viernes 01 noviembre, 2024
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«ABREVADERO DE LETRAS» Sin ojos, sin alas, sin cuerpo

 

  • Comencé a morir cuando quise evitar mis emociones

Muero otra vez lentamente con un sueño pesado, remolino de evocaciones acumuladas. Hasta la saciedad, hasta esta calma lacerante y agria de un despertar que jamás imaginé compartido. Aún así, me sorprende tu luz y no dejo de reinventar tus mil facetas, de advertir lugares nuevos y marcarlos con olor a copal, intentos de rezos y de canto.

Cartografías de la distancia, de mis dedos buscando en medio de las entrañas de la tierra tu vestido, los perfiles de tu talle.

Tempestad toda la noche y, de pronto, calma. La calma de sentir el vacío que has dejado en mí y en este foso. Sin ojos, sin ojos, sin alas, sin cuerpo. Encima de nosotros flores rojas, blancas y amarillas y un ramo peregrino de orquídeas rosas escoltan una sencilla tumba.

No sé dónde termina mi cuerpo cuando te siento cerca y te envuelvo. Me pregunto si comencé a morir cuando quise evitar mis emociones. Ojalá pudieras sentir lo intenso que es perder la noción de tus fronteras, el milagro de ser contenedor de tus letras, intensas e infinitas, que se desbordan en las orillas de unos labios fríos y marchitos, pero que aún guardan la suficiente miel para los tuyos.

Danza desde otro cielo / Susurran, murmuran que el río / Huele a muerte, que los niños se ahogaron / En enormes muros de agua, / Que sangran, noche a noche, lejanos. / Bajo la calma del sueño claman / Las voces de los niños muertos, / Murmuran desde otro cielo: / Que el mundo era libre, / Con globos de colores, / Burbujas transparentes y grandes amigos. (Fragmento de un poema inédito de Liliana Rivera).

Soy como el mar, impredecible, y necesito sostenerme en algo firme -tierra firme- pero, también, una tierra generosa, abrigadora, fértil y agradecida, que me deje beber en sus manantiales. Donde pueda alojar una caja de cristal, en cuyo interior podamos compartir nuevos sueños, escribir, leer, escuchar música, llorar, compartir helado y ser felices.

De igual modo, se puede sobrevivir a las inmensas olas de las tempestades de la mundana vida para encontrar, por fin, en la tranquilidad de esta tierra más que firme.

 

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