sábado 23 noviembre, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«COLUMNA INVITADA» 53 años sin el Che I

 

  • Cuando Ernesto Guevara llegó a México aún no se le conocía como el Che

Raúl Jiménez Lescas

Ernesto Guevara pisó suelo mexicano el 21 de septiembre de 1954. Llegó por Tapachula, proveniente de Guatemala (pero no para entrar a “Guatepeor”). México fue una “Estación de paso” muy importante para el futuro comandante Che Guevara. De aquí salieron a liberar al verde caimán que tanto amaban (ver poema).

Fue refugiado político. Se casó con una exiliada peruana, Hilda Gadea y tuvo una hija. Fue fotógrafo. Escribió poemas y cartas. Trabajó un libro de medicina e hizo experimentos con gatos de la calle. Médico auxiliar en el Hospital Civil. Dio clases en la Facultad de Medicina. Fue “oyente” en la UNAM en una cátedra de Jesús Silva Herzog. Trotador de calles en la Ciudad de México. Reportero de los Juegos Panamericanos. Conoció a los cubanos Raúl y Fidel Castro. Subió el volcán Popo y casi llega al cráter. Charló con la esposa de Albizu Campos, Laurita, luchadores boricuas. Soñó con viajar a París, a China, a Polonia y la “Cortisona” (la Cortina de Hierro según el argot de la Guerra Fría), pero sólo llegó a Cuernavaca, Toluca, Michoacán, Tuxpan, Veracruz y Cuba, donde luchó con el Movimiento 26 de Julio.

Un día, el futuro Che fue al 1º de mayo de 1955 y su diagnóstico de la Revolución Mexicana fue contundente:

“La Revolución Mexicana está muerta, estaba muerta hace rato y no nos habíamos dado cuenta […] El desfile de los trabajadores organizados parece un entierro […] Los une el presupuesto, la nómina del gobierno. Vámonos, viejo.” (Taibo, 1996, p. 94).

En México, el Che escribió a Fidel, un poema no muy bueno:

“Vámonos
ardiente profeta de la aurora
por recónditos senderos inalámbricos
a liberar el verde caimán que tanto amas.
Cuando suene el primer disparo y se despierte
en virginal asombro la manigua entera
allí, a tu lado, seremos combatientes,
nos tendrás.
Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos
reforma agraria, justicia, pan, libertad,
allí, a tu lado, con idéntico acento,
nos tendrás.
Y cuando llegue el final de la jornada
la sanitaria operación contra el tirano,
allí, a tu lado, aguardando la postrera batalla,
nos tendrás…
Y si en nuestro camino se interpone el hierro,
pedimos un sudario de cubanas lágrimas
para que se cubran los guerrilleros huesos
en el tránsito de la historia americana. Nada más”.

A Ernesto Guevara en México. Aún no se le conocía como el Che.

¿Dónde y con quién se casó Ernesto en Tepozotlán, México?

Ya sabemos que Ernesto Guevara pisó suelo mexicano el 21 de septiembre de 1954. Y se casó con Hilda Guedea Acosta, exiliada peruana el 18 de agosto de 1955. Ahí en el registro civil de ese pueblito mágico, que se ubica en el centro de la cabecera municipal. No confundir con Tepoztlán, Morelos, ahí donde está el Tepozteco. En Tepozotlán se encuentra uno de los acueductos más grandes del país, construido por los jesuitas.

El círculo de invitados fue muy pequeño, entre ellos, Raúl Castro, testigo de la novia pero que no firmó el acta matrimonial, por razones de clandestinidad, lo representó Jesús Montané, antibatistiano en el exilio. La otra testigo fue la poeta Lucila.

Al futuro Che lo representaron los médicos Baltazar Rodríguez y Alberto Martínez, quien era del pueblito mágico y que apoyó para que les otorgaran los permisos civiles a los enamorados, ambos exiliados políticos. Uno argentino, la otra, peruana.

Guevara era profundo en sus caracterizaciones de la psicología mexicana, por lo cual escribió a un familiar en Argentina, que México era el “país de la mochada” (por una corta mochada se puede conseguir un título universitario en Santo Domingo, un permiso para casarse, incluso, se puede vender el territorio mexicano como La Mesilla o, de plano, robarse la presidencia de la República, como lo hizo un personaje moreliano de cuyo nombre no me quiero acordar).

Después de escuchar la célebre y controvertida Epístola de Ocampo, los recién casados volvieron al entonces DDF, para que el futuro Che organizara algo que todo argentino sabe hacer: un asadito con ensalada y vino. El vino es muy sabroso y bueno, el bife de chorizo ancho ni se diga, pero los argentinos no saben hacer ensaladas o al menos no tienen creatividad, ya que a la lechuga le ponen algo de cebolla, tomate y aceite de oliva o vinagre. Sin duda, aprendieron poco de sus antepasados tanos.

Dice Paco Taibo que, en sus cartas a Argentina, Ernesto fue escueto sobre su matrimonio por lo civil con Hilda, a quien conoció en Guatemala en aquellos años de nacionalismo que terminaron con un golpe de Estado, inaugurando la era de los golpes militares en América Latina. Luego seguiría el golpe gorila contra Perón en Argentina un 16 de septiembre de 1955 (irónicamente llamada por los golpistas la Revolución Libertadora o Revolución Fusiladora por los peronistas. Nahuel Moreno, también argentino, tiene un buen libro sobre el tema).

Lo que sí es que el futuro Che informó a sus familiares que “lo del hijo está absolutamente confirmado; las reacciones biológicas y toda una serie de datos clínicos permiten asegurar con toda certeza […]”. Ernesto esperaba un hijo, bueno, su esposa Hilda, pero fue niña. A su tía Beatriz le aseguró en una carta que esperaba “un Vladimiro Ernesto”. Pero Hilda Beatriz Guevara Gadea, nació el 15 de febrero de 1956, dicen que en Cuernavaca pero registrada en el entonces DDF. Ernesto le armó un collar de letras: Guevara.

En esos momentos, tanto Hilda como Ernesto ya conocía a Fidel y Raúl Castro que preparaban una expedición a Cuba, pero la pareja soñaba con sus viajes a Europa, la India y a la “nueva China por estar acorde a mis ideales políticos”.

Según Paco Taibo las relaciones de los enamorados Hilda y Ernesto en México fueron tensas, rayando, según el autor de estas líneas, en la canción de “Una vez los dos pensamos ‘hay que separarse’. Mas deshicimos las maletas antes de emprender el viaje” de otro interesante argentino (Vicentico. Paisaje. 2010).

Pero pudo más la pasión, el amor, el exilio, las ideas políticas y terminaron casados por lo civil en el hermoso pueblito mágico de Tepozotlán, Estado de México, a unos kilómetros de Chapultepec, donde Ernesto tomaba sus fotos para ganarse la vida en nuestro país.

Así como Ernesto fue determinante con su prometida Hilda, presionando al matrimonio, lo fue con los familiares de su esposa: No nos casaremos por la Iglesia “siento mucho decirles que nuestras mutuas convicciones políticas y religiosas nos impiden contraer matrimonio que no sea civil” (Taibo. 2010, p. 102).

Hilda había sido deportada de Guatemala en noviembre de 1954 y se instaló en la CDMX, en el hotel Roma. Se casaría meses después con su novio, el futuro Che. Hilda era nacionalista aprista peruana, economista y primera mujer en pertenecer al alto mando del APRA. Trabajó con el gobierno de Cuba hasta su muerte (Lima, 1925; La Habana, 1974).

Entre septiembre de 1954 y el golpe gorila contra Perón (septiembre de 1955), pasaron muchas cosas por la vida de Hilda y Ernesto, entre ellos, el robo de su departamento, por lo cual Ernesto creía que las cosas, especialmente su cámara de fotografía, estaban en Tepito. Conoció a Fidel Castro, tomaron café en el mítico Café Habana, del cual nos ocuparemos mañana.


Fuentes

José Natividad Rosales. ¿Qué hizo el Che en México? Famosos documentos desconocidos a 5 años de su muerte. México. Editorial Posada. 1973.
Gadea, Hilda. Mi vida con el Che. Txalaparta. 2017.
Moreno, Nahuel. El golpe gorila de 1955. Buenos Aires. Ediciones Pluma. 1974.
Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Guevara, también conocido como el Che. México. Planeta. 1996. Capítulo 7. Estaciones de paso.
Pierre Kalfon. Che: una leyenda del Siglo XX. Buenos Aires. Edhasa. 2010. 598 pp. (Biografías).
Vicentico. Sólo un momento. 2010.
Twitter: @rjlescas

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