Los hospitales en la Ciudad de México que atienden COVID-19 están casi al límite. La saturación hospitalaria por la pandemia se mantiene en niveles muy elevados en la capital, el foco rojo de la pandemia en el país, que suma más de 114 mil muertos y 1.3 millones de casos.
Lo saben los familiares de los pacientes que tienen que buscar por horas una cama disponible para sus enfermos, mientras ven con angustia cómo el virus empieza a hacer estragos en sus allegados.
Virginia Mariela pasó seis horas buscando un hospital para su hermana: “Horrible, recorrimos como siete hospitales“, afirma este martes a EFE.
Comenta que durante esa búsqueda, su hermana no podía respirar y, tras insistir, por segunda ocasión, fue recibida en el Hospital General del Parque de los Venados.
Según datos de las autoridades sanitarias de la capital, la ocupación hospitalaria de camas de terapia intensiva es del 75 por ciento y están buscando ampliar otras 500 camas esta semana.
Mientras tanto, la Secretaría de Salud federal sitúa en el 83 por ciento la ocupación para camas en general y en el 71 por ciento la de camas con ventilador (para pacientes críticos), por lo que siguen negando que las instituciones de salud capitalinas tengan una ocupación del 100 por ciento.
“Si bien es cierto que hay unidades médicas que pueden estar llegando a un punto de saturación, las instituciones no están al 100 por ciento. Todavía tienen disponibilidad de camas con ventilador”, enfatizó el lunes en la noche José Luis Alomía, director general de Epidemiología de la Secretaría de Salud.
No obstante, hay grandes dificultades para encontrar camas.
Diana Laura Gómez afirma que hace tres días que su abuela está hospitalizada. Aunque fue diagnosticada en el Instituto Nacional Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, tuvo que ser trasladada a otro centro médico porque no había camas disponibles.
“Esperamos dos días para que la trasladaran aquí. Pasó muy rápido, pero sí es difícil encontrar un hospital”, afirma.
Capacidad, pero sin insumos
Este lunes se alcanzó el pico máximo de hospitalizaciones en la Ciudad de México, con 4 mil 598 pacientes, mientras que el límite anterior había sido en mayo con 4 mil 553.
Tan solo en la última semana, unas 3 mil 517 personas han ingresado en los hospitales por COVID-19 y mil 32 están en camas con ventilador, según datos de la Secretaría de Salud capitalina.
Es por ello que la tensión en las inmediaciones del área COVID-19 en los hospitales es evidente.
En las últimas semanas, en la Ciudad de México se han disparado las hospitalizaciones porque “la afluencia no para”, reconoce a Efe una enfermera del hospital de especialidades del Centro Médico Nacional Siglo XXI que pidió el anonimato.
Y aunque este hospital se reporta con disponibilidad, la verdad es que ya no recibe más pacientes.
“El tercer piso está vacío. Tenemos 24 camas disponibles en el tercer piso, pero no hay insumos. No tenemos puntas, respiradores, por eso ya no recibimos a más”, manifiesta.
Con lágrimas, esta enfermera asegura que el Centro Médico solo les ha proporcionado una bata y una careta como equipo de protección.
Y por ello, al menos el 75 por ciento del personal se ha infectado y ha habido decenas de muertes de compañeros, según sus palabras.
Reconoce que el personal de salud de este y otros hospitales está cansado, devastado, “y lo peor es que no nos protegen”.
Quioscos de pruebas saturados
El alza en el número de casos positivos llevó a la capital mexicana a instalar quioscos de detección de COVID-19 en diversos puntos de la ciudad, donde la ciudadanía puede ir a realizarse pruebas rápidas gratuitamente.
Sin embargo, los quioscos también están saturados. Víctor Manuel Ornelas y Susana Ortiz son esposos. Llegaron a las 3:30 h del martes a la explanada de la alcaldía Cuauhtémoc para hacerse una prueba junto a su hija.
“Salimos negativos, pero mi hija que andaba con síntomas salió positiva”, aseguran los octogenarios, quienes no pueden ocultar su preocupación, incluso con el cubrebocas.
Diariamente, cientos de personas hacen filas desde la madrugada para alcanzar una prueba. Por eso, quienes llegan a las 7 u 8 de la mañana ya no alcanzan una de las 160 fichas que reparten para el test.
Bryan Álvarez tuvo suerte. Llegó antes de las seis y gracias a que alguien dejó su lugar logró alcanzar la última ficha de esta mañana.
Dice que no tiene síntomas, pero su madre y su padrastro desde hace una semana dieron positivo al coronavirus. Él cree que es asintomático y ha venido a realizarse la prueba.
“Puedo ser un peligro”, afirma. Él es quien sale a hacer las compras, por lo que puede “contagiar gente sin saberlo” y sentirse “culpable por ello”.