jueves 21 noviembre, 2024
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«POLÍTICA DE LO COTIDIANO» Gente que respeta

Por. Adriana Segovia Urbano

“Gente horrible”, así se llama el capítulo 5 de la segunda temporada de la serie estadounidense “911” (Creada por Ryan Murphy y Brad Falchuk, 2018). El capítulo narra varias historias de gente “horrible”, con varios feos defectos humanos, pero principalmente retrata las agresiones y discriminaciones que recibe el personal de rescate que debe salvar precisamente a esas personas. Por ejemplo, al señor blanco, grave, que no quiere recibir atención de personas afroamericanas o latinas. El episodio lleva a la teleaudiencia a ponerse en ese lugar complejo de cumplir un servicio a pesar de la agresión recibida, ya que en una hipotética negación del servicio iría en juego la vida de la o el usuario. Hay varios tipos de reacciones en los personajes que me parecieron buenos ejemplos de cómo, a pesar del enojo, se pueden controlar las reacciones para no engancharse y al mismo tiempo conservar también una postura digna.

En días recientes, tuve una mínima experiencia de lo que significa recibir agresiones en Twitter. Digo mínima porque, siendo una usuaria asidua, soy del tipo que no comenta ni escribe tanto y, no siendo una figura pública sino una ciudadana común, más bien me ha tocado atestiguar cuánto odio, cuánta violencia y agresión pueden verse en ciertas conversaciones de esa red. Hay quien sataniza Twitter diciendo que la red es solo eso. No estoy de acuerdo. Hay de todo, y trato de moverme por las avenidas que en lo posible no crucen por esos intercambios. Pero me entero y me indigna cómo pueden recibir tanto odio y descalificación personas públicas a la que hay toda una turba, espontánea o no, dedicada solo a eso. Los ejemplos son incontables, por mencionar uno de 2021, visibilizado y denunciado unificadamente, los ataques misóginos y violentos que recibieron la analista Denisse Dresser, las periodistas Pamela Cerdeira, Gabriela Warkentin y Maite Azuela, y la escritora Alma Delia Murillo (junio, 2021). Los efectos de este ciberacoso son como los efectos de todas las violencias, lastiman, dañan y traumatizan. Se necesita en verdad un trabajo personal y espiritual fuerte que desarrolle la entereza y el valor para trascender el daño y continuar comprometidas a seguir sirviendo, opinando, hablando y denunciando. 

Insisto que mi caso no tiene comparación, pero me permitió experimentar en esa ínfima dimensión lo que se siente cuando hay gente que ataca por solo expresar una opinión que no les gusta. A propósito del tema del uso inadecuado de la Ivermectina en la Ciudad de México, más todos los posibles problemas bioéticos que esto supuso, comenté sobre el excelente artículo que escribió en la revista que respeto, Nexos, Juan Pablo Pardo-Guerra, Profesor de la Universidad de California, quien fue uno de los denunciantes de los problemas científicos y de política pública que el uso mencionado del medicamento suponía. Rectifico, no comenté el artículo, sino que critiqué la ilustración del mismo en la revista, un dibujo de tres hombres observando un microscopio, como representando a la comunidad científica. Lo critiqué por eso, por representar a la comunidad científica con tres hombres.

La principal crítica a mi crítica fue que cómo me atrevía a señalar algo que no tenía ninguna importancia y que, según esto, quitaba el foco de lo que sí era importante. Todos los comentarios en ese sentido incluyeron burlas, sarcasmo, descalificaciones como: “mejor péinese, señora”, “vuelva a la cocina”, “vaya a terapia”, “seguro no lo leyó o no sabe leer”, entre otras francas groserías.

Yo sabía que quizá provocaría algunas de estas reacciones. Obvio no imaginé la cantidad y el odio porque estoy acostumbrada a ser una ciudadana más, súper X, en esa red. Pero mi punto, que es el que, gracias lectoras y lectores de esta columna, aprovecho para aclarar aquí, es el de la necesidad de señalar en todo momento y oportunidad, la invisibilización de las mujeres. En eso consiste una visión sensible al género, porque además esa invisibilización, esa omisión, esa subordinación, está conectada eventualmente con la violencia de género. Señalar eso no quita la importancia de ningún otro tema con el que se intersecte, es decir el centro de un artículo, de un evento, de un juicio, de una terapia, de una ley, de una clase, de cualquier conversación. Tal es así que el autor del artículo puso un (uno de los pocos) “me gusta” a mi comentario. Supongo que en acuerdo con que la observación no quita nada a la importancia de su brillante artículo (imagínense qué omnipotencia suponer que eso siquiera pudiera ocurrir).

Nacida en 1963, crecí en un mundo de imágenes dominadas por los hombres, en la política, los deportes, la cultura. Era difícil imaginar dónde íbamos a caber nosotras en esferas importantes. Cómo sería que de mis grupos de compañeros y compañeras de la escuela, más o menos mitad hombres y mitad mujeres hasta la prepa, luego fueran desapareciendo las mujeres en niveles superiores de la educación, el trabajo y el éxito más adelante. Para no desaparecer en la realidad, es necesario seguir denunciando cuando somos borradas en cualquier evento, ilustración, sistema u organización. De ahí el hashtag #NoSinMujeres. Usado, entre otras, por la Red de Politólogas.

Es muy seguro que Twitter no sea un buen espacio para ir más allá del concepto ético de nuestros “amigos morales” (los que comparten nuestra visión) del filósofo Hugo T. Engelhardt: 1941-2018. El concepto señala la facilidad de hablar con quienes piensan como nosotros y lo que implica e importa, en términos éticos, dialogar, contactar, con quienes no son nuestros amigos morales. Sin embargo, y por eso quise ilustrar aquí con una ficción, y con una durísima realidad como la de las periodistas y escritoras, como ejemplos de paciencia, tolerancia y dignidad para seguir apostando por ir más allá del círculo de nuestros amigos morales. Es un esfuerzo que vale la pena si queremos construir un mundo mejor, con más gente que respeta. 

 

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