Uno que se dedica a vender sus talentos, soy cocinero y tuve mi restaurante por 25 años, siempre busca mostrar su mérito ante la clientela y señalar las cualidades y beneficios de lo que hace. ¿Recuerdan a Guido Orefice, el personaje de La vida es bella sirviendo una cena a su cliente el doctor Lessing emitiéndole las mejores recomendaciones acorde a lo que había en la cocina? El cliente le dice “quiero algo sencillo y ligero” y como en cocina solo había dos platillos, pero en la carta muchos más, cada vez que el doctor quería algo que no había disponible en esos momentos le decía: “está cocinado con mucha grasa y es muy pesado.” Y así fue orientando a su cliente hasta que le pidió exactamente lo que tenían para servirle. Finalmente el comensal quedó muy contento.
Traigo a colación esta maravillosa película por dos razones: uno, hay que volver a verla y dos, el desplegado de la intelectualidad “En defensa de la libertad de expresión”, que sumó 648 firmas publicadas en varios medios (resté las dos cachirules que confirmó Sin embargo).
La convocatoria lleva el sello de dos intelectuales (Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze), que supieron leer en su momento las coordenadas que el salinismo, o el neoliberlismo, en el sentido más amplio, dieron a los intelectuales para desarrollar dos empresas culturales que tuvieron éxito durante muchos años. Pues el Gobierno Federal y muchos estatales, se encontraron entre sus clientes frecuentes y generosos (a juzgar por la información que circula en redes y que dan cuenta de los montos pagados a lo largo de los años). No creo que fueran sus únicos clientes, pero su aporte seguramente ayudó a llegar al “punto de equilibrio” (de esos clientazos los empresarios pedimos siempre nuestra limosna).
El desplegado está redactado de forma tramposa, pues se centra en la libertad de expresión y el repudio a la tribuna de las mañaneras ejercido diariamente por el Presidente López Obrador, para luego sumarle otros contingentes de descontento (las víctimas de la violencia, el feminista, el ambiental, etc). Creando de esta manera una frase que modela un algoritmo para sumar adhesiones opositoras al régimen de la 4T, pero beneficiando en primera instancia a los autores intelectuales del texto y sus empresas culturales. Pues al leer el desplegado sucinto y darle like, favorito o retwuittear porque se encuentran palabras afines a varios grupos, se crea la confusión de la amplitud de la adhesión al desplegado.
Para comprender el sesgo del planteamiento podemos extraer lo dicho por Cathy O´Neil en el documental de Netflix “El dilema de las redes sociales”. Ella comenta: “Siempre digo que los algoritmos son opiniones en código y que los algoritmos no son objetivos. Los algoritmos están optimizados para una definición de éxito. Imagínate, si una empresa comercial crea un algoritmo según su definición de éxito, es un interés comercial. Es una ganancia”. ¿Cuál es el éxito que plantea el desplegado “En defensa de la libertad de expresión”? Uno, donde el gobierno, a través de compra de publicidad y otros encargos, moldea la opinión de los sectores instruidos y lectores de sus publicaciones como Nexos y Letras libres. Y ahí vemos a Krauze y Aguilar Camín tratando de convencer al Presidente como al comensal de La vida es bella, de que patrocinar su trabajo intelectual es provechoso y una muestra de defensa de la libertad de expresión.
¿Amenaza a la democracia la negativa del Gobierno Federal al patrocinio de las empresas culturales? No lo creo. Hoy en día muchos de los que escribimos en medios digitales, lo hacemos sin recibir dinero por ello. Y nos hemos ganado un sitio público gracias a nuestra red de amigos y de la web para publicar nuestra opinión sobre la vida pública del país. Ampliando enormemente la diversidad de posturas y el diálogo entre posiciones confrontadas que demuestran la salud de nuestra democracia. Cuando publicamos nuestros textos, nos responsabilizamos de lo dicho y recibimos la opinión de otros por amor al diálogo y al entendimiento.
Las empresas culturales como Clío y Cal y Arena deberán pasar por una “diversificación” de negocio, como le llamamos en el IPADE, a buscar nuevos clientes. Pues el cliente federal ya no cena en restaurantes sino en casa, como muchas otras personas durante la pandemia.
Y yo agradezco a Mujeresmás la posibilidad de seguir siendo un abajofirmante de lo que pienso y escribo. Y lo rubrico.