Por. Sandra Vivanco
Cada vez se visibilizan más las mujeres afrolatinas, precisamente la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha destinado el día 25 de julio como el Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora, desde hace casi tres décadas se realizan esfuerzos para que las mujeres que se integran estos grupos tengan acceso a servicios y políticas públicas que mejoren su calidad de vida.
Dentro de los lastres a erradicar están el racismo y la discriminación de que las personas en general pueden ser objeto, sin embargo, las mujeres afrodescendientes han luchado y resistido en mayor medida las actitudes que las relegan, a diferencia de otros grupos también de especial atención, a lo largo de la historia se les ha relegado por su origen africano, por ser mujeres y se les esclavizó. En la actualidad padecen la falta de oportunidades para acceder a la educación, oportunidades laborales y servicios médicos.
Por otro lado, también ha existido la violencia racial y la exclusión de las mujeres afrodescendientes, generalmente por estereotipos sociales que les impiden el disfrute de derechos y de un trato digno, a tres años de que termine el Decenio Internacional de las Personas Afrodescendientes se puede decir que se ha logrado, por lo menos en nuestro país, realizar acciones para disminuir la brecha de desigualdades y el reconocimiento constitucional de los pueblos y comunidades afromexicanas.
Una de las más grandes discriminaciones que han padecido las personas afrodescendientes, son las deportaciones dentro del territorio mexicano, enviándolos hacia los países Centroamericanos, aún y cuando son mexicanos, lo que los segrega e invisibiliza. Algo similar ha sucedido con el racismo que fue denunciado en 2018 por las mujeres afromexicanas antes la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, exponiendo como la negritud y el color de piel ha sido usado para negarles el reconocimiento como personas mexicanas, distinguiéndoles respecto de los demás, excluyéndoles y restringiendo derechos, lo que se encuentra prohibido en nuestro país.
Buscando ser reconocidas por sus aportaciones y contribuciones históricas, así como el goce pleno de derechos y de una nacionalidad, las comunidades de afrodescendientes, encabezadas por mujeres buscaron la anhelada reforma constitucional, la que sin duda permitiría obtener un trato igualitario, libre de discriminación y una equiparación a los pueblos y comunidades indígenas de México.
La reforma se publicó en agosto de 2019, modificando sustancialmente el artículo 2º de la Constitución Federal, agregando un apartado C, estableciendo el reconocimiento como parte de la composición pluricultural de la Nación a los pueblos afrodescendientes mexicanos, a sus comunidades y reagrupamientos sociales y culturales, reconociendo derechos y sus garantías equiparadas a las de los pueblos y comunidades indígenas en México.
En ese párrafo se concentran derechos colectivos de libre determinación, autonomía, desarrollo e inclusión social, lo cual dota a las comunidades integradas por personas afrodescendientes del reconocimiento de derechos sin límites y sí con todas sus garantías y la plena protección del Estado Mexicano.
De ahí que en el reciente proceso electoral se garantizaran los derechos político electorales de personas afromexicanas, para ser votadas al cargo de diputaciones federales, por lo menos tres fórmulas de candidaturas por mayoría relativa y una bajo el principio de representación proporcional, postuladas por partidos políticos nacionales, sin lugar a dudas, lo anterior no es una concesión graciosa, sino una consecuencia de un trato igualitario a personas que siempre debieron ser tratadas como iguales.
En el caso específico de las mujeres, sin duda padecen la misma circunstancia, pero las desigualdades se viven de forma diversa, porque les afectan de forma diferente, esto es debido a que las mujeres en general son relegadas, de ahí que uno de los aspectos a valorar cuando se considera vulneración de derechos, una de las categorías sospechosas a analizar es si la mujer se ubica en el supuesto de ser integrante de una comunidad indígena o afrodescendiente.
No debiera ser una limitante para las personas y tampoco para las mujeres, su origen étnico, mucho menos su color de piel, pero si es una condicionante para acceder a servicios y beneficios, inclusive para obtener un trato digno.
Resulta difícil discutir cómo las diferencias se acentúan entre las mujeres y los hombres, teniendo mayores desventajas las primeras, pero las discriminaciones se intensifican si la mujer es de determinada edad, con algún tipo de discapacidad, de origen indígena, con mayor rechazo si se considera afromexicana.
Con una fecha para visibilizar la existencia de mujeres afrolatinas, afrocaribeñas y de la diáspora, renace la oportunidad de evidenciar el trabajo de los organismos internacionales y los esfuerzos sociales aunados a los trabajos institucionales de los Estados Parte para brindar más y mejores opciones de vida digna, así como el acceso a una vida en condiciones de igualdad y equidad.
Cada día es importante no cesar en los intentos de generar condiciones de igualdad no solo para las mujeres afrodescendientes, ni únicamente en América, ni tampoco de forma exclusiva para asuntos sociales y de sobrevivencia, también es necesario visibilizar las desigualdades en el deporte, ahora mismo las mujeres son sometidas a participar en los Juegos Olímpicos con uniformes que exhiben sus cuerpos, lo cual se hace bajo un reglamento inequitativo frente a los participantes masculinos. En esos pequeños detalles también se genera discriminación. Un pedazo de tela a unas les es negada, bajo amenaza de sanciones y descalificaciones. Existe un trato diferenciado al participar en las justas deportivas.
Por ejemplos como el arriba mencionado es que es necesario implementar acciones específicas para que las mujeres puedan vivir libres de violencia y discriminación.