¿A quién le dan pan que llore?
Si te invitan a la playa vas, aunque tengas que irte caminando, más aún si en el plan están incluidos tus cuatro sobrinos.
La condición fue hacernos todos la prueba del COVID, así es que ni tardos ni perezosos, la verdad es que en su mayoría hemos respetado bastante la cuarentena y sobre todo las medidas de seguridad y distanciamiento.
Volver a ver el mar fue más que un placer, una ensoñación, el ruido de sus olas, la caricia en los pies de su espuma, su olor a sal, el calor sobre los hombros y la sensación única que da sumergirse en él, me devolvieron toda la energía y buen humor perdidos en los últimos meses.
No hay mejor regalo que el que no esperas y esta invitación fue un obsequio de la vida.
Mucho dicen en las noticias de los riesgos de volver a salir y sobre todo de asistir a lugares públicos y si, es cierto, el virus sigue entre nosotros y seguimos siendo igual de vulnerables a él que cuando inició la pandemia. Lo que también es cierto es que las economías de los mexicanos y de todo el mundo están en extremo lastimadas, y es urgente y esencial empezar a consumir de nuevo, saliendo de casa, aunque sea a comer, ayudamos a dueños y empleados de negocios que se han visto más que castigados en este tiempo y nos necesitan de manera urgente para no quebrar.
Es un hecho que tenemos que acostumbrarnos a vivir con esto, a usar cubrebocas en el momento exacto que dejemos nuestra casa y no quitárnoslo hasta regresar, que hay que respetar la sana y obligatoria distancia, y no escatimar en el uso de gel antibacterial.
Esta familia compuesta de integrantes de todas las edades se lanzó con singular alegría a la playa, resalto que iba entre nosotros una persona mayor y con algunos padecimientos que la vuelven ciudadano de alto riesgo, pero sabíamos todos que era nuestra responsabilidad cuidarla al máximo y no exponerla, lo que no resultó nada difícil; prácticamente desde la puerta del aeropuerto hasta la casa que rentamos y la playa a la que asistimos contaban con todas las medidas de seguridad e higiene, señalizados todos los espacios en los que podías permanecer, desinfectadas todas las superficies, personal tomando la temperatura en cada filtro sanitario, kioskos de limpieza y sanitización, personal supervisando el uso obligatorio del cubrebocas.
Incluso en la playa el acceso es restringido y la distancia entre un grupo de personas y otro es de más de 10 metros, nosotros extremamos precauciones cocinando nuestros propios alimentos, pero supongo que en los restaurantes se observan las mismas medidas de protección, no hay aún servicio de comida y bebida en la playa ni renta de camastros, cada bañista tiene que encargarse de llevar sus sillas, sombrillas y alimentos, así como dejar completamente limpio el espacio que utilizó.
Considero una fortuna haber podido disfrutar de estas anheladas vacaciones y de llenar mi corazón de mar y buenos momentos. Regreso a casa feliz y renovada, segura que estamos haciendo lo correcto para cuidarnos y al mismo tiempo reactivar la economía.
No es necesario hacer fiestas clandestinas, con organizarnos bien y usar correctamente las barreras físicas de contagio podemos empezar a llevar una vida parecida a la que teníamos antes.
La responsabilidad es solo nuestra, usar el cubrebocas tapando nariz y boca, mantener limpias nuestras manos, no asistir a lugares en donde se vea comprometido nuestro espacio vital y por nada del mundo salir de casa si se tienen síntomas por muy pequeños que sean.
Me traigo a casa las conversaciones interminables con mis sobrinas sobre los temas que verdaderamente importan en la vida (nuestras mascotas, por ejemplo), el sonido onírico de las olas del mar y la mirada de esperanza y agradecimiento de la gente que lleva esperando medio año por volver a trabajar.