martes 24 septiembre, 2024
Mujer es Más –
COLUMNAS IVONNE MELGAR

Las batallas en la arena pública

Por. Ivonne Melgar

Romper las determinaciones del origen, sortear la sutil frontera entre la vida política pública y el trato personal, afrontar la ceguera del Estado frente al feminicidio, sacudirse la estigmatización de “es joven y recomendada”, aprender a construir acuerdos políticos desde la oposición, pero también como representantes de un partido en el poder, en espacios donde los códigos han sido históricamente masculinos. Esas son algunas de las batallas que las legisladoras mexicanas libran y que seis diputadas federales comparten hoy con Excélsior.

Aleida. Luchas que ganó y otras que aún esperan

Frente a los llamados robocops que sometían a los perredistas en la protesta del Senado por la reforma energética de 2008,  la entonces diputada Aleida Alavez Ruiz se lanzó contra quien dirigía el operativo y lo jaló de la corbata: “¡Suelta a mis compañeros!”.

Era el secretario de Seguridad, Genaro García Luna. Ella estaba embarazada. “Me tiraron al piso y terminé en ese pasillo con los demás. Chillé y chillé, porque fueron golpes, una agresión horrible y, cuando paso mi mano por la cabeza, se había ido un mechonzote”.

La batalla tuvo éxito: el dictamen no pasó. Pero cinco años después, la toma de la tribuna que ella lidereó como vicepresidenta de la Mesa Directiva de San Lázaro sólo modificó la sede del pleno, aprobándose en la madrugada del 12 de diciembre de 2013 la reforma energética de Peña Nieto.

Y cuando correspondía al PRD presidir la Cámara de Diputados, vino el castigo que dejó pasar aun cuando Malú Micher buscó cobijarla, visibilizando que eso era violencia política.

“Silvano (Aureoles) y (Miguel Alonso) Raya dijeron que tenían que sacrificarme y me llevaron con Manlio (Fabio Beltrones) que me comentó yo no puedo hacer que mi grupo no vote por ti, es que no te tenemos confianza. Y dije, está bien. Era disciplinada y quería mucho a mi partido”.

Con 21 años de experiencia parlamentaria iniciada en el congreso local a sus 27 de edad, Aleida Alavez regresó en 2018 a San Lázaro, experimentando el duelo de haber dejado las filas del PRD.

En la pasada legislatura, como presidenta de la Comisión de Puntos Constitucionales –a la que llegó electa por sus compañeros y empujada por el reclamó de que la paridad debía darse en serio en esos cargos– aprendió el tejido fino de apegarse al reglamento parlamentario. Quedaron sin embargo archivados dictámenes clave como el de la igualdad sustantiva que había fusionado 50 propuestas.

“No hubo acuerdo, no hubo acuerdo, nos decían. Y yo pensaba: pues yo quiero estar donde se hacen los chingaos acuerdos para conseguirlos”.

Ahora es la vicecoordinadora de la bancada mayoritaria. Quiere cuidar la unidad interna y articular esfuerzos en la bancada de un partido al que, admite, le está costando estructurarse. Y en la JUCOPO debe concretar la agenda morenista, elevar la productividad de la Cámara: menos discusiones políticas y más dictámenes que no sean adecuaciones estéticas, sino herramientas funcionales para el Poder Ejecutivo.

“Ser gobierno no es lo mismo que ser oposición. Como opositor, una ubica un hoyo y gritas tápenlo. Me costó trabajo entenderlo. Ahora nos toca decir, a ver, espérame, sí está ese hoyo, deja ver quién lo hizo y para qué. Porfirio (Muñoz Ledo) me ayudó mucho. Me decía: Que te quede claro que no somos iguales que ellos, y que, si ellos hicieron mayoriteo, no tenemos por qué repetir esos esquemas

“Me queda claro que los coordinadores tienen la voz cantante, pero no ha sido menor que, a partir de mi comunicación con las mujeres de la Junta, he tendido puentes de entendimiento para temas que tenemos que sacar adelante. No es nada más de sentarnos y charlar. Y en comparación con legislaturas anteriores, llevamos el más alto número de dictámenes atendidos”.

EUFROSINA. Las batallas ganadas y pendientes

Gracias a su maestro Joaquín, Eufrosina Cruz Mendoza pudo cumplir su deseo de jugar a las canicas en la escuela, porque en la casa estaba prohibido.

Desde entonces, la niña zapoteca comenzó a romper las reglas que en las comunidades excluían a las mujeres.

“En su medio español, mi papá fue a reclamarle al maestro por qué me estaban pasando a cuarto de primaria y a su hijo hombre no, porque mi hermano había reprobado cuarto y le dijo que prefería que la niña reprobara. Fue la primera vez que alguien me defendió por ser mujer. El maestro le dijo no, si quiere pasamos al niño, pero a la niña no la voy a reprobar”.

Aprendió en ese cuarto limpio de grado único que había otras posibilidades y podía negarse a hacer tortillas toda la vida y a casarse siendo adolescente.

A los 12 años rompió con su comunidad para estudiar la secundaria y construir una oportunidad. Ese fue el primer dolor de la vida, cuenta, “porque ves que hay quienes podían comprar agua y tú no, o pagar el pasaje para la escuela, y tú tienes que ir a pie”.

Siendo ya contadora, la realidad le confirmó que el Artículo 2 de la Constitución no era verdad en Santa María Quiegolani, donde le niegan el derecho a ser electa.

“Ni un abogado de Oaxaca quiso llevar mi caso porque era atentar contra un sistema vigente en 570 municipios, 417 regidos por usos y costumbres, y donde en más de 100 de ellos la palabra mujer no existía en el catálogo de usos y costumbres. Y que te digan: sí, violaron tu derecho, pero el derecho consuetudinario así es aquí. Y empiezas a ser hostigada por ese sistema que atenta contra la democracia”.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le dio la razón: el Estado mexicanos debía hacer las leyes para subsanar esa laguna y garantizar el derecho de la representación política. E hizo su parte como diputada federal (2012-2015) del PAN: “Todos hablaban del Pacto por México. A mí me valía eso: mi agenda era lograr cambiar la Constitución para que nadie le dijera a una mujer que por el hecho de serlo no podían participar en el desarrollo de sus comunidades ni podían formar parte del cabildo”.

En la Asamblea General de la ONU adoptaron esa iniciativa para el mundo y aquí las elecciones municipales que nieguen ese derecho se anulan. “En mi pueblo: la mitad del cabildo son mujeres y la mitad son hombres”.

Antes fue diputada local (2010-20119) y afrontó la descalificación. “De repente arrebatas un lugar y me toca ser la primera mujer presidenta del Congreso y empiezas a vivir un bullying: ya la india se equivocó, una flor más en su huipil”.

Al escribir su libro Los sueños de la niña de la montaña, Eufrosina libró la batalla de sanar heridas, dimensionando las circunstancias de su origen, sin caer en la victimización que considera adversa para remontar la marginación.

Ahora va por la penalización de quienes siendo padres o tutores permiten un matrimonio forzado. Quiere que la ley que prohíbe la trata de menores se cumpla, que todas las adolescentes puedan romper con pretendidos destinos que las esclavizan.

Joanna. Las batallas que ganaron y pendientes

Abogada de Adriana Dávila en su demanda contra el Gerardo Fernández Noroña por violencia política de género, caso que ganaron ante el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), Joanna Felipe Torres busca ahora legislar para que esa conducta sea causal suficiente para anular una elección.

Tomó el caso de la entonces diputada en 2019, en la pasada legislatura, porque antes le había tocado, detrás de bambalinas y con colegas de otros partidos, hacer la talacha de una defensoría que daría frutos con la tipificación de esa conducta. “Hemos obtenido grandes sentencias que dieron pie a las reformas legislativas que se necesitaban para que hoy hubiera un camino”.

Pero antes de llegar a la tribuna de San Lázaro debió sortear el regateo de sus propios compañeros del partido Acción Nacional, cuando después de ser abogada del PAN durante 7 años se convirtió en síndico de Cuautitlán Izcalli. “Me encontré con las mayores trabas, porque como especialista en materia electoral es normal que te busquen para un consejo u asesorías. Nadie te cuestiona siendo subordinada. Pero cuando te subes al ring de la batalla política, vinieron los cuestionamientos de si era la impuesta del CEN, de Ricardo (Anaya)”.

Los debates que como opositora sostuvo con la presidencia municipal de Morena y un trabajo de tierra que derivó en el colectivo Alerta Mujer –fundado en 2019 y que actualmente ya se extendió en estado de México, Querétaro y Sinaloa—, con capacitaciones para identificar derechos y las diversas violencias de género, le permitieron demostrar por qué estaba ahí y abrir el surco que la llevó a San Lázaro.

No era una realidad nueva para ella que salía a las 6 de la mañana de su casa en Infonavit Norte, una zona roja y con mucha precariedad, para llegar a la clase de inglés de 7 en el CCH Azcapotzalco y posteriormente a la FES Acatlán.

Con maestría en estudios de género que cursó en línea en la Universidad de Salamanca, como representante del PAN ante el INE aprendió a foguearse con las consejeras. Hoy es parte de un relevo generacional que sabe que su partido debe ponerse al día, con un nuevo programa de acción política y perderle el miedo a temas que dejaron de ser tabú en la sociedad.

Se asumía feminista. Pero en tiempos de polarización, a las de su partido les regatean esa condición. “Si nos asumen o no como feministas, termina siendo secundario. Imponerte cómo ser una buena feminista es una posición más inclinada a un sistema patriarcal que el hecho de que te permitan sumar, a partir de lo que tú conoces o de lo que eres “

Su próxima batalla es dejar atrás multas, disculpas y apercibimientos cuando hay violencia política contra una candidata. “Si queman una urna se da una causal de nulidad de la elección. Pero sí a una mujer la humillan, la agreden en connotaciones personales, sexuales, en una campaña, no. Porque no se está viendo a la violencia como un problema social. Y debemos de ser cero tolerantes: el que violenta en la política, violenta en todas partes”.

Mirza. Las batallas ganadas y pendientes

Primero fue la batalla de la credibilidad entre los amigos de que podía hacer política en el distrito 6 de Zapopan, donde el sector campesino había sido del PRI.

Venció prejuicios y cacicazgos, ganando en las urnas su lugar en la legislatura de 2015-2018. Y conoció los obstáculos de sus compañeros. Porque una cosa era destacar en San Lázaro y otra la popularidad en el trabajo de tierra.

En 2018 en el Congreso estatal aprendió a sortear otras dificultades. “Cuando desaparecimos el Instituto Jalisciense de las Mujeres para que naciera una Secretaría de la Igualdad Sustantiva, fueron muy dolorosos los insultos de los grupos feministas: decían que yo era nana del patriarcado, la sierva de un gobernador machista, sin saber que yo estaba dando mi propia batalla al interior del grupo político”.

Había que desechar las bienintencionadas ocurrencias que no respondían a los lineamientos constitucionales ni a tratados internacionales en la materia.

Y como presidenta de la Comisión de Vigilancia y Sistema Anticorrupción, un área con 40 colaboradores, su propia bancada la dejó con tres. “Eran los patriarcas de la política queriendo demostrar que yo no iba poder hacer mi trabajo”.

La actual vicecoordinadora de la bancada de Movimiento Ciudadano, en su segunda estancia en la Cámara de Diputados, sabe que eso sucede en todos los partidos porque ni ahí ni en la política las estaban esperando con los brazos abiertos.  “Somos incómodas, las intrusas. Nos metimos a jugar a la cancha donde el balón lo dominaban los hombres, así fueran de diferentes equipos. Y estar ahí nos va a seguir constando algunos años más”.

Sin embargo, asume que México vive avances en la presencia política de las mujeres que no los tienen ni Finlandia ni los Países Bajos.

 Pero no se engaña. “Algunos patriarcas, no todos, desearían mujeres dóciles en los escaños, obedientes, sumisas, que hiciéramos el trabajo doméstico de la política”.

Celebra la convivencia y la labor que hace con sus pares de Morena, PRI y PRD en la Junta de Coordinación Política (JUCOPO). “Los coordinadores hombres se reúnen a comer, cenan y no nos invitan. Nosotras no hemos salido nunca juntas, pero sí nos reunimos en mesas de trabajo a tallar el lápiz y a defender causas en las que creemos, tratándonos con mucho respeto. Ellos tampoco tienen el poder total. Hay otros hilos. Son víctimas de su propio patriarcado, de las reglas y los códigos que hicieron”.

Frente a las sutilezas en las relaciones con los varones de poder, otras batallas se están ganando: “He tenido la fortuna de haber llegado vieja a la política. No me intimidan ni me sorprenden los hombres con poder. Cuido mi forma de vestir, de conducirme, los debates que doy, las cosas que solicito, para que no caigamos en alguna mala interpretación. Lo que nunca quiero es que los acuerdos políticos, en donde las mujeres tenemos que hacerlos, se transformen en una moneda de cambio. Soy frontal, pero cuido no lastimar a la parte de enfrente, porque si rompes ese puente, después ya no puedes volver”.

Gaby Sodi. Las batallas ganadas y las pendientes

Cuando llegó a la Cámara de Diputados, en septiembre pasado, como “la hermana de Thalía”, la diputada Gabriela Sodi Miranda había ganado la ruda batalla electoral de 2021, con una votación de dos a uno en las urnas de la delegación Cuauhtémoc.

En la bancada del PRD, como candidata ciudadana externa, fue impulsora de la plataforma Futuro 21, donde se originó la idea que posteriormente prosperaría a instancias de Va por México como un bloque opositor para la Cámara de Diputados.

Biznieta del jurista Jacinto Pallares, formada en una familia de ciencia y cultura, hija del químico que elaboraba los pigmentos para Diego Rivera y los artistas de su tiempo, creció entre cuadros de Remedios Varo: “Eran temibles. Mi mamá se enojaba muchísimo y reclamaba: ¡Las niñas no duermen!”.

Pintora, promotora de arte, con experiencia en la capacitación electoral desde que fue consejera en Morelos, en los años en que ya emergía la ciudadanización del árbitro, la tinta no era indeleble y votaban los muertos, Gabriela Sodi no incurre en los lugares comunes de lo políticamente correcto.

Es critica del feminismo radical: “No a base de sombrerazos y de golpazos que esta realidad va a cambiar. Me ven como fría, ignorante al tema. Me ven que no entiendo el tema. No. Lo que no entiendo es que no se conozca el proceso histórico, que hay que ir asumiendo. Y lo que ganaste ya no lo puedes aventar para atrás, y si lo avientas para atrás va a ser muy condenado”.

En la CTM del PRI que fue de Fidel Velázquez a Leonardo Rodríguez Alcaine, se inició como analista política, cuando Hilda Anderson era la única mujer de ese sector del partido y fue “secretario de Acción Femenil del sindicato de seguridad privada”. El término sólo se usaba en masculino.

Ahora, como presidenta de la Comisión de Atención a Grupos Vulnerables, la legisladora de la oposición reconoce que el trabajo ha sido difícil. “Porque la polarización se pensaba bajar a todos los ámbitos. Pero resulta que las personas que la integran son la materia de trabajo”.

Perdió sin embargo la batalla del presupuesto en noviembre pasado, aun cuando entre todos formularon reservas para mejorarlo. “Le decía al grupo de diversidad, porque me toca VIH, SIDA, no te va a alcanzar, porque está por debajo de la primera inflación”.

Así que ahora, ante la petición de buscar alternativas, Gabriela Sodi se ha propuesto convencerlos de que en septiembre próximo tendrán una nueva oportunidad.

“¿Votaste que las fundaciones no entraran a apoyar y ayudar a toda la discapacidad? No. Metimos 200 reservas, te quisimos ayudar. Será la próxima vez”.

Por lo pronto, trabajan para garantizar la accesibilidad todavía insuficiente en San Lázaro, que tenga el 1 % de empleados con discapacidad y que en la Comisión hay lenguaje de señas; cuestiona a las dirigencias del PAN, PRI y PRD en la mesa de trabajo de Va por México con sus legisladores, así como la falta de un proyecto cultural de fondo en la oposición. Y espera que en 2023 puedan garantizarse los recursos para los medicamentos.

Lilia Aguilar Gil. Las batallas ganadas y pendientes

Diputada local en el Congreso de Chihuahua en 2004, Lilia Aguilar Gil formó parte de la Comisión de Atención a Feminicidios y libró las batallas de quienes decían que ese término era un invento, con legisladoras que negaban la desigualdad de género y gobernantes que minimizaban las denuncias de las familias de las desaparecidas de Ciudad Juárez.

Hija de unos de los fundadores del Partido del Trabajo, cuidada junto con sus cinco hermanos por su abuela Chole mientras sus padres hacían trabajo clandestino, formada en el estudio del marxismo y con una maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Harvard, enfrenta ahora la impunidad del asesinato de su madre, cuyo secuestro nunca quiso reconocer como tal el gobierno de Javier Corral.

Diputada federal por segunda ocasión, Lilia reclama justicia. Le ha enviado una carta al presidente López Obrador para contarle cómo los abandonó esa administración estatal, negando las evidencias del feminicida, alterando la autopsia de la maestra Matilde Gil, quien estuvo en cautiverio durante 9 días que se perdieron porque las autoridades se negaron a decretar la alerta correspondiente en 2017.

Recurrió a todos los contactos posibles. Ni Miguel Osorio ni Diego Fernández de Cevallos pudieron ayudarla. Ya cuando la tragedia se había consumado, Omar García Harfush ayudó a los hermanos Aguilar Gil a desentrañar este crimen de odio cometido por un colaborador de su madre en la escuela que ella fundó y dirigía.

Cuando aún estaba viva, secuestrada, Lilia Aguilar recurrió al gobernador para suplicarle que localizaran su celular. El le dijo que seguramente su madre estaba en alguna playa tomándose una margarita con su novio, huyendo de la monotonía. La versión oficial que se propagó en los medios que la de un crimen pasional en manos de un hombre al que la académica y luchadora social acosaba.

“La historia era que la puta de mi mamá había tenido un amante que la había mandado a matar. Nos negaron el derecho a ser víctimas. Ni siquiera nos dejaron ser parte de la estadística (…) No tuvimos una solo posibilidad de asistir a audiencias. Nos prohibieron la entrada. Javier después habló conmigo y me dijo que él no me iba a permitir que yo tirara la imagen que él tenía a nivel federal, de ser un hombre justo y que en todo momento iba a negar los hechos.

“La batalla inmediata es pedir justicia contra los funcionarios que actuaron de esta manera: el fiscal y el gobernador y todos aquellos que estaban en la unidad de personas desparecidas, obsesionados con la persecución a César Duarte y que abandonaron la justicia en Chihuahua”.

En la Cámara, la parlamentaria pugna ahora por fiscalías que, con ética, persigan los delitos contra las mujeres.

“Necesitamos hacer reformas en los códigos de procedimientos penales para que una juez no pueda decirnos una vez más que no hay suficiente violencia y el asesinato no muestra suficiente odio como para calificarlo de feminicidio”.

Es el dolor de una hija que encontró el cuerpo de su madre destrozado a golpes.

 

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