó? El mandatario se pasó dos semanas jugando golf en uno de sus centros recreativos en New Jersey, actividad que parece siempre competir con su tiempo y dedicación al trabajo—sorprendente puesto que criticó a su predecesor Barack Obama por hacer exactamente lo mismo–.
Trump regresó a la capital estadounidense el domingo (20 de agosto). El lunes en la noche dio un discurso televisado a la nación—el segundo desde que llegó al puesto hace siete meses—para anunciar su nueva estrategia en Afganistán. Aunque no confirmó lo que se rumoraba de que enviaría más tropas (4 mil sumadas a las 8 mil 400 que ya están ahí), sí aseguró que se intensificarían los esfuerzos militares y que Estados Unidos no saldría de ahí hasta que la situación fuera estable.
Este era uno de los puntos de contención con el que fuera su asesor estrella, el recientemente defenestrado, Steve Bannon, quien era de la opinión que había que dejar que los afganos “se rascaran con sus propias uñas” y que el dinero invertido en esa guerra regresara a Estados Unidos.
La salida de Bannon estaba cantada desde que, el también despedido portavoz Anthony Scaramucci diera una entrevista en la que insinuaba que las filtraciones que habían salido de la Casa Blanca provenían tanto del exjefe de gabinete Reince Priebus, como de Bannon. No cabe duda, pero también hay que decirlo: las filtraciones pudieron venir de muchos otros funcionarios gubernamentales que eran empleados de la pasada administración.
Una de las señales más claras de la disfunción en el gobierno de Trump es que no ha podido remplazar a todo el personal que trabajaba para Obama: son más de 100 las posiciones que siguen ocupadas por las mismas personas.
Pero volviendo a Bannon —el autodenominado populista nacionalista que decía ser orgullosamente Leninista porque al igual que el líder soviético, él también quería destruir al Estado—, su plan de atacar al sistema dentro del sistema comenzó muy bien. Se dice que él es quien estuvo detrás de la retirada de Estados Unidos de los acuerdos sobre cambio climático de París y de las restricciones a la inmigración proveniente de países de musulmanes, entre muchas otras de las propuestas más escandalosas del actual gobierno.
Afortunadamente, su estrella se fue apagando poco a poco y ya para abril lo habían retirado de las reuniones del Consejo de Seguridad Nacional. Resulta que en su cruzada por derruir al sistema, el siniestro personaje se hizo de demasiados enemigos. A pesar de que se sentía blindado por su cercanía a Trump, otros le ganaron la partida.
La pregunta ahora es si con su salida, esa inclinación ideológica que se le atribuía a él desaparecería en Trump. La respuesta es no. Al parecer, echamos las campanas al vuelo demasiado pronto cuando se anunció su salida.
El mismo Bannon declaró que solamente cambiaba de trinchera y que desde su puesto como editor de Breitbar News podría avanzar mejor su agenda de ultra-derecha y apoyar al presidente. De hecho, se pensaba que lo podría hacer aun con más fiereza puesto que no tendría las trabas institucionales que encontró trabajando para el gobierno.
Sin embargo, un artículo en el New York Times publicado el domingo en la noche en su sitio web, basado en información de fuentes internas, reveló que en realidad Bannon nunca tuvo toda la influencia que se pensaba sobre Trump; que el mandatario es sordo a los consejos y acaba siempre siguiendo sus propios instintos. Esto quedó demostrado cuando Bannon dio una entrevista a un medio progresista y calificó a los supremacistas blancos de Charlottesville como unos payasos perdedores. Es decir, la expresión de que había entre ellos “finísimas personas” es toda de Trump.
Entre los objetivos expresos que ha declarado Bannon es usar a Breitbart News para lanzarse a una guerra contra sus enemigos del partido Republicano que incluyen al portavoz de la Cámara Baja, Paul Ryan y al líder del Senado, Mitchell McConnell.
Peor para México, Bannon reafirmó también su determinación de que el Congreso no vaya a negar los fondos que se necesitan para construir el muro.
Bannon reconoció además, que tenía en Priebus a un aliado, comprobando que Scaramucci tenía razón en sus sospechas. Pero si aun quedara la menor duda de las intenciones de Bannon, sus dos primeras notas en Breitbart News la despejan completamente. El domingo en la noche, en el sitio de noticias y plataforma del Tea Party y de los movimientos supremacistas blancos, culpó a Ivanka, la hija de Trump y a su esposo Jared Kushner de su despido. En el artículo, Bannon se refiere despectivamente a la pareja como Javanka. Si eso no fuera suficiente para alertar a Trump de las verdaderas intenciones de Bannon, su respuesta al informe sobre Afganistán en Breitbart, lo critica por cambiar de opinión con respecto a que Estados Unidos debía retirarse de esa región del Asia Central. El encabezado dice: ¨Trump el Veleta”.
Alguien en la cadena MSNBC, definió así la situación post-Bannon: “Los estadounidenses seguramente ya duermen más tranquilos desde la salida del consejero estrella de Trump… quien no estará durmiendo nada tranquilo a partir de ahora es el mismo presidente”.
Tal vez a Trump le hubiera resultado mejor seguir la máxima de que si a los amigos se les tiene que tener cerca, a los enemigos se les debe de tener aun más.
Anne Wakefield es crítica de cine para AARP, la organización no gubernamental más grande de EU, que cuenta con 47 millones de miembros y es parte del Comité de Selección del Festival Internacional de Cine de Morelia y corresponsal de Formato 21. Antes de mudarse a Washington, DC, en el año 2000, trabajó como reportera, conductora y crítica de cine en Televisa y en el Instituto Latinoamericano de Televisión Educativa (ILCE), radio y revistas. En 2002 participó como conductora del primer noticiario de Telemundo en la capital estadounidense.