viernes 22 noviembre, 2024
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«SEXTO SENTIDO» Simulacros y temblores, lecciones que deja el 19 de septiembre

Por. Adriana Luna

Entre bromas y veras. Con simulacros y temblores. Chascarillos, memes y temores. Los mexicanos hemos vivido tres 19 de septiembre buscando el chiste para no reconocer abiertamente que tenemos temor a los movimientos telúricos.

Luego del simulacro, todavía ni de regreso estábamos en nuestro lugar cuando el sismo real nos alcanzó. “Es broma”, “otra vez el 19 de septiembre”, sí, de inmediato surgieron los memes sobre la fuerza energética del imponente mexicano, sobre dormir con croquetas en la ropa interior para ser localizado por los canes rescatistas y qué decir de la gastronomía mexicana para matar cualquier susto. Lo cierto es que la verdadera sacudida tiene que ser en nuestra educación preventiva a los eventos catastróficos.

A diario el subsuelo está en movimiento, hay miles de sismos menores a seis grados. El 19 de septiembre hubo más de 300 temblores, el de mayor intensidad fue de 7.7 grados. Esta madrugada del 20 de septiembre hubo otro sismo cercano a los 6 grados, ahora con epicentro en Colima. ¿Qué lecciones tenemos que aprender de este fenómeno? ¿Qué dice la ciencia o son advertencias paranormales?

Aunque parezca broma, son coincidencia no sólo esos tres sismos con magnitud superior a los siete grados en 19 de septiembre (1985, 2017 y 2022), también que ocurrieron en la misma placa tectónica. Los expertos en movimientos telúricos subrayan que no se trata de fenómenos paranormales, la tierra tiene su propia energía y se trata de coincidencias en el tiempo y el espacio. Las placas tectónicas siempre están en movimiento, liberan energía de manera espontánea. Es decir, generan energía siempre, ésta se acumula hasta que llega un momento en que no soporta y se rompe, generando el sismo.

Los tres movimientos telúricos de los 19 de septiembre han coincidido en la placa de Cocos, ésta es muy activa, ha generado sismos muy intensos en los últimos 50 años especialmente en la zona Centro y Occidente del país, explicaron los expertos en sismos Carlos Suárez Plascencia y Rocío Castillo, ambos académicos de la Universidad de Guadalajara.

Las tragedias que hemos vivido durante los temblores en México han dejado de entrada un Día Nacional de Protección Civil (19 de septiembre), también la cultura de los simulacros.

Los niños son los que nos llevan gran ventaja, en las escuelas conocen a perfección cuáles son los sitios seguros y la clave: no corro, no grito, no empujo. Pero en los hogares poca atención se le pone a un plan familiar para eventos inesperados, incluyendo la mochila de emergencia. Los pequeñitos ayer tuvieron una lección invaluable, primero vivieron el simulacro de sismo y minutos más tarde pudieron aplicar los conocimientos aprendidos, prácticamente de forma natural, sin sobresaltos.

Sin embargo, los adultos no estamos aprendiendo todas las lecciones que deberíamos. Por ejemplo, a pesar de que nos impactan dos placas tectónicas muy activas, como son la de Cocos y la de Rivera, poco conocemos de los métodos anti-sísmicos con los que se construyeron nuestras viviendas. Aquí no importa si vivimos en sitios urbanos, en zonas costeras o serranas, todos debemos conocer y respetar los códigos de construcción. Las autoridades deberían ser las más interesadas en que rigurosamente se respete la norma sobre cómo se edifica, con qué materiales y en qué lugares. No hay “mochada” que haga ablandar el reglamento, al menos eso sería lo correcto.

Mientras que los compradores tienen el derecho a preguntar para qué escenario sísmico está diseñada una casa o el edificio. Pero, ¿qué sucede? Primero nos encanta la casa bonita, el ambiente de seguridad (claro nos han enseñado que mientras más encerrados estemos en cotos y en jaulas, mayor bienestar tendrá la familia), también nos fijamos en que preferentemente nos quede cerca del trabajo, pero nunca nos ponemos a pensar o a preguntar, las condiciones del subsuelo y con qué método anti-sismico se edificó.

Prácticamente México tiene todo tipo de condiciones de tierra, desde ciudades construidas en “espejos de agua”, en “esponjas de jal” o en montañas de piedras. Las condiciones climáticas nos hacen vulnerables no sólo a los sismos, también a las erupciones volcánicas, los tsunamis y deslizamientos de tierra, sin contar los riesgos de explosiones del subsuelo por negligencias y mal uso de combustibles y químicos, como sucedió en Guadalajara. Sin duda alguna, nos faltan muchas lecciones por aprender mientras nuestro planeta nos enseña que está vivo y lleno de poder. ¿Oímos la alerta?

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