domingo 24 noviembre, 2024
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CULTURA VIDA

El general Vicente Guerrero en su laberinto V

  • 190 años han pasado y no hemos claudicado
  • Vicente Guerrero se levantó en Huetamo contra el emperador Agustín I
  • No es la gloria de mandar la que me anima, ni mi engrandecimiento preside mis acciones

Por Raúl Jiménez Lescas

El Congreso declara la coronación de don Agustín de Iturbide

como obra de la violencia y fuera de la ley, y de derecho nula.

Soberano Congreso Mexicano, 5 de abril de 1823.

 

El 18 de febrero de 1823, en San Juan Huetamo (en memoria de Fray Juan Bautista Moya, Michoacán), el general Vicente Guerrero se pronunció contra el Imperio Mexicano:

“A la Nación Mexicana.

Amados compatriotas: ha llegado ya el día en el cual conociendo vuestros sagrados derechos desatéis de un solo golpe todo vuestro enojo contra el que despóticamente os los ha usurpado. La Libertad: esta dulce voz que tanto congratula los oídos del hombre justo, es tiempo que resuene ya en todos los ámbitos del Anáhuac, y que en lo sucesivo sea la única divisa de todo mexicano, para que esté revestido de grande intrepidez, rompa y arranque el cetro despótico de las manos del realismo, y nunca vuelva a asilarse semejante monstruo en esta preciosa parte del glovo [globo], destinada por la naturaleza a ser la regeneradora de la Libertad, la promotora de la virtud, y el asilo de la felicidad. Aborreced de corazón a estos hipócritas Robespierres, y ambiciosos San Just, que ensangrentando la estatua de la Libertad, la han cubierto de indignas obcenidades [obscenidades], rodeándola de atroces crímenes y maldades.

“Es muy cierto que el héroe de Iguala nos devolvió de los lazos de la ignominiosa España; pero ¿acaso fue sola obra suya? ¿Acaso fue solo él quien se expuso a los peligros y calamidades de la guerra? ¿o acaso fue su objeto libertar la Patria para que ésta gozara de tan sagrado nombre? Y dado caso que esto fuera así, ¿podía éste obtener otros derechos de la Nación, que aguardar a que con mano generosa recompensara sus beneficios, si los juzgaba dignos, como en igual caso lo hicieron los héroes Bravo, Victoria y otros muchos que solo aspiraban al deseado fin de la independencia? No amigos míos, este hombre pérfido y falás lejos de imitar el inmortal ejemplo de los grandes Washingtons, Bolívares y San Martines, socolor de libertador, no hizo otra cosa que envolvernos en nuevos lazos de esclavitud y servilismo: puso el sello en sus intrigas sobornando, como es público, a muchos de sus colegas para de este modo asegurar la presa que desde Iguala y Córdova se destinaba; valioso de sugetos que aspiraban a su modo y coadyuban a sus felonías, y que al presente se hallan a la cabeza del gobierno para sumergir a la infeliz Tenoxtitlan en el espantoso cuadro que ahora se nos presenta a la vista.

“El sargento Pío Marcha (¡nombre execrable y maldito!) cumpliendo lo que había ofrecido a Iturbide, y confiado en las promesas de éste, sorprendió a México con todo el bajo pueblo de uno de sus barrios la noche del 18 de mayo de 1822; días preciosos en que los verdaderos padres de la Patria trabajaban incesantemente en preparar a ésta su futura felicidad; estos eran los verdaderos jueces de la Nación; estos los que hablaban a nombre de las provincias; y estos en fin eran los que componían el Soberano cuerpo de la Nación. ¿Y cuál debe ser nuestra sorpresa, amados conciudadanos, al mirar nuestros sabios Diputados acometidos por el tirano y demás de su séquito, con armas en mano, en el mismo templo de la justicia, amenazadas sus vidas preciosas e inviolables por aquellos monstruos de la ambición, si no accedían a las injustas pretensiones del tirano? ¡O que tropelía tan inaudita; tropelía que la América del Septentrión llorará sin cesar, y execrará con grande escarnio a los autores de esta punible maldad!

“No contento el coloso con este procedimiento, y sospechándose que la Soberanía Nacional habrá de impedir sus arbitrariedades a semejanza de un furioso río que en su corriente baja rápidamente arrasando cuanto se le opone, así el injusto, así el desnaturalizado Iturbide, echa por tierra la representación Nacional, sin atender más que a su propio interés, aunque no deja de conocer que su engrandecimiento sería la ruina de la Nación. En vano fueron las sabias medidas que estos héroes benéficos trazaron para salvar a su Patria, pues el déspota celoso de que le disputaran su dominio, les privó muy en breve no solo del alto puesto que la Nación les había conferido, sino aun también de su libertad; ¡golpe terrible: golpe que jamás ningún buen Americano debe apartar un momento del fondo de su corazón! ¿Dónde está aquella misma inviolabilidad que las mismas leyes y la Nación les habían concedido? ¿Dónde el juramento que el ambicioso Iturbide prestó tantas veces sobre lo más sagrado, de sostener la representación Nacional? ¿Y donde por fin, la Nación que aquella asamblea reunida componía? Todos estos vínculos desaparecieron, todos fueron violados, todos desde aquel momento han variado de aspecto, y solo la ruina y la desesperación nos han quedado. Sin libertad individual, sin representación Nacional, sin libertad de imprenta, y aun sin la de poder opinar, ¡que podemos esperar para lo sucesivo! ¿Podemos esperar que con el tiempo varíe, y que nuestra suerte mejore? No, mexicanos, lejos de esto debemos temer la ruina inevitable de nuestros hijos y la fatal desolación del suelo indiano. Los verdaderos héroes de la Patria irritados de un manejo tan falaz, han vuelto a tomar las armas, se han puesto en el campo de Marte, y han jurado delante de Dios y del mundo todo perecer ó poner a la Nación en la plenitud de su libertad, para que ésta sin arbitrariedades, se constituya del modo que más a propósito le convenga, y sin que algún individuo de ella pueda sugetarla [sujetara] a su capricho y antojo. Al Augusto Congreso toca exclusivamente, con anuencia de las respectivas provincias, elegir la forma de gobierno que la sabiduría de sus dignos Representantes, prudencia y humanidad les aconseje; pero esta misma asamblea respetable es necesario, amados compatriotas, se halle protejida [protegida], sostenida y auxiliada por toda la heroica Nación a quien representa.

“Este es el único y solo objeto que ha animado a mí y a todos mis compañeros para empuñar el sable; no es otro más que el restituir a la Patria (bajo el Plan de Veracruz) lo que D. Agustín Iturbide le ha usurpado, y por tan sagrado fin estoy resuelto a perder mil vidas antes que desistir de tan loable empresa. Los enemigos de la libertad, los amantes del servilismo, pintarán mi resolución con diferente colorido de lo que ello es en sí, pues todavía estos se estremecen a tan dulce voz, y la confunden con las palabras de crimen e irreligión. No es la gloria de mandar la que me anima, ni mi engrandecimiento preside mis acciones; pues si esto fuera así, bien pude haberlo hecho desde Iguala, tiempo en que teniendo yo la mayor fuerza no solo de acogida, sino aun cedí el mando gustoso al que será separado a la libertad de su patria. No, amados conciudadanos míos, el simple y grande nombre de ciudadano es el más apreciable con que quiere distinguirse vuestro compatriota. Vicente Guerrero. San Juan Huetamo [Huetamo de Nuñez], febrero 18 de 1823, tercero de la independencia y segundo de la libertad.”.

Entonces Huetamo era un pueblito enclavado en la Tierra Caliente de Michoacán (palabra de origen chichimeca: “cuatro jefes”; otros dicen “vienen cuatro” del chichimeca hue tamu). Desde los primeros días del levantamiento en armas de José María Morelos (octubre de 1810), los huetamenses se distinguieron por el apoyo a la causa independentista, incluso un Batallón de los lugareños defendió el Sitio de Cuautla). Después de consumada la Independencia del país, el Congreso del Estado a través de la Ley Territorial del 10 de diciembre de 1831 le otorgó la categoría de municipio y lo constituyó en cabecera del Departamento del Sur. El 31 de marzo de 1859, el Congreso le concedió el título de Villa de Núñez a Huetamo, en memoria del general Silverio Núñez. El 30 de noviembre de 1953, se le otorgó el rango de ciudad, con el nombre de Huetamo de Núñez.

Camino a la República

El camino al triunvirato que condujo a la Primera República Federal de 1824, gracias de la alianza de Guerrero, Bravo y De León en Oaxaca, estuvo abierto para la entrada triunfal de las tropas de aquel por la hacienda de Los Portales y el pueblo de Coyoacán, en las inmediaciones a la ciudad de México. La orden de marcha estableció los pasos que se siguieron por las tropas del batallón del regimiento de infantería de línea número 4 de la División del Centro y las del general Bravo fueron muy puntuales para su ingreso a la capital del extinto “Imperio Mexicano”. Esto ocurrió el jueves santo del 27 de marzo de 1823. Carlos María de Bustamante recordó el episodio final de la abdicación diciendo:

El señor Iturbide debió haber salido en aquel mismo día (sábado de gloria), según lo acordado en Santa Martha; pero escribió a Bravo diciéndole, que la noche anterior había sido atacado de un dolor, por lo que, y tener todavía que disponer de muchas cosas, llevándose a su familia, que constaba de cuarenta personas, saldría al día siguiente. Atribuyeron algunos esta demora a que esperaba saber el resultado de la revolución de los barrios.

Como se recordará, el Plan de Casa Mata, estableció:

“Habiendo D. Agustín de Iturbide, atropellado con escándalo el Congreso de su mismo seno, la mañana del 12 de mayo de 1822, faltando con perfidia a sus solemnes juramentos, y prevaliéndose de la intriga y de la fuerza, como es público y notorio, para hacerse proclamar Emperador, sin consultar tampoco con el voto de los pueblos, la tal proclamación es a todas luces nula, de ningún valor y efecto, y mucho más cuando para aquel acto de tanto peso, del que iba a depender la suerte de América, no hubo Congreso por haber faltado la mayor parte de los diputados. […] Por tanto, no debe reconocerse como tal Emperador, ni obedecerse en manera alguna sus órdenes; […] será nuestro deber principal reunir […] a todos los diputados, hasta formar el Soberano Congreso Mexicano, que es el órgano de la verdadera voz de la Nación […]”.

La mañana del 29 de marzo de 1823, Vicente Guerrero y los ciento dos diputados reunidos en sesión solemne del Congreso ya no vieron colocado el retrato del emperador. La República abrió su primer ojo. Quizá la expresión soltada por el diputado fray Servando Teresa de Mier, contada por el diputado Bustamante sea elocuente del ambiente en el Soberano Congreso reinstalado: “El p[adre] Mier pidió que no se denominase Regencia (nuevo Poder Ejecutivo), pues ni había rey ni permitiese Dios que lo hubiera”.

Para el 5 de abril de 1823, la comisión del Congreso que analizó la abdicación a la Corona del emperador Agustín I, emitió el siguiente dictamen: “Primera. El Congreso declara la coronación de don Agustín de Iturbide como obra de la violencia y fuera de la ley, y de derecho nula”. Por ello, Bustamante señaló como día de “la independencia y libertad civil de la nación mexicana” el día 8 de abril de aquel año, fecha en que Iturbide abdicó la Corona.

En la “Abdicación de Agustín de Iturbide” del 20 de marzo del año crucial de 1823, quedó escrito: “Tercero.- Que la presencia en el Imperio, del Emperador, cuando deje de serlo servirá de pretexto a mil movimientos que se le atribuirían, aunque está seguro de que jamás tendría parte en ellos. Para evitarse persecuciones, alejar de sí toda sospecha, y a la Nación males, se expatriará voluntariamente, y en un país extranjero oirá con satisfacción las prosperidades de su patria, o con sentimiento el mal destino que le haya preparado la suerte.”.

El mando provisional fue conferido al jefe político de México, marqués de Vivanco, pero el 31 de mayo de 1823 se eligió un triunvirato que recayó en los generales Bravo, Victoria y Negrete. La alianza de Antonio de León con Bravo y Guerrero dio los frutos que seguramente no soñaron en las horas angustiantes de la Batalla de Almolonga. A la derrota militar de Guerrero y Bravo prosiguió el triunfo político de la alianza militar en Oaxaca, y luego al triunvirato con dos generales provenientes de las fuerzas insurgentes que en 1812 ocuparon Oaxaca bajo el mando firme de José María Morelos y Pavón.


Fuentes

Abdicación de Agustín de Iturbide. 20 de marzo de 1823.
Acta de Casamata. Cuartel General de Casa Mata, a 1º de febrero de 1823.
Archivo General de la Nación. Los Precursores Ideológicos de la Guerra de Independencia, 1789-1794. México. Talleres Gráficos de la Nación, 1929 (Publicaciones del Archivo General de la Nación 3).
BUSTAMANTE, Carlos María de, Historia del Emperador D. Agustín de Iturbide hasta su muerte, y consecuencias; el establecimiento de la República Popular Federal (continuación del Cuadro Histórico), México, Imprenta de I. Cumplido, calle de los Rebeldes N. 2, 1846, Carta primera, El emperador Iturbide deseoso de deshacerse de los diputados.
BUSTAMANTE, Carlos María de. Continuación del Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana. T. II. México, UNAM. Carta quinta. Abdica el emperador Iturbide.
Cámara de Diputados. Los Presidentes ante la Nación 1821-1984. Cinco Tomos.
Carmen Saucedo Zarco. Los restos de los héroes de la Independencia. 2 tomos. México. Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2012.
Cosío Villegas, Daniel. Historia Moderna de México. México; Buenos Aires: Editorial Hermes, 1956-1972. 9 vols.
Florescano Enrique y Eissa Francisco. Atlas Histórico de México. Altea. Primera edición: enero de 2015. México. 267 pp.
Harold D. Sims. La expulsión de los españoles de México, 1821-1828. México. Cultura SEP. Lecturas Mexicanas 79. 1985.
José Mancisidor. Vicente Guerrero. Obras Completas. México.
José Torres Medina. El fusilamiento de Vicente Guerrero. Relatos e Historias en México. Núm. 148. Febrero de 2021.
Manifiesto del ciudadano Vicente Guerrero en que el que se une a la lucha contra Agustín de Iturbide. San Juan Huetamo [Michoacán], febrero 18 de 1823
Raúl Jiménez Lescas. La Transición Política en Oaxaca. Tesis Doctoral. Morelia. IIH/UMSNH. 2020.
Spencer Roberson, William, Iturbide de México, México, FCE, 2012 (traducción, introducción y notas de Rafael Estrada Sámano y presentación de Jaime del Arenal).
Vicente Riva Palacio et al. México a través de los siglos. México. Ed. Cumbre. 1962.
Electrónicas
Huetamo. En: http://www.inafed.gob.mx/work/enciclopedia/EMM16michoacan/municipios/16038a.html

 

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