viernes 22 noviembre, 2024
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«2020: EL AÑO DEL ENCIERRO» Así lo viví

 

¿O lo sobreviví?

¿O lo estoy viviendo?

Ya no sé ni qué decir ni cómo decirlo. Han sido tantas las posturas y estados de ánimo que he tenido frente a la pandemia mundial del COVID19, que ya ni siquiera sé si puedo hablar de una idea congruente.

Quisiera que ya hubiesen pasado los años y poder recapitular mi experiencia, saber si fue negativa o positiva, poder contar cómo logramos salir adelante, es más, quisiera saber cuánto tiempo duró finalmente y qué estragos tuvo en nuestras vidas.

Hasta el día de hoy creo que soy una de las personas afortunadas, no me he enfermado, no que yo sepa, mis familiares que se han contagiado y que han sido muchos, afortunadamente han salido adelante, mi negocio volvió a abrir hasta el día de hoy, aunque no podría decir que esté ni al 35% de facturación, o sea que no es en estos momentos el sostén económico de mi familia.

Tuve que buscar nuevas opciones y diversificar, si no talentos, diría yo habilidades.

Me vi a mi misma recibiendo ayuda, haciendo cosas que antes habría rechazado, he vendido principalmente cremas, me uní a un multinivel y aprendí este nuevo sistema que es el e-commerce y que nunca hubiese tomado como opción pero que ya conociéndolo me dio la oportunidad de entender cómo se mueve gran parte de la economía mundial actual, creo que puedo decir que en ese aspecto me modernicé, yo que siempre fui de cuentas en servilletas y negocios sobre la mesa, ahora lleno formularios, promuevo productos en redes sociales, hago marketing y me siento un escalón mejor colocada en el sistema financiero global.

Pero no ha sido suficiente, también me puse a vender menudeo, caretas, cubre bocas, prendas tejidas para mascotas, no solo he vendido todo lo que he podido, también he ahorrado al máximo, aprendí a vivir con lo elemental, a valorar cada gota de agua caliente, cada minuto de luz, cada litro de gasolina, cada peso en el supermercado, me hice una experta en comparar precios, en buscar ofertas, en optimizar recursos.

Me inspiré en mi papá, en mis ancestros, mil veces me repetí “Recuerda de donde vienes”, me concentré en No conmiserarme, en observar a los grandes sobrevivientes de este mundo, pensé en El Holocausto, en las guerras, en otras pandemias, en la gente que ha tenido que vivir escondida o huyendo, en los migrantes, en los enfermos, en la historias sin futuro, en la gente sin destino.

Entendí que cuando no hay abundancia cada pedazo de pan cuenta.

Me encerré en mi casa y en mí misma, me reconcilié con mis viejos demonios, adopté algunos nuevos, me vi de lejos en mi antigua vida y recapacité sobre los errores que cometí, conecté con mi yo adulto e invité a mi yo niña a ser mi amiga de nuevo, recorrí con la vista cada centímetro del techo buscando soluciones; me aguanté muchas cosas, el hambre, las ganas, el enojo, el llanto; entendí que al final solo podemos dar lo que tenemos y solo tenemos lo que somos.

He pasado por momentos complicados, sí. ¿Los he resuelto? creo que si.

He sido testigo de la pérdida de seres queridos de gente muy cercana a mi, también he visto derrumbarse negocios de años, perderse empleos, separarse familias.

No, no me siento feliz ni satisfecha, sigo pensando cada día que esto nunca debió pasar, estoy enojada, muy enojada conmigo misma y con la demás gente.

Creo firmemente que la sociedad civil hemos sido los grandes culpables en esta catástrofe, me indigno todos los días, cada que las cifras aumentan porque eso quiere decir que no hemos sido conscientes, que no hemos sido capaces de acatar las recomendaciones y que hemos expuesto nuestras vidas y las de nuestros seres queridos y el resto de la población por no poder quedarnos en casa, por no entender que no teníamos que salir más que a lo esencial.

Me da vergüenza con el personal médico, con los trabajadores esenciales y hasta con el gobierno, porque por salir a ver a nuestros amigos hemos propagado el virus y encima de todo buscamos culpables y causas. En un principio señalábamos la falta de información, luego la falta de pruebas, el mal ejemplo de los gobernantes y así nos podemos seguir, pero jamás seremos capaces de reconocer que este bicho lo hemos llevado nosotros de un lado a otro y todos hemos contagiado a alguien más.

Las suelas de nuestros zapatos están más desinfectadas que nunca, en unos años el fondo de los océanos estará cubierto por cubrebocas y material quirúrgico, a veces pienso que tanto alcohol terminará por borrarnos las huellas digitales y el cloro que respiramos todo el tiempo ocasionará un daño irreversible en nuestros pulmones.

¿Era necesario todo esto?

Yo creo que no, creo que lo más triste ha sido darnos cuenta de lo profundamente egoístas e irresponsables que somos como sociedad.

¿Qué pasará?

No lo sé, nadie lo sabe, jugamos y especulamos todos los días, juzgamos, señalamos y volvemos a salir.

Mientras tanto médicos y enfermeras dan la vida en el campo de batalla, gente inocente muere, nuestros hijos ven pasar su infancia y adolescencia a través de la ventana, toman clases en línea a sabiendas que no hay otra opción mejor.

Con plena conciencia estamos ganando nuestra propia tumba, eso si, desinfectados al máximo, como si eso nos eximiera de la culpa.

Solo un milagro nos podría salvar, pero no un milagro que extermine al virus y a cualquier agente patógeno que nos amenace en un futuro, un milagro que nos haga razonar y tomar conciencia, pensar como los seres racionales que se supone que somos, concretamente un milagro que nos demuestre que estamos en este mundo para crecer y tener el mejor desempeño posible, no para siempre buscar la manera de auto destruirnos.

Perdón por la anarquía y el pesimismo, ocho meses de ver y hacer lo opuesto a lo correcto no me dan mucho margen para el optimismo.

 

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