Por. Marissa Rivera
Cuando se dice no somos iguales, se tiene razón.
Porque se puede ser peor que a quien se compara.
En la política mexicana se ha visto de todo. Desde la sorda aplanadora legislativa del PRI hasta la sumisa y arrolladora obediencia parlamentaria de Morena.
Desde cátedras de debate hasta insultos y mentadas de madre.
Por supuesto que no son iguales, son peores.
Superaron aquello que criticaban.
Antes había oficio, capacidad, tesón, respeto y sobre todo argumentos.
Hoy, hay arrogancia, cooptación, sometimiento, humillación, burlas y descaro.
¿Dónde quedaron esos combativos y aguerridos legisladores y simpatizantes de Morena que cuestionaban la militarización tanto con Felipe Calderón como con Enrique Peña Nieto?
¿Qué les pasó?
Dónde está la senadora Citlali Hernández que en el 2012 escribió: “Viejo Culero, ya militarizó el país”.
O dónde quedó el dirigente de Morena, Mario Delgado, quien, como senador en el 2017, en tribuna argumentó con una extraordinaria vigencia lo que muchos exigen hoy.
“Nuestro país camina peligrosamente en la cuerda floja del autoritarismo militar. Lo que están haciendo al aprobar esta ley es mandar al diablo a las instituciones internacionales. Ustedes saben muy bien que esta ley no va a mejorar la seguridad y va a seguir exponiendo al Ejército mexicano a estas violaciones de derechos humanos”.
¿Por qué son peores? Porque todo lo que cuestionaban quedó en el pasado. Esa izquierda que polemizaba con el Ejército, hoy les hace una reverencia y les otorga más concesiones.
Durante esta administración a las fuerzas armadas se les han otorgado mayores recursos y ejercen el control de temas como construcción, aduanas y programas sociales, entre otros.
¿Por qué es tan complicado el tema de brindar cada vez más poder a los militares?
Porque a pesar de ser la autoridad con altos índices de confianza, es la que más violenta los derechos humanos y la más opaca en cuestiones de transparencia.
Con el Ejército realizando tareas de seguridad, es muy difícil profesionalizar y equipar a los cuerpos policiacos estatales y municipales.
Su presencia en las calles no ha logrado ni seguridad ni paz.
Ellos están capacitados para enfrentar amenazas de seguridad nacional por lo que recurren a la fuerza y por ende a la violación de derechos. Agresiones que casi nunca obtienen justicia.
Lo que ha sido vergonzoso durante estos años de la llamada cuarta transformación es el silencio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Antes, por lo menos aparentaban ser autónomos, hoy son un burdo títere del oficialismo.
Hoy, todas las miradas y el escrutinio estarán en el Senado.
Ahí no está el vilipendiado Alito. Quien solo cuenta con el manto protector de dos votos posibles, uno de ellos, Manuel Añorve Baños de Guerrero y el otro, tal vez, Mario Zamora de Sinaloa.
En el PAN, previó a la votación de hoy, el senador Raúl Paz de Yucatán, saltó a Morena y con fanfarrias y publicaciones en redes, le asignaron el cargo de “comisionado nacional de enlace con el sector empresarial”.
Los jaloneos y las presiones estarán con todo.
Si así fuera, a los del partido del presidente les faltarían 8 votos.
Y la historia ya nos la sabemos. Si el presidente no logra su objetivo, los de oposición serán traidores a la patria.
Si lo apoyan, serán mexicanos ejemplares.
Así estará, lamentable y maniqueamente, la vara con la que serán medidos.