Faltan muy pocos días ya para los esperados 8 y 9 de marzo, la expectativa y entusiasmo crece cada vez más.
Como nunca, ahora si estamos todas de acuerdo, por increíble que parezca en los diferentes círculos que me muevo y me refiero a grupos de amigas de diferentes lugares, familia, compañeras de trabajo, clientas, mamás de compañeros de mis hijos, compañeras de talleres, etc.
Todas estamos de acuerdo en faltar a trabajar y no realizar ningún tipo de actividad el 9 de marzo, muchas vamos a ir también a la marcha del domingo, ya estamos organizadas por grupos y contingentes, ya tenemos información sobre los horarios y protocolos, también sobre qué tipo de ropa y calzado llevar, qué hacer en caso de alguna contingencia, carteles, y todo lo necesario.
Mal pensada como soy, confieso que estoy gratamente sorprendida y emocionada, creo que gran parte de la sociedad entendió ya la importancia de hacer algo para frenar la violencia de género.
Estoy segura que me encontraré a otras mujeres con las que no comparto creencias religiosas ni ideologías políticas y que nos abrazaremos con cariño y Alegría.
La Sororidad se siente en todas partes, la indignación general y deseo genuino de que el gobierno y la sociedad civil atienda a nuestro llamado nos une y nos hace equipo.
Observo los perfiles de redes sociales apoyando el movimiento, la información que compartimos todas y pienso que estamos por fin en la misma sintonía, decididas a volver este anhelo una realidad.
Sin embargo en silencio me pregunto con un poco de miedo:
¿Qué viene después?
¿Qué pasará el martes 10 de marzo? ¿Y todos los días después, todos los consiguientes nueves de marzo de nuestras vidas?
¿Seguiremos siendo solidarias y unidas?
¿Serán necesarios nuevos paros y nuevas marchas para que la sociedad y el gobierno se den una idea de cómo sería este país sin mujeres? ¿Estarán algunos pensando que es solo un berrinche y que el martes las cosas volverán a la normalidad? ¿A la errónea y horrible realidad?
Nadie puede saberlo, sin duda esto no será suficiente, habrá que seguir luchando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo, no por días sino por años, tal vez décadas, generaciones para que exista un verdadero cambio, tal vez sean las hijas de nuestras hijas las que puedan disfrutar de un mundo mucho más equitativo y nos vean a nosotras como nosotras vemos a las primeras feministas, aquellas sufragistas que pelearon a brazo partido por el derecho al voto, algo que ahora nos es natural, o a tantos privilegios negados en otras épocas, como poder vivir solas, adquirir inmuebles, estudiar, trabajar y tener la oportunidad de crecer profesionalmente, escoger por nosotras mismas a nuestras parejas, expresar nuestras preferencias orientaciones sexuales sin miedo a ser discriminadas.
Esta lucha tiene que compartirse y contagiarse, es una revolución que debe alcanzar a todos los países y todos los sistemas,
Respetando obviamente religiones y credos, la mujer debe ser reconocida en su condición de ciudadana de primera, con los mismo derechos y oportunidades, sin cargos y castigos adquiridos en el momento de nacer mujeres.
En el marco de la libertad de pensamiento y decisión de cada quien tenemos que asegurar a las generaciones que vienen un mundo seguro y Justo.
Nunca ningún cambio se logró de manera pasiva ni apelando al sentido común de los opresores, hoy es así, con marchas, con gritos, para que nos vean, para que nos oigan, pero cada día y para siempre tendrá que ser con educación, con una nueva forma de reinventar ideologías, con nuevas reglas, en familias que practiquen el respeto y la equidad, con madres y padres que enseñen a sus hijos e hijas a no enfrentarse ni a pelear por un lugar sino a respetarse y a trabajar en equipo, a ayudarse y reconocer fortalezas y debilidades para con esta empatía crear una sociedad mucho más justa e incluyente.
Grandes avances se han logrado, este es uno más, igual de importante que la abolición de la esclavitud y el derecho de culto, ojalá que en un futuro cercano las mujeres volteen hacia atrás y reconozcan con agradecimiento esta lucha, esta lucha sincera y comprometida, de hombres y mujeres que queremos un mundo mejor, un trato humano, una libre competencia, una visión del género femenino según sus capacidades y no por su físico, en el que la mujer obtenga ascensos y reconocimientos justos sin la necesidad de sufrir acoso sexual, en el que la violencia doméstica sea parte de un pasado vergonzoso.
El 10 de marzo lo veo yo, como el primer día del resto de nuestras vidas, como el banderazo de salida, como el primer escalón de una lucha que espero sea mucho más benigna y amorosa.
Nada se pierde con soñar, todas las grandes revoluciones empezaron así, con el sueño de alguien que creyó que la vida podía ser mejor, de todos depende que así sea.
Esta marcha y este paro va por todas y por todos, por nosotras, por nuestras hijas, por nuestras abuelas y las mujeres que ya no están aquí, por las desaparecidas y asesinadas, por las mujeres mutiladas y por las mujeres invisibles e ignoradas, va por todas, porque todas lo merecemos, incluso las machistas, las que han vivido en el doloroso error de creer que somos inferiores, desde el norte hasta el sur, por cada ciudad, por cada remota comunidad, por cada escuela, por cada empresa.
¡No temas levantar tu voz!
¡Vivas nos queremos!
¡Nunca más sin nosotras!
¡Ni una menos!
¡LA LUCHA APENAS COMIENZA!