La crisis los sacudió a todos.
Miedo, angustia, muerte, parálisis. Silencio en Palacio.
Alguien tenía que hacer algo. La situación no podía continuar así. La economía colapsada. La salud era la prioridad. Pero ¿después? Si no hay trabajo, no hay dinero y si no hay dinero, no hay comida. Si no comes, estás en peligro. En las calles todos los comercios cerrados, salvo los de primera necesidad, mercados y supermercados.
Entonces, tomó una decisión. Frente a una pandemia de dimensiones desconocidas, se necesitaban soluciones del mismo tamaño, ambiciosas, no había de otra manera, dijo.
Reunió a lo mejor de su gabinete y la instrucción fue: “necesitamos generar un paquete económico sin precedentes, algo que estimule nuestra economía de manera histórica, solo así podremos hacer frente a las consecuencias de esta pandemia”.
Todos se pusieron a trabajar y le entregaron el proyecto. Le advirtieron que había temas que la oposición jamás aprobaría.
Lo revisó y las siguientes palabras enmudecieron a todos en el recinto: “necesito urgentemente reunirme con los representantes de los partidos políticos para sacar adelante, esto”.
En un hecho insólito se sentó con todos. La reunión fue maratónica, más de 21 horas de negociación con los principales partidos políticos.
Y lo logró.
Adquirió deuda y anunció un fondo de estabilización para la economía. El propósito principal fue incentivar el consumo de las familias, ayudas fiscales a hogares, así como a las pequeñas y medianas empresas. Bajó el precio de la energía en fuentes renovables.
Activó un financiamiento para las industrias con dificultades. Fondos adicionales a los municipios para hacer frente a la pérdida de empleos y recuperar la pérdida de recaudación de los ingresos fiscales.
Bajó el IVA por lo que resta del año. Hizo reducciones fiscales en apoyo a las empresas. Ayudó a la industria automotriz en las llamadas “inversiones a futuro”.
Si no lo hubiéramos hecho así, comprometeríamos el futuro las nuevas generaciones, señaló la canciller alemana Angela Merkel.
Su plan ha sido ejemplo en el mundo. Su liderazgo, visión y planeación, logró la unidad, a pesar de las diferencias políticas.
Si el plan tiene éxito o no, lo veremos. Lo destacado es la decisión, el punto clave en estos momentos.
Mientras, acá, seguimos frente a un semáforo confuso, un encono político sin salida y la necedad ante la mínima propuesta propositiva para paliar la endeble situación económica.
Pero ya tenemos un “Decálogo para salir del coronavirus y enfrentar la nueva realidad”.
Se trata nada menos de una sesuda serie de consejos para intentar salir con seguridad a las calles, según nuestro propio criterio y decidir, con lo que hemos aprendido, durante la pandemia, cómo protegernos del contagio y la enfermedad.
No es broma. Lo resumo:
1.- Estar informado sobre la pandemia.
2.- Ser optimista y tener buen ánimo.
3.- No ser egoísta ni individualista.
4.- No ser consumista.
5.- Cuidar la salud y bajar de peso.
6.- Gozar del cielo y la naturaleza.
7.- Comer sano y no fumar.
8.- Hacer ejercicio.
9.- No ser racistas.
10. Ser espirituales.
El decálogo de los buenos deseos ya lo tenemos. Ojalá, pronto tengamos una estrategia clara para enfrentar los daños que dejará la pandemia.
Hagamos lo que nos toca y bajo nuestro propio criterio, ya lo dijo el presidente. Porque, esto, va a requerir del esfuerzo de cada uno nosotros.
Por lo pronto, sonríe y come frutas y verduras.