sábado 23 noviembre, 2024
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«CEREBRO 40» A ustedes, los profesores

 

El que se niega a aprender en su juventud se pierde en el pasado y está muerto para el futuro (Eurípides).

Esta época de pandemia que estamos viviendo traerá terribles consecuencias a corto, mediano y largo plazo.

Sin duda una de las más lamentables es el mal aprovechamiento académico de los estudiantes en general.

No todos, como en todo hay excepciones y hay quien ante la adversidad se crece y entrega su mejor esfuerzo, millones de estudiantes toman clases en línea desde sus casas o desde donde pueden, calles, centros comunitarios en donde logren acceder a Internet. etc.

En una edad en la que los periodos de atención suelen ser muy cortos y los intereses de los estudiantes deambulan desde, como nos decían nuestros padres, literalmente el vuelo de una mosca, a la incertidumbre de no saber qué pasará en el futuro inmediato de las familias, los chicos nos escuchan, saben de nuestras preocupaciones, sienten impotencia ante la incertidumbre, les angustia saber si habrá trabajo en un futuro inmediato y no solo eso, extrañan a sus compañeros, las actividades escolares, las fiestas, su vida fuera de casa.

Aunado a eso pedimos a los profesores, adultos en su mayoría nacidos como la que escribe, el siglo o más bien el milenio pasado, que den clases frente a una camarita y que con los mínimos recursos atrapen la atención de los estudiantes, que ya en situaciones normales era bastante volátil.

Escribo esta columna desde la vergüenza de recordar lo mala estudiante que fui en mis años de preparatoria, lo poco que valoraba el esfuerzo de los profesores y no solo eso, lo tremendamente irresponsable que fui al decidir ignorar toda aquella información que se me brindaba y que me sería de utilidad para toda mi vida.

Seguramente estarán de acuerdo conmigo y es que este año las cosas se aceleraron de una manera vertiginosa, el trabajo y la escuela en línea nos adelantaron por lo menos 10 años a un futuro para el que todavía no estábamos preparados, lo que no sólo nos encontró sin la suficiente conciencia de lo que significa el teletrabajo, tampoco teníamos preparación tecnológica ni la infraestructura necesaria, nosotros no crecimos hablando frente a monitores y no nos preparamos para exponer nada en conferencias virtuales, ni siquiera lo soñamos, tal vez los jóvenes de ahora se sientan mucho más familiarizados con el trabajo y la convivencia en línea, pero yo al menos jamás hubiese concebido una clase sin pizarrón y lista.

Los profesores creo, se enfrentan al reto más complicado de sus carreras y están haciendo esfuerzos verdaderamente notables por sacar adelante este problema.

Al igual que ustedes, sin querer ahora soy oyente en las clases de mis hijos, escucho a sus maestros y más de una vez he interrumpido inconscientemente su ponencia por no acabar de entender cómo son las cosas ahora.

Todos hemos faltado al respeto a los docentes y digo esto desde mi arrepentida postura como deficiente estudiante e ignorante madre.

Me resulta lamentable reconocer que tuve a mi alcance un montón de conocimiento esencial y lo desperdicié y muero de vergüenza ahora por la actitud de padres y estudiantes que no damos la debida formalidad a las clases, que no valoramos el esfuerzo de los profesores que se valen de mil estrategias para hacer sus clases interesantes y tienen que enfrentarse no solo a la vulnerable adolescencia de sus alumnos, también a todos los elementos distractores extras que hay en cada casa y en cada circunstancia.

Una agradable sorpresa ha sido para mi escuchar clases fantásticas, en la que el profesor con una dedicación y vocación indiscutible se entrega a la enseñanza como a un viaje por mares desconocidos e inciertos, sortean con paciencia cada uno de los obstáculos que se presentan a través de la escotilla diminuta que es el monitor de cada alumno.

Luchan por mantener su atención y hacer agradables sus clases, y no cesan por rescatar su barco de esta dura tormenta que es la pandemia por COVID 19.

En una navegación en la que ellos son los capitanes y los estudiantes la tripulación, el puerto seguro es salvar el año escolar, entregan el alma porque cada día cada estudiante de cada grado se quede con algo, porque no sea un esfuerzo vano, un día perdido, imagino la desolación que sienten por la poca o nula atención que reciben de muchos estudiantes y la satisfacción por aquellos que a pesar de todo están decididos a aprender y a no perder este año.

Esta Columna es un reconocimiento para ellos, para los profesores y profesoras que luchan cada día por sacar adelante a la juventud, que a pesar de sus malos sueldos y la mala respuesta de los alumnos, aman su vocación y la ven no como una forma de ingreso, sino como una forma de vida. La única digna.

Pido una disculpa a nombre mío y de todos los estudiantes que no hemos reconocido su labor y los honro, porque enseñar es la mayor de todas las afrentas, el más noble de todos los oficios.

Dicen que lo que no destruye fortalece y en medio de la peor crisis desde que empezó la pandemia yo quiero creer que algo de conciencia debemos obtener y que el reconocer a quienes están ayudando a nuestros niños y niñas a aprender, a pesar de todas las tribulaciones, merecen el más grande de todos los agradecimientos.

 

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