jueves 21 noviembre, 2024
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Nuestro Quijote 2020: Andrés Manuel y la necesaria dignificación de la política

Nadie puede dar lo que no tiene.

Este 24 de diciembre muchos aprovecharemos la ocasión para reflexionar sobre lo que queremos para nosotros, para nuestra familia, para nuestro país y para el mundo. Yo deseo que las grandes pruebas que hemos tenido en 2020 nos hagan surgir más fuertes, más humanos, más sabios. Deseo también que la narrativa de este año emblemático incluya enseñanzas que se centren en las palabras cooperación, conciliación, diálogo, paz, justicia, amor. Que cada uno haga un esfuerzo para que su mente conecte con su corazón y el pensamiento se convierta en acción.

La sabiduría adquirida a veces de manera muy dolorosa en 2020 deberá ir acompañada de una apertura de conciencia, de una actitud nueva ante la vida; una actitud que nos haga reconocer lo bueno que tenemos, pero también los errores cometidos y las fallas de carácter que tenemos que enmendar. Esa sabiduría implica también reconocer lo bueno en los otros; aprender a escuchar y valorar la crítica para que los aprendizajes, la superación de obstáculos, nos vuelvan mejores seres humanos.

Una de las grandes lecciones del año 2020 ha sido la toma de conciencia de muchos de nosotros que hoy sabemos que nada podemos tener bajo control y hay que aprender a adaptarse a cambios rápidos e inesperados. Eso hace necesaria una actitud flexible, incluyente y, por encima de todo, solidaria.

Lo que pido para Andrés

Yo espero que el Niño Jesús o Santa Claus, o los Reyes Magos (o todos juntos) le traigan a Andrés Manuel un diccionario mágico que le ayude no sólo a explicar, sino a interiorizar palabras como resiliencia y, sobre todo, de manera muy especial, la palabra empatía. El mundo necesita gobernantes no sólo que hablen de valores, sino que los pongan en práctica. Me preocupa que el presidente de México rechace términos como resiliencia y empatía porque los considera “palabras domingueras”, que sólo son una moda entre los gobernantes del G-20. Habría que recordarle que su Guía Ética (antes Cartilla Moral) contiene la esencia de estos términos, aunque con otros nombres. Ojalá que Jesús (el maestro, no el que coloca las diapositivas en las conferencias matutinas) le permita al Presidente darse cuenta de que ya no es el líder opositor cuya misión era cuestionar a los gobernantes; ojalá le permita leer y entender su cartilla moral, para que pueda predicar con el ejemplo.

La resiliencia y la empatía se entienden si nos remitimos a leer la cartilla-guía. El primer valor que predica es el del “respeto a la diferencia” (evitemos imponer “nuestro mundo” al mundo de los demás). El tercer valor es el de la “dignidad” (no se debe humillar a nadie). El cuarto es el de la libertad, que hace un llamado a expandir la propia libertad y la de los otros, evitando que nadie, especialmente las autoridades, interfiera en las elecciones personales. Si tan solo Andrés Manuel leyera lo que difunde en la mañanera…

Origen es destino: la resiliencia como transmutación de lo oscuro en luz para el individuo y para la sociedad.

La palabra resiliencia tiene una historia muy interesante que cuenta muy bien la empresaria y escritora Pilar Jericó en su blog sobre el concepto de NOMIEDO (sigue este enlace para entrar al blog). Nos dice Pilar que la resiliencia implica dos componentes: resistencia frente a las adversidades (esto es, capacidad para mantenerse entero cuando las personas son sometidas a grandes exigencias y presiones). También se refiere a la capacidad para sortear las dificultades, aprender de las derrotas y reconstituirse creativamente, transformando los aspectos negativos en nuevas oportunidades y ventajas.

Pilar explica que resiliencia proviene del latín resilio, es decir, volver atrás, dar un salto o rebotar como les ocurre a las gomas elásticas que después de que se estiran, regresan a su estado inicial. Considero que es importante pensar en esa imagen que está incluida en el origen del término, tratando de adaptarla a las circunstancias vividas en el 2020. Pensemos en la gran cantidad de seres afectados y movidos por múltiples condiciones adversas que los hacen estirar la liga de su tolerancia, la liga de su resistencia al dolor y a la incertidumbre. Eso es lo que hemos vivido en 2020 con una pandemia que ha afectado no sólo la condición de los individuos y sus familias, sino la convivencia social en todos los ámbitos: económico, político, social, cultural y, sobre todo, de salud.

Ante todos estos retos; a pesar de muchos obstáculos, que han estirado la liga de los habitantes del planeta en este 2020, muchos hemos sentido el impulso para rebotar y regresar al lugar en el mundo que teníamos antes de que la pandemia moviera todo. Sin embargo, hay que tomar en cuenta la advertencia de Pilar Jericó: tras esas presiones que estiraron la liga, nunca se vuelve al mismo punto de origen, porque no somos seres de goma. Cada dificultad nos influye y nos transforma, pero la resiliencia describe el proceso de muchos que han sido capaces de transformarse ellos mismos y su entorno para mejorar las condiciones de vida. Por eso es fundamental que todos entendamos que quiere decir la resiliencia y la convirtamos en nuestro objetivo individual y social.

Fue hasta la década de los 70 que el concepto resiliencia se aplicó a las ciencias sociales. Los primeros estudios se centraron en personas que habían vivido situaciones límite: campos de concentración, niños pobres que habitan en las calles o mujeres maltratadas. Aquellos que eran capaces de resistir y seguir adelante, sin rendirse, eran los llamados resilientes.

Pilar advierte sobre un matiz: Resiliencia no significa invulnerabilidad, pues las personas sufren como cualquiera, pero lo que les diferencia es su capacidad para tener una adecuada calidad de vida a pesar de todas las experiencias dolorosas.

Dicen que sin resiliencia no hay empatía y sin empatía no hay altruismo

Una investigación de Emmy Werner que estudió durante 32 años a personas en una isla hawaiana mostraba que todos aquellos que fueron capaces de salir adelante y de transformarse positivamente, habían vivido algo en común: contar con al menos una persona, familiar o no, que los había aceptado tal y como eran de manera incondicional, independientemente de su temperamento, de su aspecto físico o de su pasado.

Pilar Jericó señala que la conclusión de esta investigación fue la misma que la de uno de los pioneros en el estudio de la resiliencia, el neurólogo francés de origen judío, Boris Cyrulnik, quien logró sobrevivir a la experiencia de saber que sus padres morían en un campo de concentración nazi.

En estos tiempos de pandemia se ha difundido mucho la conferencia que dio Boris Cyrulnik el 10 de diciembre de 2018 para el proyecto Aprendamos Juntos, en que participan el diario español El País y BBVA y que se titula justamente “La empatía nos ayuda a luchar contra el dolor” (pueden seguir este enlace para la transcripción y el video).

En la charla, Cyrulnik dice que la empatía sólo es posible cuando la persona desarrolla la capacidad de dejar de centrarse en sí mismo para poder representar el mundo de otro. Deja ver que cuando no hay capacidad de relacionarse con el otro externo, con los otros, uno mismo es su propio referente y desarrolla un sentido autodestructivo.

Especifica que los que sólo se tienen a sí mismos, se balancean, se vuelven grises, se hieren, se dan cabezazos contra la pared, se mutilan en la adolescencia. Cyrulnik agrega que desarrollar empatía es un elemento indispensable para poder desarrollar un verdadero altruismo.

Sin empatía no hay altruismo, hay egocentrismo, hay una relación utilitaria hacia el otro. Esto me hace pensar en el discurso vacío de muchos políticos, de muchos presidentes y dirigentes sociales. Sin capacidad de resiliencia, empatía y altruismo, los dirigentes son cuerpos vacíos que sólo se mueven por cálculos electorales o financieros… o por ambos.

Nuestro Quijote 2020:

Con todas esas reflexiones llevé mi pensamiento a mi compañero durante todo este emblemático año 2020, nuestro Quijote, ese espíritu reflexivo que hemos compartido con los lectores; ese espíritu quijotesco empeñado en mostrarnos una salida aún ante las peores circunstancias.

—¿Qué te aflige ahora?, preguntó el maestro interior.

Ver que todavía están presentes múltiples amenazas sobre mi país y sobre el mundo, respondí con tono genuinamente preocupado.

—Ordena tus pensamientos y jerarquiza tus preocupaciones, me dijo en tono didáctico, quizás contagiado por mis clases de meditación.

Mi principal preocupación tiene que ver con el rumbo del país, respondí. Creo que ni el Presidente, ni sus colaboradores cercanos, ni su partido político ni sus adversarios están preparados para los grandes retos que se avecinan. Hay que reivindicar la política, la capacidad de diálogo y construcción de acuerdos. No los veo ahí.

—No pidas de los otros lo que tú no puedas ofrecer, me respondió el maestro. Todos están obligados a ver la vida de otra manera después de las pruebas a las que han sido sometidos este año. El mundo ya no será como era antes, acéptalo; aprovéchalo. Si no puedes cambiar lo externo, comienza a cambiar lo interno. Si piensas que hay que reivindicar el valor de la política, comienza por ti misma y tu narrativa sobre el acontecer político. Cerciórate de que tu enfoque sea crítico, pero también propositivo. No traiciones tus ideales, so pena de convertirte en estatua de sal. Pero, por encima de todo, tienes que hacer a un lado la soberbia. No te sientas única, pero tampoco sola. No pierdas la esperanza de que podrás construir, junto con otros, un mundo más amoroso y humano.

—No sólo hablar sobre amor, justicia y libertad, sino predicar con el ejemplo, le dije entrecerrando los ojos.

—Así es, dijo nuestro Quijote. No quieras que la voluntad de Dios sólo se cumpla en los bueyes… de tu compadre, respondió con una evocación de los refranes del buen Sancho.

—Lo haré, le dije con una sonrisa. Era el último encuentro de 2020, momento de desearle lo mejor a este alter ego y a los queridos lectores que nos han acompañado durante este año de grandes retos y lecciones. Momento de pensar en la Navidad, en lo que queremos que nazca en nuestro interior y en los ideales. ¡Hagamos que el amor triunfe sobre la muerte! Hagamos de esta una Navidad diferente.

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