Por. Saraí Aguilar
El presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que desconocía el significado de la expresión “romper el pacto” y que su esposa Beatriz Gutiérrez Müller le explicó que tiene que ver con romper el pacto patriarcal.
El mandatario federal calificó como “importada” la expresión usada por feministas en relación con su virtual respaldo a la aspiración del senador Félix Salgado Macedonio a gobernar el estado de Guerrero. “Qué tenemos nosotros que ver con eso si nosotros somos respetuosos de las mujeres, de todos los seres humanos”, dijo el presidente.
Si para muchos fue escandaloso que no supiese qué significaba el pacto patriarcal, lo verdaderamente alarmante es que un mandatario desconozca la realidad que enfrentan las mujeres para las cuales gobierna.
No necesitamos “importar” problemas. Ser mujer es un riesgo en México.
Entre enero de 2018 y diciembre de 2020 fueron asesinadas 11 mil 217 mujeres en México; además, en el mismo periodo se presentaron 150 mil 716 denuncias por delitos sexuales, de las cuales 49 mil 195 fueron por violación, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), citados en el informe Violencia contra las Mujeres en México. (Contralínea).
Asimismo, de enero a junio de 2020 se reportaron 132 mil 110 llamadas de emergencia relacionadas con presuntos actos de violencia contra mujeres y niñas. Justamente en marzo se registró el máximo histórico de pedidos de auxilio desde que se tienen registros (2016) (El Economista 02-2020)
En 2019, la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos alertó sobre las más de 9 mil mujeres desaparecidas en México, en el marco de la ceremonia conmemorativa por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Una tragedia que suma doble pues quedan las madres que buscan entre fosas y amenazas de muerte a sus hijas o restos de ellas tratando de descifrar el dolor al que fueron sometidas en sus últimas horas.
Y en el tema de trata de personas, de importar ni hablamos. Más bien, México no solamente es un país que padece los estragos de la trata de personas, sino que es identificado por muchos como lugar de origen, tránsito y destino del 70 al 85 por cierto de los casos identificados posteriormente en Estados Unidos (Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México).
Por lo demás, la trata tiene rostro de mujer pues son las que más sufren de esta explotación. En México, “una cuarta parte de las víctimas de desaparición son mujeres, pero de esa cifra, casi la totalidad son niñas o adolescentes de entre 10 y 17 años, lo cual abre hipótesis de investigación relacionadas con la trata de personas”, afirmó Karla Quintana, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) (La Jornada).
Por lo visto, el presidente sí tiene otros datos. Datos que no reflejan la realidad que vivimos día a día las mujeres. Solo así se entiende que no comprenda la lucha legítima que se da en las calles, en los trabajos y desde cualquier trinchera. No sólo las que nos denominamos feministas sino todas las mujeres, pues ninguna esta exenta de ser la desaparecida del día, de convertirse en una estadística más, minimizada por un mandatario que prefiere creer que las muertas no existen. O que piensa que son simples grillas electorales las noticas sobre madres que buscan a sus hijas adolescentes entre prostíbulos –temerosas de que hayan sido reclutadas por tratantes– o, peor aún entre fosas.
No presidente, no importamos violencia. La que existe en México contra nosotras basta y sobra para indignarnos y exigirle que rompa el ciclo de violencia que nos envuelve.