El pronóstico para 2040 es que uno de cada 10 adultos en el mundo tenga diabetes.
En la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 2015, se reunieron 193 Jefes de Estado y de Gobierno que convinieron continuar con el objetivo de lograr un mundo más justo, ello dio paso a una nueva agenda. De los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), surgieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es importante mencionar que los primeros objetivos no fueron abandonados, sino complementados.
Los objetivos de Desarrollo Sostenible son 17, que se lograran a través de 169 metas que tienen como propósito incidir en la pobreza de manera estructural, lo que permitirá combatir las desigualdades y mejorar la calidad de vida de la población en el marco de un mundo sostenible. Esta agenda mundial arrancaba con el 2016, y comprometía a los estados firmantes a dar pronta respuesta.
Sin duda, todos los objetivos planteados son importantes, pero resalto el objetivo número tres: “Garantizar una vida saludable y promover el bienestar para todos y a todas las edades”, dicho objetivo contiene 9 metas, pero nos referiremos a la meta 3.4, que es para 2030 reducir en un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles mediante la prevención, el tratamiento y promover la salud mental y el bienestar.
Con relación a enfermedades no transmisibles, la más alarmante es la diabetes, epidemia mundial de las más graves del siglo XXI. Es una enfermedad crónica degenerativa que se desencadena cuando el páncreas no tiene la capacidad de producir suficiente insulina (una hormona que tiene la función de regular el nivel de azúcar o glucosa en la sangre); o bien, cuando el organismo no logra utilizar con eficacia la insulina que produce.
Con base en la información publicada por la Federación Internacional de la Diabetes, cada año más personas viven con esta condición, que como va desencadenando en complicaciones degenerativas a lo largo de la vida.
De acuerdo a esta institución, además de considerar a las personas ya diagnosticadas con dicha enfermedad, es importante reconocer que también hay millones de personas con tolerancia a la glucosa alterada, lo que significa un alto riesgo de desarrollar la enfermedad.
De acuerdo al Atlas Mundial de la Diabetes publicado por la Federación a partir del 2000, y que cuenta ya con siete ediciones, se ha demostrado un incremento incesante en los casos de diabetes. Lo que deja ver una estimación bastante desolada para el 2040; se estima que existirá uno de cada 10 adultos en el mundo con diabetes.
En los datos presentados en dicho documento es de llamar la atención las siguientes referencias: De acuerdo a las estimaciones hechas en 2015, 1 de cada 2 adultos con diabetes aún no son diagnosticados, por lo tanto, aún no reciben tratamiento, ha sido un enfermedad relacionada predominantemente con el crecimiento de las urbes y en las listas de los países con mayor número de niños con diabetes, aparece México en el lugar 10, mientras que en la lista con mayor número de adultos con diabetes, ocupa el lugar número 6. Sin embargo, México no aparece en la lista de los 10 países que dedican mayor gasto sanitario a la diabetes.
Estos datos nos dan una idea de la necesidad mundial de intervenir, con carácter prioritario, en la enfermedad, dados los costos económicos y políticos que se están generando. Es un problema de salud pública que afecta la calidad de vida de las personas, su bienestar físico, psicológico.
Implica pérdidas económicas nos sólo para la familia de quienes padecen la enfermedad, sino un alto costo para el sistema de salud nacional.
Incluso los efectos de la diabetes alcanzan al tema de la productividad. De acuerdo a un estudio realizado por el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO), el costo social en el 2012 de la diabetes asociado al sobrepeso y a la obesidad fue mayor a los 85 mil millones de pesos, equivalente al 68% del recorte al gasto público anunciado por el gobierno federal para el 2015. También se estimó que del costo de dicha enfermedad, el 73% es destinado a tratamiento médico, 15% por ausentismo laboral, 12% mortalidad prematura, además de considerar que cado año se calcula una pérdida 400 millones de horas laborables a causa de dicha enfermedad asociada a la obesidad.
Por último, se estima que de no controlar el problema del sobrepeso y la obesidad en el presente año, los gastos ascenderán a los 160 millones de pesos.
Pese a la urgencia mundial de poner atención al problema de salud, de los costos a nivel nacional que esto está significando, parece que aún no se ha reconocido la obesidad y la diabetes como una urgencia en la agenda nacional.
En noviembre de 2016, la Secretaria de Salud declara por primera vez en la historia emergencia sanitaria por una enfermedad no infecciosa, diabetes y obesidad. Esta declaratoria pone al descubierto un fracaso más en el sistema de salud. En 2015, dicha secretaría reportó más de 21 mil muertes, y 4 mil 500 amputaciones.
La emergencia sanitaria por diabetes y obesidad pone a discusión la efectividad de las políticas nacionales para enfrentar dicho problema. No es suficiente un compromiso internacional, ni crear comisiones en el Senado que den seguimiento al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sustentable. Es necesaria la voluntad política, acciones eficientes y un presupuesto que se ejerza de manera transparente. De lo contrario, la factura en materia de salud, finanzas y productividad será muy alta. ¿Aún es posible revertir dicha situación? ¿Cómo se asume el problema desde la sociedad civil?
Mayra Rojas es docente en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (Campus Estado de México), en la Universidad Iberoamericana (Cd. de México). Dra. en Ciencias Sociales y Políticas (Universidad Iberoamericana).