En este 2019 que está por terminar, uno de los grandes triunfos para las mujeres fue la aprobación de la paridad en todo por parte del legislativo federal, si bien es una batalla ganada, reconocimiento en el territorio trabajado, pero sobre todo significa la posibilidad real de asumir tareas en el ámbito público que por mucho tiempo se pensaron exclusivas para los hombres.
El acceso a los espacios de toma de decisión ha sido una constante lucha por parte de las mujeres que en este año se ha materializado, por lo pronto en papel, pasar a la realidad, aún será un reto a vencer.
Expresarlo así no es con el afán de victimizar el papel de las mujeres, tiene un contexto que va desde la deconstrucción de ideas, así como el aprendizaje de otras tantas que nos permitan transitar a la paridad en todo de una forma tersa.
La amenaza se vislumbra en el momento de hacer realidad lo que dice el papel, cumplir con el mandato constitucional puede mostrarnos una faceta no propiamente desconocida, pero si violenta.
Lo público, por generaciones, por siglos, ha estado reservado al género masculino, cuya capacidad intelectual jamás se cuestiona, mucho menos se negocia, su fuerza, pero sobre todo el carácter para tomar decisiones, ha tenido la exclusividad para ellos, por tanto, imaginar siquiera que las mujeres accedan al poder ha sido cuestión de concesiones.
Han sido acuerdos en la mayoría de los casos, en otros mandatos judiciales los que han permitido que ellas representen públicamente a su género, muchas veces se ha cuestionado la capacidad, la formación académica, los conocimientos, experiencia, pero antes que todo lo anterior, el apadrinamiento de un hombre para alguna mujer acceda a un espacio, de esos que estaban reservados para ellos.
Con el cumplimiento de la paridad en todo, podrían aparecer fantasmas feroces, con rostro masculino, peleando por ese feudo que les ha pertenecido, si la historia no miente, las grandes determinaciones en múltiples tareas les han correspondido a los hombres. Cartas, memorias, biografías, autobiografías, fotografías, videos y ahora las redes sociales, dan cuenta de cómo en las mesas, los templetes, escenarios, las tribunas, las cortes, oficinas y despachos han sido comandados por ellos.
Eso no es malo o incorrecto, pero es un coto de poder que no se desea compartir del todo.
Y ante la obligatoriedad de observarlo, empiezan a asomar las discriminaciones por razón de género. Ya hemos conocido en el pasado reciente casos como las “juanitas” en la cámara baja, allá por el año 2009, situación cotidiana que se reproducía como una práctica natural en los ayuntamientos y congresos de las entidades.
Recientemente salieron a la luz en el estado de Chiapas las “manuelitas”, en Oaxaca los muxes, y así cualquier forma de tratar de llenar la cuota de género y luego intercambiarla por alguien con “más capacidad para gobernar”.
Sumado a estos eventos desagradables, asoma pues, el rostro de la molestia con la finalidad de impedir el acceso de mujeres a los espacios públicos, el caso más reciente se ha dado en Michoacán, donde se esperaba que la semana que concluyó asumiera la titularidad de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, alguna de las tres personas que integraban la terna propuesta por la comisión respectiva del Congreso Local, con malas prácticas legislativas, como por ejemplo, “embarazar” la urna, los diputados y diputadas deslegitimaron su propio proceso electivo.
Lo lamentable no es eso, sino que, lo hicieron con la finalidad de frenar a la persona que más alta votación obtuvo, que dicho sea de paso, se trata de la única mujer de la terna, esto con la excusa de que ella es feminista y apoya el aborto, al haber portado el día de su comparecencia un pañuelo verde.
En entrevistas, legisladores acusaron que la aspirante no podía ser designada por ser pro aborto, cuando esa circunstancia no es parte de los requisitos de forma para aspirar al cargo.
Es preocupante que, desde el lugar donde se crean las leyes, pero que además es uno de los tres poderes, una de las consignas sea discriminar a una participante por sus ideas, inferencia a la que arribaron por la portación de una prenda de color verde, sin percatarse de que están vulnerando sus derechos humanos consagrados en el artículo primero de la Constitución Federal.
En las notas periodísticas que sucedieron al vergonzoso episodio en el Congreso del Estado, se da cuenta de otra vulneración a derechos humanos más, como lo es la libre manifestación de las ideas. Por cierto, en esos medios o en la discusión de quienes integran el legislativo, jamás ha estado en la mesa la escolaridad, capacidad, conocimientos y experiencia de la aspirante, ni mucho menos la confrontación del mejor perfil de quienes componen la terna.
Particularmente con el caso de la Maestra Elvia Higuera Pérez, se vislumbra el viacrucis que se avecina para las mujeres con el tema de paridad en todo, por lo pronto, sabemos que el discurso no versará sobre la idoneidad de una postulación, sino que, será un acto inquisitivo respecto de cuestiones personalísimas.
Es necesario emprender una defensa, no por Elvia en particular, sino por aquellas que algún día aspiren a un espacio público. No es por ella, es para todas.