jueves 21 noviembre, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«COLUMNA INVITADA» El rencor como forma de gobierno

 

Por. ÓSCAR H. MORALES MARTÍNEZ

El ser humano experimenta diversas pasiones, entendiendo como tales, según escribió el filósofo griego Aristóteles, la apetencia, miedo, ira, coraje, envidia, alegría, amor, odio, deseo, celos, compasión y, en general, todo lo que va acompañado de placer o dolor.

La política, entendida como el arte de gobernar y organizar a la sociedad humana, desde luego no está exenta de pasiones.

Han existido líderes políticos que han gobernado desde la compasión, el odio o el amor. Sus obras y actos hablan por ellos, no así sus intenciones.

Cuando se gobierna favoreciendo solo a un sector de la sociedad, se erosiona la imparcialidad de las Instituciones al no brindar un trato igualitario a los gobernados, que es un derecho inherente a toda forma de gobierno que se presume democrática.

En México, los gobiernos que hemos tenido no han logrado hasta el momento eliminar las marcadas diferencias sociales y económicas de la población, por el contrario, cada vez la brecha se ensancha y los extremos se han polarizado, pero las anteriores administraciones no se habían pronunciado abiertamente en contra de un sector social, hasta que apareció Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

El camino que está tomando el actual mandatario es entregar apoyos económicos a los sectores menos favorecidos de la población, sustrayendo recursos del erario público, acompañado de un mensaje de odio y rencor contra el sector empresarial o adinerado de la sociedad.

Es una fórmula inoperante porque los recursos públicos dependen del desarrollo y crecimiento económico del país, que es impulsado por el sector empresarial, tal como lo reconoció Alfonso Romo Garza, jefe de la Oficina de la Presidencia de la República, al declarar recientemente que “las inversiones del sector privado son la única esperanza para crecer”. 

La caída económica se agravó con la crisis sanitaria y solo podrá levantarse con inversión de capital mexicano y extranjero, pero el gobierno no está concediendo estímulos ni facilidades fiscales para ello. 

Por el contrario, ataca todos los días a empresarios y los hostiga a través de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), con tácticas que recuerdan a la Gestapo. 

Ha generado incertidumbre y desconfianza en el ámbito internacional, al vulnerar la seguridad contractual y legal de proyectos multimillonarios, con consultas inconstitucionales hechas a modo.

La libertad de expresión es sancionada con el escarnio y vituperio público, no solo en contra de periodistas, comediantes, periódicos, revistas y medios de información, sino también contra funcionarios que han presentado sus renuncias al Gabinete y que no han demostrado “obediencia ciega” a su proyecto.

Se respira coraje, resentimiento y rencor en sus mensajes en contra de los que no están de su lado y de los que a su entendimiento representan la opresión del proletariado. 

De ser el apóstol de los pobres, se transforma en un fariseo, hipócrita y simulador de creencias que no tiene ni lleva a cabo.

Esta vía de actuación también resulta peligrosa desde un punto de vista social, porque el que siembra odio cosecha tempestades.

Recientemente declaró AMLO ante la Organización de las Naciones Unidas en el debate general de su 75 aniversario, que tiene mucha fe en el futuro de México y del mundo, porque es muy creyente y su credo es la fraternidad universal. También en su proclama del “grito de Independencia” levantó un “Viva a la fraternidad universal”.

¿Qué entiende entonces el presidente de México por fraternidad universal? En un concepto más bien masónico, la fraternidad universal se basa en la tolerancia, principio sobre el que se construye la protección de los derechos humanos y la democracia, que son el camino para una paz perpetua.

Son justamente la falta de tolerancia y respeto lo que subyace en el discurso y actuación de AMLO, cuyo ánimo voraz de destruir todo lo existente, sea bueno o malo, está encaminándonos en sentido opuesto a la fraternidad universal.

Libertad, igualdad y fraternidad fue la herencia de la revolución francesa, faltando las dos primeras en la voz presidencial y tergiversando la tercera.

Por supuesto que AMLO está transformando a México, lo está convirtiendo en un polvorín altamente explosivo.

Es de vergüenza que a nivel internacional AMLO evoque a Mussolini, figura que representa el odio en su forma más maléfica.

A nivel nacional, las mujeres han levantado sus voces y el tono de sus reclamos, exigiendo seguridad, justicia, igualdad. Ni más ni menos de lo que merecen. Sus peticiones solo han recibido silencio, menosprecio y desinterés públicamente declarado por el primer mandatario mexicano.

Los problemas de México no se solucionarán sobre la base del rencor, al contrario, como efecto boomerang se revertirá cuando la esperanza de miles de sus seguidores termine por derrumbarse y chocar con una cruda realidad.

No queremos un predicador, ni un mesías, ni mucho menos un encantador de serpientes o un emperador, solo queremos un estadista que represente a esta gran Nación.

 

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