Por Gilda Melgar
El viernes 18 de diciembre, después de nueve meses de no pisar un restaurante, me armé de valor y me encontré con una amiga en El Cardenal de San Ángel para ponernos al día. Debido al protocolo de la emergencia sanitaria en semáforo naranja, esperamos casi una hora a que nos asignaran una mesa.
Me sentí tranquila al confirmar que en el salón, perfectamente ventilado, se respetaba la sana distancia entre los comensales hasta con tres mesas vacías de por medio. Tras revisar el menú a través del código QR, un mesero nos tomó la orden bastante alejado de la mesa y de forma muy cordial.
Fue triste observar que, un restaurante tan emblemático y usualmente bullicioso a la hora del desayuno, lucía semivacío y tranquilo cuando en épocas normales es sitio preferido de políticos, burócratas y familias que celebran cumpleaños desde temprano.
Alrededor de las 11:20, después disfrutar unos chilaquiles con pollo –que llegaron aún crujientes y muy bien servidos a la mesa–, íbamos ya por la tercera taza de café cuando de pronto los meseros entraron al salón y comenzaron a aplaudir sin parar.
No entendíamos qué estaba pasando hasta que leímos el tuit de Claudia Sheinbaum. La jefa de Gobierno acababa de anunciar que la Ciudad de México regresaba al semáforo rojo, en plena temporada navideña y hasta el 10 de enero.
No dábamos crédito. La estrategia fallida de la autoridad local en el manejo de la pandemia y sus implicaciones económicas, obligaban ahora a los restauranteros a cerrar sus locales justo en las que debían ser las dos semanas de mayor venta del año.
Sentí una profunda tristeza por el gremio –uno de los más afectados por el Covid en el mundo entero– y el corazón se me estrujó al ver el rostro desencajado de los meseros en su último día de propinas, justo antes de la Navidad.
Ese viernes hubo compras de pánico en los centros comerciales. La medida, injusta pero necesaria ante el alto índice de contagios y la creciente ocupación hospitalaria por el virus, confirmó que íbamos a cerrar 2020 con la mayor crisis sanitaria y económica del año.
Sin embargo, 2021 arribó sin que la situación de los contagios mejorara un ápice, así que el 10 de enero la jefa de Gobierno anunció la continuación del semáforo rojo hasta nuevo aviso.
Pero la industria restaurantera ya no pudo más y 500 establecimientos, entre fondas, sucursales de cadenas y sitios de alta gastronomía, firmaron una petición a la autoridad local y al gobernador del Estado de México solicitando que la venta de comida formal sea parte de las actividades esenciales, en virtud de que de esos comercios depende la economía de miles de trabajadores y proveedores del gremio.
Con el lema #Abriromorir, los restauranteros desafiaron a la autoridad abriendo sus puertas a los comensales el pasado 11 de enero. Una acción desesperada con cacerolazos de por medio que, efectivamente, obligó al gobierno a dialogar con el sector este miércoles, lo que dio por resultado la autorización para reabrir de forma escalonada a partir del 18 de enero, con un aforo de 25 por ciento y por el momento sólo en espacios abiertos, como terrazas, patios y banquetas.
Si bien esta concesión puede brindarles algo de oxígeno, es insuficiente para la mayoría de los empresarios que se declararon a punto de la quiebra.
La siguiente fase, dependiendo del comportamiento de los contagios, sería la reapertura del servicio en el interior de los locales, siempre y cuando se refuercen las medidas de protección sanitaria.
No cabe duda de que ”al que no habla Dios no lo oye”, y por fortuna los cacerolazos son un recurso de protesta válido y democrático del que pueden valerse tanto las madres de desaparecidos como los representantes de sectores satanizados por el discurso gubernamental y que, a todas luces, son clave en la economía de un país que, en parte gracias a su riqueza gastronómica, en épocas normales es visitado por alrededor de 35 millones de turistas internacionales al año.
Los que hemos tenido el privilegio de quedarnos en casa sin perder nuestro ingreso, amamos la comida y valoramos la dedicación de la industria restaurantera, sin duda tenemos una cita con la terraza de nuestra preferencia a partir del 18 de enero.