De acuerdo con cifras del Atlas de la Federación Internacional de Diabetes 2021, México ocupa el séptimo lugar mundial en el número de personas que padecen esa enfermedad con 14.1 millones de pacientes, tan sólo debajo de China (140.9 millones), India (74.2 millones), Pakistán (33 millones), Estados Unidos (32.2 millones), Indonesia (19.5 millones) y Brasil (15.7 millones).
La diabetes es una afección crónica que no se cura, pero que sí se puede controlar, aseguró Ana Lilia Rodríguez Ventura, pediatra endocrinóloga de la Facultad de Medicina.
En ese contexto, la especialista explicó que lo más importante es conocer de qué tipo de diabetes se trata ya que existen cuatro. La diabetes tipo 1 se refiere a la que es autoinmune, es decir, que el sistema inmunológico rechaza la célula beta que se encuentra en el páncreas e impide la autorregulación de la glucosa. “Son personas que desde el diagnóstico van a requerir insulina para estar bien controladas”, explicó.
La diabetes tipo 2 actualmente es la más común, de hecho, refirió Rodríguez Ventura, hace muchos años se decía que sólo era común en mayores de 40 años, pero desde los años 90 del siglo pasado incrementó en gente joven de 20 a 40 años e incluso en los niños. “En México tenemos el dato de que la cuarta parte de todos nuestros niños que tienen diabetes es la tipo 2 que era la del adulto”, añadió.
El tercer tipo de diabetes es secundaria a cuestiones precisas como la genética, por medicamentos utilizados en quimioterapias, ya que los esteroides hacen que haya resistencia a la insulina y que la persona pueda desarrollar el padecimiento, incluso traumatismos abdominales muy fuertes o cuestiones de pancreatismo y daño de ese órgano por alcoholismo, por ejemplo.
El cuarto grupo de las diabetes es la gestacional que es propia de la mujer embarazada y que también se ha incrementado mucho porque el principal factor de riesgo para tener diabetes es tener adiposidad ya sea obesidad o sobrepeso. Precisó que “ese es el detonante número uno, ese exceso de grasa funciona como si fuera un tejido canceroso, porque invade páncreas, hígado, riñones e incluso entorpece su función”.
En ese sentido, la especialista en diabetes infantil dijo que el principal detonante para el aumento de los pacientes con esta enfermedad, es que las personas no están ubicando la adiposidad como una afección crónica, ya que de por sí sólo tener exceso de grasa es la principal condicionante para que se desarrolle diabetes y muchas otras complicaciones, como colesterol o presión arterial alta.
Mucha gente sigue pensando que tener un niño “cachetón” y “piernudo”es sano, esa creencia provoca que las personas no lleven a sus hijos a revisión por cuestión de exceso de peso, y en ocasiones, los llevan al médico para que se lo suban.
La acumulacion de malos hábitos en la alimentación, el abuso de productos ultraprocesados y la falta de actividad física son factores determinantes para la incidencia del padecimiento. “Se ha descuidado la prevención primaria y se ha vuelto un problema transgeneracional”, acotó la también profesora de la UNAM.
Y es que, detalló, se está programando a los niños desde su vida uterina a que tengan una enfermedad como diabetes o colesterol alto e hipertensión, derivado de que las mujeres embarazadas llegan con exceso de peso. Al ser una afección crónica que causa inflamación generalizada, el ambiente uterino donde se está formando el bebé es en medio de una inflamación. Eso predispone a que el bebé, entre los 6 y 8 años, ya empiece a tener adiposidad, diabetes o algún otro padecimiento.
Asimismo, refirió que la pandemia fue un periodo que afectó en gran medida la salud de los infantes, ya que hubo un incremento de la adiposidad en ellos. Indicó que “por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 se sabía que la adiposidad en adolescentes era de 38.5 por ciento y ahora se reportó 43 por ciento. Fue cinco por ciento de incremento en los pequeñitos, en los escolares de 6 a 12 años era de 35 por ciento y ahora es 38-39 por ciento. De forma global sí hubo un incremento de la adiposidad que es el principal detonante”.
Y es que el confinamiento obligó el cierre de parques, la falta de actividad y de juegos fuera de casa, y con ello el sedentarismo en los niños.
UNAM Global