- “La repugnancia que tenía a la carrera eclesiástica”
Por: Raúl Jiménez Lescas
Benito Juárez y la Consumación de la Independencia de 1821
Cuando las tropas trigarantes del comandante Antonio de León (Antonio de la Luz Quirino y León y Loyola, 1794-1847) entraron a la verde Antequera a consumar la Independencia (a nombre del Rey Fernando VII que no sabía), Benito Juárez era un joven de 15 años y ya estaba trabajando en la capital de la Intendencia de Oaxaca, en compañía de su hermana, Josefa Juárez. Su recuerdo lo plasmó en sus Apuntes para mis hijos, donde cuenta cómo se escapó de San Pablo Guelatao para llegar a la verde Antequera a los 12 años cumplidos. Por cierto el recorrido lo hizo a “pata” y duró todo un día caminando por la hoy llamada Sierra Juárez.
“En los primeros días -recordó Benito Juárez- me dediqué a trabajar en el cuidado de la granja ganando dos reales diarios para mi subsistencia, mientras encontraba una casa en qué servir. Vivía entonces en la ciudad un hombre piadoso y muy honrado que ejercía el oficio de encuadernador y empastador de libros. Vestía el hábito de la Orden Tercera de San Francisco y aunque muy dedicado a la devoción y a las prácticas religiosas era bastante despreocupado y amigo de la educación de la juventud. Las obras de Feijóo y las epístolas de San Pablo eran los libros favoritos de su lectura. Ese hombre se llamaba don Antonio Salanueva quien me recibió en su casa ofreciendo mandarme a la escuela para que aprendiese a leer y a escribir. De este modo quedé establecido en Oaxaca el 7 de enero de 1819”.
Dos años después, todos los oaxaqueños salieron, el 31 de julio de 1821, a vitorear las tropas trigarantes al mando de Antonio de León en el llamado “Zócalo” oaxaqueño. Habiendo pasado por la garita del marquesado pasaron por donde hoy está el Monumento a Antonio de León (foto). Venían combatiendo a los realistas desde Huajuapan, Nochixtlán y Etla.
Inferimos, no hay testimonio escrito, que ese joven zapoteco que aún no hablaba el castellano, también salió a ver o vitorear la entrada triunfal de la Trigarancia.
Años después, ese joven se volvió alumno destacado del ya General Antonio de León, su maestro y tutor político.
Benito Juárez de seminarista a estudiante liberal
Con la Consumación de la Independencia (1821), el “Comandante de las Tres Mixtecas”” Antonio de León impulsó lo que hoy llamamos Educación Civil y nació el Instituto de Ciencias y Artes separado del Seminario Pontificio de la Santa Cruz de Oaxaca (fundado en 1673), un año después de que Fray Francisco de Burgoa publicó su magna obra (Geográfica descripción de la parte septentrional del polo ártico de la América y Nueva Iglesia de las Indias Occidentales, y sitio astronómico de esta provincia de predicadores de Antequera Valle de Oaxaca, 1672).
Señala el cronista oaxaqueño: “Originalmente el Instituto funcionó en el exconvento de San Pablo, que en su día fue el primer convento que construyeron los Dominicos en Oaxaca, pero que debido a un temblor se desplomó y los frailes tuvieron que trasladarse al de Santo Domingo sin que éste, estuviera terminado. Hoy el exconvento de San Pablo está acondicionado como un hotel”.
Los profesores liberales (de corte gaditano) abrieron paso a las carreras liberales, por lo que la iglesia y las autoridades del Seminario le declararon la guerra alentando todo tipo de rumores y chismes (típico de los conservadores) contra ese Instituto y sus estudiantes. Uno de ellos fue el joven Benito Juárez, que se salió del Seminario para inscribirse en el Instituto liberal.
Juárez entró al Seminario oaxaqueño en calidad de “capense” porque era zapoteco y a las autoridades les interesaba mucho que los zapotecos fueran sacerdotes para trabajar en las Repúblicas de Indios porque comprenden en su lengua la doctrina católica, apostólica y romana. Pero Benito dejó el Seminario y se volvió, al parecer, un buen estudiante (Excelente nemine discrepante) del naciente Instituto de Ciencias y Artes y aprendió el castellano.
En palabras de Benito: “Allanado de ese modo mi camino entré a estudiar gramática latina al Seminario en calidad de capense el día 18 de octubre de 1821, por supuesto sin saber gramática castellana, ni las demás materias de la educación primaria. Desgraciadamente no sólo en mí se notaba ese defecto, sino en los demás estudiantes generalmente por el atraso en que se hallaba la instrucción pública en aquellos tiempos”.
“Comencé, pues, mis estudios bajo la dirección de profesores que siendo todos eclesiásticos la educación literaria que me daban debía ser puramente eclesiástica. En agosto de 1823 concluí mi estudio de gramática latina, habiendo sufrido los dos exámenes de estatuto con las calificaciones de Excelente. En ese año no se abrió curso de artes y tuve que esperar hasta el año siguiente para comenzar a estudiar filosofía por la obra del padre Jaquier; pero antes tuve que vencer una dificultad grave que se me presentó y fue la siguiente: luego que concluí mi estudio de gramática latina mi Padrino manifestó gran interés porque pasase yo a estudiar Teología moral para que el año siguiente comenzara a recibir las órdenes sagradas. Esta indicación me fue muy penosa, tanto por la repugnancia que tenía a la carrera eclesiástica, como por la mala idea que se tenía de los sacerdotes que sólo estudiaban gramática latina y Teología moral y a quienes por este motivo se ridiculizaba llamándolos Padres de Misa y Olla o Lárragos. Se les daba el primer apodo porque por su ignorancia sólo decían misa para ganar la subsistencia y no les era permitido predicar ni ejercer otras funciones que requerían instrucción y capacidad; y se les llamaba Lárragos, porque sólo estudiaban Teología moral por el Padre Lárraga. De modo que pude manifesté a mi Padrino con franqueza este inconveniente, agregándole que no teniendo yo todavía la edad suficiente para recibir el Presbiterado nada perdía con estudiar el curso de artes. Tuve la fortuna de que le convencieran mis razones y me dejó seguir mi carrera, como yo lo deseaba.
“En el año de 1827 concluí el curso de artes habiendo sostenido en público dos actos que se me señalaron y sufrido los exámenes de reglamento con las calificaciones de Excelente nemine discrepante y con algunas notas honrosas que me hicieron mis sinodales.
“En este mismo año se abrió el curso de Teología y pasé a estudiar este ramo, como parte esencial de la carrera o profesión a que mi Padrino quería destinarme, y acaso fue ésta la razón que tuvo para no instarme ya a que me ordenara prontamente.”.
Muchos años después, Benito dejó en sus Apuntes:
“En lo particular del Estado de Oaxaca donde yo vivía se verificaban también, aunque en pequeña escala, algunos sucesos análogos a los generales de la Nación. Se reunió un Congreso Constituyente que dio la Constitución del Estado. Los partidos Liberal y Retrógrado tomaron sus denominaciones particulares llamándose Vinagre el primero y Aceite el segundo. Ambos trabajaron activamente en las elecciones que se hicieron de diputados y senadores para el primer Congreso Constitucional. El Partido Liberal triunfó sacando una mayoría de diputados y senadores liberales, a lo que se debió que el Congreso diera algunas leyes que favorecían la libertad y el progreso de aquella sociedad, que estaba enteramente dominada por la ignorancia, el fanatismo religioso y las preocupaciones. La medida más importante por sus trascendencias saludables y que hará siempre honor a los miembros de aquel Congreso fue el establecimiento de un Colegio Civil que se denominó Instituto de Ciencias y Artes; independiente de la tutela del clero, y destinado para la enseñanza de la juventud en varios ramos del saber humano, que era muy difícil aprender en aquel Estado donde no había más establecimiento literario que el Colegio Seminario Conciliar; en que se enseñaba únicamente Gramática Latina, Filosofía, Física elemental y Teología; de manera que para seguir otra carrera que no fuese la eclesiástica o para perfeccionarse en algún arte u oficio era preciso poseer un caudal suficiente para ir a la Capital de la Nación o a algún país extranjero para instruirse o perfeccionarse en la ciencia, o arte a que uno quisiera dedicarse. Para los pobres como yo, era perdida toda esperanza.
“Al abrirse el Instituto en el citado año de 1827 el doctor don José Juan Canseco, uno de los autores de la ley que creó el establecimiento, pronunció el discurso de apertura, demostrando las ventajas de la instrucción de la juventud y la facilidad con que ésta podría desde entonces abrazar la profesión literaria que quisiera elegir. Desde aquel día muchos estudiantes del Seminario se pasaron al Instituto. Sea por este ejemplo, sea por curiosidad, sea por la impresión que hizo en mí el discurso del Doctor Canseco, sea por el fastidio que me causaba el estudio de la Teología por lo incomprensible de sus principios, o sea por mi natural deseo de seguir otra carrera distinta de la eclesiástica, lo cierto es que yo no cursaba a gusto la cátedra de Teología, a que había pasado después de haber concluido el curso de Filosofía. Luego que sufrí el examen de Estatuto me despedí de mi maestro, que lo era el Canónigo don Luis Morales, y me pasé al Instituto a estudiar jurisprudencia en agosto de 1828.
“El Director y catedráticos de este nuevo establecimiento eran todos del Partido Liberal y tomaban parte, como era natural, en todas las cuestiones políticas que se suscitaban en el Estado. Por esto, y por lo que es más cierto, porque el clero conoció que aquel nuevo plantel de educación, donde no se ponían trabas a la inteligencia para descubrir la verdad, sería en lo sucesivo, como lo ha sido en efecto, la ruina de su poder basado sobre el error y las preocupaciones, le declaró una guerra sistemática y cruel, valiéndose de la influencia muy poderosa que entonces ejercía sobre la autoridad civil, sobre las familias y sobre toda la sociedad. Llamaban al Instituto casa de prostitución y a los catedráticos y discípulos, herejes y libertinos.
“Los padres de familia rehusaban mandar a sus hijos a aquel establecimiento y los pocos alumnos que concurríamos a las cátedras éramos mal vistos y excomulgados por la inmensa mayoría ignorante y fanática de aquella desgraciada sociedad. Muchos de mis compañeros desertaron, espantados del poderoso enemigo que nos perseguía. Unos cuantos nomás quedamos sosteniendo aquella casa con nuestra diaria concurrencia a las cátedras.
“En 1829 se anunció una próxima invasión de los españoles por el Istmo de Tehuantepec, y todos los estudiantes del Instituto ocurrirnos a alistarnos en la milicia cívica, habiéndoseme nombrado teniente de una de las compañías que se organizaron para defender la independencia nacional. En 1830 me encargué en clase de sustituto de la cátedra de Física con una dotación de 30 pesos con los que tuve para auxiliarme en mis gastos. En 1831 concluí mi curso de jurisprudencia y pasé a la práctica al bufete del Lic. don Tiburcio Cañas. En el mismo año fui nombrado Regidor del Ayuntamiento de la Capital, por elección popular, y presidí el acto de Física que mi discípulo don Francisco Rincón dedicó al Cuerpo Académico del Colegio Seminario”.
Se graduó de abogado y después fue catedrático de esa institución. Impartió cátedra en el “Paraninfo” (actualmente en el edificio de rectoría de la UABJO). Recuerda la historiadora, Liliana Pérez Velasco: “Entre los documentos existe una lista fechada el 31 de Octubre de 1832, sobre algunas cátedras que se impartían en el Instituto de Ciencias y Artes, entre ellas: Derecho canónico, Derecho Civil, Derecho Público, Medicina, Lógica, Gramática, Dibujo y Física. En esta última destaca su titular Benito Juárez como responsable de impartirla. Posteriormente supimos que también tuvo a su cargo las cátedras de Derecho canónico y Derecho Civil”.
El Instituto fue el Alma Mater de Benito Juárez y un puñado de liberales que destacaron en la Reforma de 1857. La formación política de Juárez fue sólida, de avanzada, liberal y, aprendiendo el arte de gobernar, con el comandante Antonio de León a su lado, tenían los cimientos para ser no sólo gobernador de Oaxaca, sino presidente de la República y Benemérito de las Américas.
Fuentes
Benito Juárez. Apuntes para mis hijos. En: https://bivir.uacj.mx/BenitoJuarez/ApuntesParaMisHijos.pdf