Perdón por los modos, pero, nos lo dicen en las noticias, hay espectaculares y anuncios en todas las calles, en la entrada de todos los establecimientos.
De verdad, quien diga que no se nos ha dado la suficiente información sobre el modo de contagio del virus SARS COV2, miente alevosamente. Hasta el cansancio se nos ha repetido que el virus se contagia principalmente cuando alguien habla o tose y esparce gotículas que llevan el virus hacia alguna superficie.
Me impresiona ver por todos lados bandejas de desinfección, gel antibacterial y personas sin cubrebocas o con el cubrebocas mal colocado, bajo la barbilla o la nariz.
¿De qué sirve que nos limpiemos los zapatos al entrar o salir de algún lugar, si traemos las vías respiratorias descubiertas?
Las posibilidades de que la enfermedad entre a nuestras casas en un paquete o en la suela de los zapatos es infinitamente menor a que nos contagiamos por hablar de frente con una persona infectada.
Ya estamos en semáforo naranja, muchos volvimos a trabajar y también a realizar actividades cotidianas, tenemos que ir a surtir la despensa, a los bancos y a muchos lugares y actividades que implican estar más cerca de la gente; y no hay día que no vea a una cantidad considerable de personas sin cubrebocas, caminando tan tranquilos y quitados de la pena, me dan ganas de confrontar a cada una de estas personas.
¿Cuándo va a terminar esto si no nos cuidamos a nosotros mismos?
¿Seguiremos culpando al gobierno eternamente?
¿Acaso queremos que vuelvan a cerrar nuestros negocios?
La mayoría ya no soportaríamos otro confinamiento, está comprobado además que el virus puede volverle a dar a la misma persona después de seis meses, que al parecer es lo que dura la inmunidad. No hay vacuna todavía, aunque las principales potencias del mundo compitan como cuando se trataba de presumir al primer hombre que llegó a la luna, alegando que ya casi tienen la vacuna contra el COVID-19, la realidad es que ésta no existe todavía, todos los días se rompe el récord de contagios y peor aún, de fallecimientos.
¿Qué esperamos entonces?
La barrera física en nariz y boca es la forma más segura de protegernos del contagio.
¿Cómo es posible que gente, en su mayoría joven, siga sintiéndose invencible frente a los alarmantes datos que todos los días escuchamos en las noticias?
Ya prácticamente todos hemos tenido amigos y familiares contagiados, o fallecidos; nuestras economías se han visto catastróficamente afectadas; las fronteras siguen cerradas; médicos mueren todos los días en el frente de batalla, personajes que deberían -pienso yo- estar en todo su derecho de abandonar la causa.
¿De qué sirve que expongan sus vidas cada día y cada noche, lejos de sus familias, con equipo de protección pesadísimo e incómodo, si de cualquier manera la gente no se cuida en la calle?
El cubrebocas es incómodo, sí; cansa, estoy de acuerdo; no es agradable ver a toda la gente solo con una parte de la cara descubierta o nada, extrañamos ver los rostros de nuestros amigos.
Pero no hay otra opción.
El uso responsable del cubrebocas es la única manera de protegernos y seguir haciendo nuestras vidas de la manera más normal posible.
Nos toca desmentir la teoría sobre que los virus y las pandemias sirven para limpiar a la humanidad y que estamos condenados y caminamos tranquilamente hacia el autoexterminio.
El confinamiento por coronavirus nos ha traído demasiado malestar, pérdidas humanas, desempleo, caída de las economías mundiales y personales, depresiones profundas, violencia intrafamiliar.
¡Por favor, por lo que más quieras!
¡Ponte el cubrebocas!