Por. Alfonso García Pérez
Hace unos meses, AMLO acusó al socialista Joe Biden de violar al Tratado de Libre Comercio México – Estados Unidos – Canadá, T-MEC (United States – Mexico – Canada Agreement, USMCA), al establecer un subsidio a consumidores estadounidenses para la adquisición de automóviles eléctricos fabricados en USA, lo que afectaría a la incipiente industria mexicana del ramo.
Hace cuatro años, durante el proceso de aprobación de dicho tratado, el representante de México, el subsecretario de Relaciones Exteriores Jesús Seade Kuri, declaró ante la prensa y ante los Senados de los tres países, que él y su gobierno son de ideología neoliberal, y en materia económica profesantes del Liberalismo Clásico. Este orgullo capitalista mexicano generó a otras dos contradicciones:
Durante la comparecencia de Seade en el Senado de México, fue cuestionado por el senador José Narro Céspedes, respecto a por qué el T-MEC carecía de cláusulas ecológicas y por qué el gobierno mexicano ignoraba a todas las aportaciones en materia ambiental de las y los legisladores de México. Y la respuesta de don Jesús fue cínica e institucional: “Porque el presidente Donald Trump no quiere. Dijo que, si agregábamos cláusulas ecológicas, no podríamos competir como bloque contra China y entonces no tendría caso un tratado, y él se retiraría”, y que ante eso, era mejor un T-MEC sin ecología que una ausencia total de T-MEC.
La otra contradicción fue que laboristas de Estados Unidos, y algunas y algunos socialistas yanquis, acusaron a México de ser derechista en su política laboral, con tal de ser competitivo, por lo que a The American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations, AFL–CIO, le fue aprobada la fiscalización a las condiciones laborales en México.
Mucho se ha dicho sobre las contradicciones de Trump en materia económica. Él se asume como proteccionista y socialistoide cuando conviene, como para el caso de cancelar a la apertura de importaciones chinas en USA, que han destruido a una buena parte de la industria y de los empleos estadounidenses, y también porque las empresas gringas en sociedad con las chinas, son del bloque empresarial afín al Partido Demócrata, y no de “Los Amigos de Trump”. También fue conocida su amistad con el “izquierdista” Vladimir Putin, con tal de enfrentar a las y los del Partido Demócrata y con el “izquierdista” AMLO.
El romance político Trump-AMLO alcanzó el cenit, cuando el gobierno de México fue el único que se negó a reducir a su producción de petróleo crudo, conforme a la disposición de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP (The Organisation of Petroleum Exporting Countries, OPEC); que pretendía prevenir a una crisis de los precios del energético a principios de 2020.
La sorpresa fue cuando Trump exigió a todos los países petroleros que dejaran en paz a su cachorro y se comprometió a absorber, en la plataforma de producción estadounidense, el recorte de producción de crudo que tocaría a México, actuando Trump como socialista, para embarcar a sus empresas petroleras privadas en caprichos sentimentales.
Esto indujo a un complot mundial contra el matrimonio Trump-AMLO, que provocó la caída del precio del petróleo mexicano-gringo hasta el suelo, casi cero.
Y la fidelidad, siempre total, pues el último gobierno del mundo en reconocer al cuestionado triunfo electoral de Joseph Biden ante Donald Trump, fue el de Andrés Manuel López Obrador.
Alfonso Jesús García Pérez. Premiado por Marcela Lagarde, la SOGEM y el Congreso de la Unión por ensayo para erradicar a la violencia hacia las mujeres, 2005. Vocal Ciudadano de Conagua. Coordinador de la federación de asociaciones civiles y cooperativas “Cáñamo Liberación”.
