No es fácil escoger qué escribir para una columna periodística. ¿De qué escribiría usted esta semana? ¿De la escatología de los videos de políticos? ¿De la catástrofe sanitaria que significan más de 60 mil mexicanos muertos por Covid-19 y contando, que según expertos y organismos internacionales deberían ya ser multiplicados al menos por tres? ¿De la violencia del crimen organizado o no? ¿De la inseguridad? ¿De la intolerancia al periodismo, al verdadero?
De cualquiera de esos temas, pero ya hay múltiples opiniones. México es seguramente uno de los países con más columnas periodísticas en el mundo, incluida ésta.
Bien, ayer fue un inicio de un curso escolar atípico debido a la pandemia que padece el mundo. Ningún niño mexicano irá a su escuela y no convivirá con sus compañeros ni con sus maestros. Vamos, no tendrá recreo ni podrá compartir su torta de huevo o de lo que sea. A cambio recibe clases a través de la televisión comercial abierta si es alumno de una escuela pública o vía internet si está inscrito en una particular.
Al escribidor se le ocurre (ahora que este es un país de ocurrencias) que la situación de los niños mexicanos de educación básica es un buen símil de lo que se vive en el país y lo que vendrá.
Los maestros de las escuelas públicas no tendrán que dar clases presenciales, pero seguirán recibiendo sus salarios como empleados gubernamentales. Y los padres de los chamacos que conservaron su empleo tendrán que resolver como puedan la supervisión de los educandos. ¿Tendrán suficientes televisores, internet o computadoras?
No termina ahí el problema, pero el espacio impone pasar a otro que es todavía más grave: el de las escuelas particulares, que son una gran válvula de escape para las ineficiencias e ineficacias de la educación pública gratuita que ordena la Constitución.
Las estadísticas dicen que en el país existían unas 46.5 mil escuelas privadas, y debido a la crisis de la pandemia cerrarán o ya cerraron unas 18.5 mil, por la deserción de casi dos millones de alumnos y se calcula que unos 200 mil profesores perderán sus puestos. Es decir, dos millones de educandos que deberán tener asiento en las escuelas públicas y 200 mil profesores que, si es que tienen otros empleos, verán reducidos sus ingresos o de plano los perderán.
Esos niños provienen de familias de padres que perdieron su empleo o sus ingresos por la pandemia, y ya no pueden pagar la escuela particular, que necesariamente tendrá que recortar su plantilla docente y sus empleados administrativos, quienes a su vez tendrán que hacer “economías” diarias para sobrevivir, que afectarán a comerciantes y prestadores de servicios quienes verán reducidos sus clientes y sus ingresos. Un círculo económico roto, como muchos otros.
Además, las clases vía internet mostrarán la pobre infraestructura del país en el sector. Seguramente lo “reventarán” y sin que exista el internet público gratuito prometido.
La “parábola” de la educación privada es apenas una pálida sombra de lo que les espera a los mexicanos en los próximos meses y años. Olvídese de los videoescándalos. La atención debería estar en lo que viene: la crisis económica y social.